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Argumentos de segunda a favor del cannabis

13 June, 2016, 9:00 AM
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Por Jose María Escorihuela Sanz.

                  “La libertad es aquella facultad que aumenta la utilidad de todas las demás facultades” Inmanuel Kant

Las sociedades abiertas, como la nuestra, asumen como marca de identidad un nivel de tolerancia social que permite a cada uno realizarse como considere oportuno, sin embargo, este respeto generalizado no ha sido la norma histórica imperante. Que hoy vivamos, no sólo pudiendo realizar las actividades previamente comentadas, sino pudiendo escoger libremente nuestra religión, nuestras compañías sexuales, nuestras lecturas ideológicas favoritas o expresar lo que deseamos impunemente, es fruto de una serie de conquistas que damos por sentado pero que han sido establecidas con muchas dificultades, a lo largo de mucho tiempo y pagando un precio muy alto por cada una de ellas.

La mayoría de nosotros estará de acuerdo en que tales derechos y libertades civiles mencionados merecen ser protegidos, y, a pesar de ello, muchas veces no somos capaces de abrazar con la misma firmeza otros derechos y libertades análogos. Cuando hablamos del derecho al cannabis, por ejemplo, y a pesar de vivir en un momento especialmente dulce desde la prohibición, nos reivindicamos utilizando pretextos que casi parecen denotar vergüenza pese a que estamos defendiendo una causa totalmente digna: “el cannabis es natural”, “el cannabis es terapéutico”, “el cannabis sería una fuente muy grande de impuestos” o “promovemos el cannabis dentro del autocultivo” podrían ser algunos ejemplos de esos razonamientos de segunda a los que suelen acogerse multitud de activistas.

De la misma forma que preferimos defender la libertad de expresión, la libertad de culto y la libertad sexual a resguardar prácticas concretas surgidas de las mismas, como la poesía y el teatro, el budismo y el islam o la bisexualidad y la homosexualidad, debemos empoderarnos de una vez por todas exigiendo la totalidad del derecho que como ciudadanos libres y responsables de nosotros mismos nos corresponde: El derecho al cannabis.

El que una droga sea más o menos natural, tenga propiedades terapéuticas, pueda proporcionar ingentes cantidades de impuestos o su producción derive de una plantación autogestionada no deberían ser los puntos a los que acogernos para reivindicar poder acceder a ella. No, lo que hace que poseamos un derecho reclamable al cannabis son los principios generales que sostienen todas nuestras libertades civiles: el principio a ser libres hasta que se pueda demostrar lo contrario, el principio de que cada uno de nosotros es la autoridad que reina en su propio cuerpo y el principio a poder ponernos de acuerdo entre nosotros, como adultos responsables que somos, para hacer lo que consideremos oportuno.

No es que no haya razón en las clásicas premisas que apelan a lo natural, a lo saludable, a la recaudación y demás, es que apoyarnos en ellas significa no sólo utilizar argumentos débiles, sino ampararnos en varas de medir que aplicadas de manera general nos pueden perjudicar injustamente ¿acaso el alcohol y el tabaco son drogas legales por su uso terapéutico? ¿que el gobierno se pueda llenar aún más los bolsillos recaudando a nuestra costa es realmente el objetivo al que debemos aspirar?

Hasta que no haya motivos suficientemente razonables para poner en duda los principios citados, y dado que la mayor excusa que existe actualmente para ilegalizar el cannabis es el daño que puede provocar a la salud, no parece que tengamos mucho de qué preocuparnos. Ese daño no puede justificar prohibición alguna cuando estamos permitiendo al mismo tiempo que se produzcan daños mayores en el consumo de otras drogas legales, en la práctica de deportes de riesgo o en permitir malos hábitos alimentarios en un ejercicio insultante de inconsistencia y doble moralidad. Por ello, no se me antoja ningún motivo más fuerte y bello que la reclamación de la libertad como icono del activismo cannábico.

Libertad y buenos humos

Por Jose María Escorihuela Sanz.   @JmEscorihuela

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One Response

  1. Toda la razón, el único argumento válido es que me gusta consumir marihuana y debería tener derecho a hacerlo en libertad

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