Ya lo sospechaba, lo sabía, pero hoy he alcanzado la suprema sabiduría.
Resulta que llevamos reunidos desde el pasado domingo en un caserío unas cuantas personas y, ayer, nos pusieron alubias negras de Leiza para comer, con los sacramentos y cosas de ésas que se les echan. Bueno, pues anoche hubo concierto en el dormitorio corrido. Estábamos como unas catorce personas en la habitación y alguien rompió el fuego, la verdad es que fue con respeto, como sin querer, era una chica de Tolosa, tal vez acostumbrada a los efectos de las alubias, pero, cierto, comenzó ella. Fue un prrffff..., suave, sin efectos olfativos para el resto, pero ¡qué gracia nos hizo a los tenemos aún oído fino! ¡Y cómo nos animamos enseguida, con el dolor de tripas que teníamos almacenado por causa de la educación recibida! Serían las doce y media de la noche y nos destripamos de todos los modos: ¡prrffff, PRRAFFFF, PRRRRROOOOOOFFFF...! En el exterior del caserón andaríamos sobre los cuatro bajo cero, más o menos, abrimos ventanas y, lo puedo asegurar, las vacas se marcharon de la cercanía de las ventanas cuando abrimos. ¡Dios, qué peste! Claro, los marranos siempre somos los varones, pero, me fijé, alguna hacía: pffffff... ¡Y esos huelen...! Pedos sin ascensor siempre les hemos llamado, pero... ahora niegan, porque pedos vírgenes no huelen o no sé qué dicen de cosas de mujeres que ni idea... (yo pensaba que los culos no tenían sexo, pero...) Esta noche duermo solo, me parece que huelo peor que el resto, según dicen, por aquí tengo a los chanchos conmigo, mis gorrinillos, mis cerditos, y me han dejado un sitio. Como falta poco, espero tener mis doce bellotas y celebrar con mis nuevos amigos las campanadas de Nochevieja. ¡¡¡Feliz año nuevo!!!
Resulta que llevamos reunidos desde el pasado domingo en un caserío unas cuantas personas y, ayer, nos pusieron alubias negras de Leiza para comer, con los sacramentos y cosas de ésas que se les echan. Bueno, pues anoche hubo concierto en el dormitorio corrido. Estábamos como unas catorce personas en la habitación y alguien rompió el fuego, la verdad es que fue con respeto, como sin querer, era una chica de Tolosa, tal vez acostumbrada a los efectos de las alubias, pero, cierto, comenzó ella. Fue un prrffff..., suave, sin efectos olfativos para el resto, pero ¡qué gracia nos hizo a los tenemos aún oído fino! ¡Y cómo nos animamos enseguida, con el dolor de tripas que teníamos almacenado por causa de la educación recibida! Serían las doce y media de la noche y nos destripamos de todos los modos: ¡prrffff, PRRAFFFF, PRRRRROOOOOOFFFF...! En el exterior del caserón andaríamos sobre los cuatro bajo cero, más o menos, abrimos ventanas y, lo puedo asegurar, las vacas se marcharon de la cercanía de las ventanas cuando abrimos. ¡Dios, qué peste! Claro, los marranos siempre somos los varones, pero, me fijé, alguna hacía: pffffff... ¡Y esos huelen...! Pedos sin ascensor siempre les hemos llamado, pero... ahora niegan, porque pedos vírgenes no huelen o no sé qué dicen de cosas de mujeres que ni idea... (yo pensaba que los culos no tenían sexo, pero...) Esta noche duermo solo, me parece que huelo peor que el resto, según dicen, por aquí tengo a los chanchos conmigo, mis gorrinillos, mis cerditos, y me han dejado un sitio. Como falta poco, espero tener mis doce bellotas y celebrar con mis nuevos amigos las campanadas de Nochevieja. ¡¡¡Feliz año nuevo!!!