El molinero y su hijo
Un molinero iba cierto día con su hijo a la ciudad para vender su asno en el mercado. Por el camino se encontraron a un hombre montado a caballo, el cual riéndose, les dijo: "No sois sensatos, puesto que llevando un asno sin carga alguna, no montais en él ninguno de los dos".
El padre, que creyó justa la advertencia, mandó subir sobre el pobre burro al hijo.
El poco rato, un carretero, que por allí pasaba, gritó al hijo: "¿No te da vergúenza ir montado tan cómodamente, mientras que tu anciano padre va a tu lado a pie?". Al oir el joven esto se apeó del asno e hizo montar sobre él al padre.
No habían caminado mucho cuando una labradora, que llevaba un cesto de fruta en la cabeza, dijo al padre: "Sois un padre muy cruel, puesto que vais montado y vuestro hijo tiene que andar por la arena". Entonces el padre tomó a su hijo, lo sentó delante de él, y así continuaron su camino.
Algunos momentos después encontraron a un pastor que guardaba su rebaño, el cual, al verlos, exclamó: "¡Qué crueldad! ¡Ese pobre animal va a reventar bajo una carga tan pesada! Ambos se apearon del burro y el hijo dijo al padre: "No sé lo que vamos a hacer para que la gente esté contenta, tendremos que atar los pies del asno a un palo, echárnosle sobre los hombros y llevarle así al mercado".
"Ya ves hijo mío", le contestó su padre, "que nunca se puede complacer a todos, y que cada uno debe hacer lo que mejor le parezca, sin consultar con nadie, en tanto que lo que haga sea bueno".
(Christoph von Schmid)
Un molinero iba cierto día con su hijo a la ciudad para vender su asno en el mercado. Por el camino se encontraron a un hombre montado a caballo, el cual riéndose, les dijo: "No sois sensatos, puesto que llevando un asno sin carga alguna, no montais en él ninguno de los dos".
El padre, que creyó justa la advertencia, mandó subir sobre el pobre burro al hijo.
El poco rato, un carretero, que por allí pasaba, gritó al hijo: "¿No te da vergúenza ir montado tan cómodamente, mientras que tu anciano padre va a tu lado a pie?". Al oir el joven esto se apeó del asno e hizo montar sobre él al padre.
No habían caminado mucho cuando una labradora, que llevaba un cesto de fruta en la cabeza, dijo al padre: "Sois un padre muy cruel, puesto que vais montado y vuestro hijo tiene que andar por la arena". Entonces el padre tomó a su hijo, lo sentó delante de él, y así continuaron su camino.
Algunos momentos después encontraron a un pastor que guardaba su rebaño, el cual, al verlos, exclamó: "¡Qué crueldad! ¡Ese pobre animal va a reventar bajo una carga tan pesada! Ambos se apearon del burro y el hijo dijo al padre: "No sé lo que vamos a hacer para que la gente esté contenta, tendremos que atar los pies del asno a un palo, echárnosle sobre los hombros y llevarle así al mercado".
"Ya ves hijo mío", le contestó su padre, "que nunca se puede complacer a todos, y que cada uno debe hacer lo que mejor le parezca, sin consultar con nadie, en tanto que lo que haga sea bueno".
(Christoph von Schmid)