El Führer Roberto Kertesz

claudioacuna

Semilla
19 Febrero 2003
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health.groups.yahoo.com
Roberto Kertesz es médico Psiquiatra, Rector de la Universidad de Flores y uno de los introductores del análisis transaccional en la Argentina. En uno de sus libros informa a sus lectores que antes de saber del análisis transaccional los pacientes que él atendía se curaban pero no sabía el motivo por el cual sucedía eso. Después de haber aprendido esa técnica, leyendo libros sobre análisis transaccional, llegó a comprender la razón por la que él curaba a sus pacientes, dando así una base científica a su natural magia terapéutica.

El tratamiento psicológico convencional, de acuerdo a este superterapeuta, era de muy poca utilidad antes de la llegada del análisis transaccional. El psicoanális es extremadamente largo y poco satisfactorio para la gente que realmente sufre de trastornos emocionales y que necesita soluciones efectivas a sus problemas. Kertesz es partidario de aplicar, casi exclusivamente, terapia de grupo a sus clientes dado que, según este doctor, el neurótico se cura por si mismo si se le permite evolucionar en un ambiente apropiado. Este ambiente es el que él crea en sus sesiones, pero la razón principal de su inclinación por lo grupal parece ser la económica pues, con ese sistema, se puede atender a muchos pacientes simultáneamente a buen precio.

La interacción individual con el terapeuta, por lo general, se reduce a una sola entrevista inicial donde el doctor le vende a su cliente distintos panfletos y cuadernillos de autoayuda. Los grupos de Kertesz se componen de un número no menor de diez integrantes y en ellos él es la única estrella que brilla con luz propia a la vista de todos. El doctor es el más piola, el que se las sabe todas, el más macho, el supremo adivino, el que tiene la última palabra y el modelo a seguir. Una de sus frases es: "yo quiero que me tomen como modelo". Como todos los practicantes de la psicología humanista se describe como un decidido partidario de no diagnosticar a sus clientes pues, considera al diagnóstico como un torpe e injusto cartel con que la antigua psiquiatría condenaba a sus victimizados pacientes para siempre. El profesional define a la terapia psicológica como un simple aprendizaje de conductas apropiadas donde los clientes consultan a alguien que sabe más que ellos sin tener que considerase como padeciendo alguna enfermedad. Como consecuencia de esta filosofía el diagnòstico psicològico penderà como una amenaza contra aquel paciente que se oponga a sus designios. Es el cliente y sus desafortunadas actitudes los que podrìan obligar al terapeuta a confeccionarlo contra su voluntad.


La denominación de psicoterapia a lo que él hace se debe, más que nada, a una convención con la sociedad poco esclarecida que nos rodea y que no entiende de estas cosas como lo hacemos nosotros. De cualquier manera, el doctor habla de curación, psicoterapia, tratamiento, etc, pero si èste no resulta como lo pomposamente prometido, parecerìa ser que el alumno desaprueba el curso, debido a alguna incomprensible y maligna patalogìa mental de la que èste serìa el ùnico culpable, aunque lo lògico serìa suponer que fue precisamente èsta la razòn por la que vino a hacer terapia en primer lugar. Por supuesto que si el paciente que llega al grupo viene con algún diagnóstico hecho por la antigua psiquiatría, sus compañeros de terapia no tardarán ni treinta segundos en saber, por boca del mismo gurú, cual es el mote que se le ha colgado al desgraciado sujeto. Si bien Kertesz dice que no hay que diagnosticar a nadie se la pasa calificando a amigos y enemigos, como histéricos, psicóticos, psicopáticos, epilépticos y si esto no basta encuentra que éstos tienen en su cabeza una cosa jodida. Tendríamos que enteder que esta cosa jodida es imposible de definir en términos académicos pero, seguramente, tiene algo que ver con la maldad intrínseca del sujeto en particular el que nos importuna con sus negativas actitudes. Sus grupos son muy democráticos pero el que manda es él pues es el único capacitado en dominar el tema. Ésto no es por autoritarismo ni soberbia sino porque se da por sentado que los pacientes reconocen quien es el que sabe y por eso vienen a él en busca de ayuda y conocimientos. El pobre loco que no esté de acuerdo que se vaya y se pierda en la obscuridad para siempre con sus maldiciones.

Un referente permanente en los grupos terapéuticos de Kertesz es Adolfo Hitler. El nombre de este último personaje es mencionado en todas las sesiones dos o tres veces como símbolo de la maldad, la pretensión patológica de poder y contra quién todos nosotros debemos luchar si queremos sanar y al fin, ser verdaderos seres superiores como le es èl. Es un fenómeno pintoresco el que ocurre entre los dispensadores de la psicología humanista en lo referente a los nazis y al Führer. Por un lado sienten odio y temor por el insolente y ridiculamente pretensioso enano fascista que mora en el interior de todos sus potencialmente peligrosos pacientes y por el otro, una admiración secreta hacia los poderes simbólicos de ese maravillosamente terrorífico personaje en su esplendor.


Claudio Acuña
mailto:claudioacuna@yahoo.com
 
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