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Proliferan clubes cannábicos en Uruguay aun sin la reglamentación de la nueva ley

3 May, 2014, 16:00 PM
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Hace una década, fumar cogollo, la flor de la marihuana, era un privilegio que se daban solo algunos uruguayos, los más atrevidos, los que se arriesgaban a terminar tras las rejas por plantar cannabis. El resto de los consumidores debía conformarse con el prensado paraguayo, una “porquería”, según los activistas. Pero la situación cambió. Los militantes consultados coinciden en que Uruguay tuvo este mes la cosecha de marihuana más abundante de su historia. El país vive su primavera cannábica: pululan cogollos y florecen los clubes de cultivo.

La Asociación de Estudios del Cannabis de Uruguay (AECU) formó en julio del año pasado el primer club de membresía, que ya dio dos cosechas. Dirigentes de Proderechos también formaron su club y prueban por estas horas los primeros frutos. Por su parte, la Federación de Cannabicultores cuenta con cinco cultivos colectivos, sembrados en Montevideo, Florida, Paysandú, Tacuarembó y Rivera. El presidente de la federación, Julio Rey, dijo a El Observador que conoce al menos diez cultivos colectivos o clubes de cannabis.

Laura Blanco y Juan Vaz, de AECU; Camilo Collazo, de Pro Derechos; y Rey, consideran que el aumento de cultivos es exponencial. “No tenemos una encuesta, pero yo calculo que tiene que haber más de 50.000 cultivadores en Uruguay, porque el año pasado calculamos unos 20.000 y creo que este año se duplicó o creció incluso más”, dijo Blanco a El Observador.

La marihuana se siembra en agosto o setiembre y se cosecha en abril. Este viernes, AECU celebrará la fiesta de la cosecha en el club Barracas, en la esquina de Vilardebó y Zapicán. A las plantaciones al aire libre o en invernaderos se suman los cultivos in door (dentro de los hogares), que permiten más de una cosecha al año, pero son más costosos.

Antes de la reglamentación de la ley que regula el mercado de la marihuana, aprobada el 10 de diciembre de 2013, los clubes plantaron sus semillas. La ley establece que los clubes de membresía “deberán ser autorizados por el Poder Ejecutivo de acuerdo a la legislación vigente, y en la forma y condiciones que establecerá la reglamentación que se dicte al respecto”.

El club organizado por AECU “es el prototipo de los clubes de membresía” comprendidos en la ley, dice Vaz. Tiene 45 socios y 99 plantas que crecen in door, “por una cuestión de seguridad”, explica el activista. El robo de plantas es un delito cada vez más extendido; la denuncia policial del robo, un problema para el cultivador.

La ley establece tres formas de acceder a la marihuana: el autocultivo, la compra en farmacias y los clubes de membresía. Fuentes del gobierno explicaron a El Observador que el decreto reglamentario que ya fue redactado y está a estudio del presidente José Mujica establece que las vías de acceso a la droga serán excluyentes: los usuarios deberán elegir solo un camino. Por lo tanto, quienes integran un club no podrán cultivar plantas en sus hogares ni comprar en farmacias. En cualquiera de las opciones, los usuarios deberán registrarse ante el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca), según la ley.

Vaz, que estuvo preso entre noviembre de 2007 a octubre de 2008 y cumplió parte de su pena en el Comcar por plantar marihuana, considera que a pesar de que aún no existe el Ircca, el cultivo individual o colectivo es un camino ya permitido por la ley. “Es más productivo que los 45 socios ensayen un sistema social de producción que dejar que contribuyan durante estos meses con el narcotráfico”, sostiene.

La organización de los clubes varía. Mientras algunos tienen una tasa fija de 500 pesos por mes, aproximadamente, otros que cuentan con una decena de integrantes son más flexibles y realizan colectas y jornadas de trabajo. 

En todos los casos, los activistas coinciden en que el club no es una boca de drogas. Se trata, según Collazo, vocero de Pro Derechos, de “centros de ciudadanía” donde los usuarios defienden su libertad y derechos e intercambian conocimientos y experiencias. Rey coincide con esta visión: “Se trata de focos de ciudadanía más que de un simple cultivo colectivo donde pasas a buscar el faso una vez al mes y chau”.

Collazo explica que en su caso los socios aún no han definido el nombre del club. Las alternativas son Culc (Cultivando Libertad Uruguay Crece) o Generación P (por paraguayo). Collazo se siente integrante de la última generación que fumó el prensado del norte, al mismo tiempo que augura su muerte.

La demanda por adquirir conocimientos sobre la marihuana aumentó junto a las plantaciones. La Federación de Cannabicultores y AECU realizan periódicamente cursos sobre cultivo, secado y curado de plantas. Desde diciembre, la federación realizó cinco cursos, la mayoría en el interior del país, con un promedio de 50 participantes cada uno. 

Por su parte, AECU cuenta con una sede y una biblioteca sobre marihuana y sus usos. El 12 de abril, AECU organizó junto a Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay (Ielsur) la Conferencia sobre pericias cannábicas en el Ministerio de Educación y Cultura uruguayo. La conferencia, que contó con tres expositores, uno de ellos, Chris Conrad, perito de la justicia californiana especializado en marihuana, estuvo dirigida a jueces y fiscales uruguayos.

El aumento en los cultivos estuvo acompañado por cambios en el Poder Judicial. Desde 2011, ningún cultivador defendido por AECU fue procesado con prisión. Sin embargo, la Policía sigue deteniendo a los cultivadores y rompiendo sus cosechas. La última detención registrada por AECU fue el 15 de abril en Paso de la Arena. La Policía incautó cuatro plantas con una producción estimada en 3.500 gramos. El cultivador había registrado en AECU la cosecha con fines medicinales. Tras la defensa del abogado Martín Fernández, representante de la organización, la Justicia archivó la causa. 

Para evitar las detenciones policiales, los activistas prefieren ocultar sus plantas. El secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, dijo a El Observador que los cambios en el sistema serán “progresivos”, que “algunos jueces lo entenderán más que otros” y que “todo el mundo se tiene que formar”. Por esa formación ciudadana y judicial militan los activistas, quienes, contentos con la cosecha de abril, comparten los frutos de su lucha

Fuente ElObservador

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