Un empresario abrió el primer coffeeshop o club de la sudafricana ciudad de Johannesburgo y por lo tanto, el primero del continente africano.
En un edificio de un barrio de Johannesburgo abrió lo que podríamos llamar el primer club o coffeeshop de Sudáfrica y por ello el primero de estas características de toda África. Su propietario, Frank L, ha inaugurado el local con un nombre críptico, aclarador para los entendidos y clientes, y muy poco revelador para los que no lo son.
En la actualidad, la legalización del cannabis en Sudáfrica se esta discutiendo, aunque su Tribunal superior de Cabo Occidental hace unos meses dictaminó que el cultivo personal y privado en el hogar era constitucionalmente legal.
Para Frank L, quien abrió su negocio el mes pasado, éste aún podría ser cerrado. Aunque dice que ya está cansado de esconderse y de esperar la evolución social y de la ley para ponerse al día con la realidad.
En el primer mes han pasado a través de sus puertas más de 1.300 personas. “La gente solo quiere un lugar donde poder consumir, un espacio social, fresco y seguro”, dice Frank.
Las variedades ofertadas son Bliss, pineapple, honeycomb y boss cheese; y sus precios van desde R180 (10 euros) a R800 (47 euros) por gramo. También se pueden adquirir extracto para vaporizar y brownies de dagga que han sido todo un éxito, de hecho ya se le anima para que abra una pastelería especializada.
El local en su interior de varios pisos y esta pintado y decorado como un parque de tráfico para los más jóvenes, con calzadas, señales y semáforos dibujados en sus paredes y en el suelo. Las mesas y los letreros, además de estar decorados con temas cannabicos, son más explícitos en lo que el local se centra. También y por supuesto, los juegos de mesa, billares, maquinas de palomitas o un mostrador con comida y otro con parafernalia se puede encontrar en este primer coffeeshop o club de cannabis sudafricano.
Evidentemente, espacios para el consumo con más oscuridad, luces de neon y cómodos asientos o sofás, también se encuentran los clientes o visitantes. Además, insinuantes decoraciones hacen de este local un espacio atractivo a la mirada.
“Nunca hay peleas ni nada de eso”, dice un cliente y otro dice que fuma para evitar la ansiedad. “Recibo gente de todos los ámbitos de la vida”, dice Frank L. Sus patrocinadores incluyen un juez, élite políticamente conectada y corredores de bolsa. También hay estudiantes, hombres de negocios en períodos de almuerzo extendidos y aquellos que buscan cannabis para aliviar enfermedades médicas.
“Los sudafricanos han necesitado una cultura de coffeeshop de cannabis durante años. Este local es solo el comienzo”, dice su artífice, que ya piensa en un segundo establecimiento.
