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Carta del lector. Medicina de Hombre Negro

22 November, 2014, 21:00 PM
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Hola amigos. Soy Maxi de los pagos de Ramos Mejía (Argentina). Les cuento que la maría forma parte de mi vida desde mi adolescencia. Al principio de los 90´, la verdad, el faso que llegaba era de muy mala calidad, por lo que en ese momento no seguí utilizando maconha más que cuando pintaba.

Años después, tuve en mis manos “Cultura Cannabis” de Alicia Castilla. Recién iniciado este siglo la planta llegó y todo cambió. Es que la ciudad de la furia había hecho meya en mi salud emocional y había tornado mi vida un desastre. El porro me cambió todo. Me calmé, conseguí nuevo trabajo. Ver crecer mi jardín y conocer del tema me consolidaron como defensor de la planta.

Con Gi, mi compañera, juntamos los ombligos hace unos cinco años y en los primeros días de enero, este año, nos llegó la noticia de que ya éramos tres. El embarazo comenzó con un viaje a las sierras de Córdoba, la THC n° 32 bajo el brazo y a la ruta. Se sabe que los primeros tres meses de embarazo suelen haber complicaciones. Llegaron los vómitos y los dolores, llegaron los calores y el llanto. Acto seguido, llegó maría. Un par de pitadas lograban que mi mujer encuentre su equilibrio y salga a la vida con una pancita que recién se podía notar cuando nos sentábamos al costado de un rio. El embarazo continuó y durante toda la gestación, cada tanto, el faso ayudaba.

Ya en Buenos Aires nos contactamos con un obstetra, que tenía más intenciones de hacer dinero que mantener sana a mi familia. Después de un par de encuentros la despedida que Gi le pronuncio al medico fue: “el mes que viene si no venimos siga sin nosotros”, y nos fuimos. El siguiente obstetra pertenecía al plantel de una conocida clínica del barrio de once y ante el comentario de nuestra intención de hacer todo lo posible por llegar a un parto natural, empezó a poner peros y hasta maltrató a mi compañera. Desde ese momento no tuvimos otro obstetra dentro del sistema.

Es que la medicina también nos enfrenta con “prohibiciones”, y el parto es un ámbito en el cual la futura madre esta desnuda frente a un sistema que no busca mejorar lo que hay, sino que las parturientas se adapten a las necesidades de los médicos, necesidades que van desde lo económico a intervenir en un parto sin necesidad u obligar a parir acostadas, entre otros tantos ejemplos. Y nuevamente nos sentimos chivados del sistema.

Días después del episodio en la clínica, recurrimos a un grupo de puerperio y crianza humanizada que se reúne los miércoles por la tarde en el barrio de Floresta y todo cambió. Nos encontramos con Elena, psicóloga con gran experiencia en gestación y crianza, y Dany partera/obstetra que coordinaban los grupos. Es aquí, en este ámbito que tuvimos real contención y apoyo. Es aquí también donde con Dany planteamos la posibilidad de tener a Simón en casa.

Tiempo después me encontré en una hermosa mañana de viernes del mes de septiembre armando uno, para subir a la terraza y hacer el aguante a Gi con los dolores de parto. Es que había teniendo contracciones desde el lunes y se estaban haciendo mas fuertes y seguidas. Alrededor de las cinco de la tarde llegaron Dany y Mary, una partera Douglas, a asistir el nacimiento de mi hijo.

La tarde terminó, la luz se fue y bajamos a la casa para continuar con el trabajo de parto. Sin dudas fueron los momentos más intensos de nuestras vidas. La casa se llenó de sonidos sordos, el olor se tornó único, el parto estaba entre nosotros. Las últimas horas de la tarde se fundieron con la noche y Simón no llegaba. Pasamos de la cocina al living, a la bañadera, a la habitación y todo el esfuerzo en cada lugar estaba amorosamente apuntalado por las chicas, pero el dolor en cada contracción aniquilaba las fuerzas de mi compañera.

Las caras de las parteras nos decían que el parto se estaba convirtiendo en un traslado a una institución. De nuevo al sistema con sus prohibiciones. Le pregunté a Dany como veníamos y me dijo que mi hijo nacería hoy, en casa o en un hospital, pero que cuanto mas cansados estarían Gi y Simón mas difícilmente tendríamos un parto natural. Fue así que nuevamente en la bañadera redoblamos los esfuerzos mientras las chicas descansaban. Le propuse a Gi que descanse y retome energías para hacer un último intento dado que de otra forma tendríamos que correr al hospital y todo el mundo se nos cayó enzima. Me gritó desgarradamente que no podía descansar, las contracciones venían y quedaba destrozada después de cada una. Y mi cabeza me llevó a la cocina donde había una linda tuca y tras mi cabeza salió disparado mi cuerpo, prendí el faso y corrí al baño nuevamente.

Con mi pareja a la marihuana le decimos “medicina de hombre negro”, una pavada que se nos ocurrió hace años y pasó a ser norma. Pero en esta ocasión le suministre un poco de “medicina” a mi parturienta mujer. Como quien hace algo con desconfianza le dio una primera pitada y se hundió lentamente un poco mas en el agua tibia, sus músculos se relajaron después de una noche demoledora. Otra dosis la dejó preparada para el acto mas animal que alguien pueda transitar en su vida, se puso de pie en la bañadera, nos miramos a los ojos y esperamos que llegue la contracción.

Con las manos aferradas en mí y en la pared, alzó la mirada y gritó desde su vientre. Primero la cabeza y luego todo mi hijito pasaron ante mis ojos. De la nada las chicas estaban alrededor nuestro, sus miradas lo decían ¡Esta todo bien!

Mary me dijo: “piel con piel”. Rápidamente entendí, me saque la remera y en instantes estaba Simón en mi pecho tapado con una toalla agarrado de mi chiva fuertemente a la vida. Por Maxi Bistol

 

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