cultivo invierno
Son muchos los cultivadores a los que se les termina en primavera la maría que cosecharon en otoño. Especialmente aquellos que no cultivan muchas plantas en verano, por falta de espacio o para no tener problemas con las fuerzas del (des)orden, pueden sacar un gran partido de la cosecha invernal. También es una buena idea para aquellos fanáticos que no quieren dejar de plantar en todo el año para no perder el “tacto”. Esta cosecha suele ser menor que la de verano, pero permite seguir aprendiendo de las plantas sin mucho trabajo ya que al hacer menos calor no necesitan tantos riegos.
El ciclo natural del cannabis comienza en la primavera al germinar las semillas o cañamones. La planta se desarrolla a la par que los días se alargan. Continúa creciendo hasta el final del verano cuando las horas de luz vuelven a acortarse y las noches crecen. La floración comienza al alcanzar las noches unas nueve o diez horas de duración, en julio o principios de agosto. Las marías acaban de florecer y están maduras para su recolección cuando los días y las noches duran unas doce horas; más o menos a finales de septiembre o principios de octubre. Estos datos no son absolutos ya que hay muchas variedades que comienzan a florecer o están maduras antes o después de estas fechas. Sin embargo, para variedades que llevan años cultivándose en la Península Ibérica y están por tanto bien aclimatadas, estas fechas se cumplen a rasgos generales.
¿A que viene este rollo? Resulta que entre los meses de febrero a abril las noches se van reduciendo desde catorce horas hasta diez horas. Y esto es perfecto para la floración. Es decir, en la península hay dos épocas buenas para que la marihuana florezca: la primavera y desde el final del verano al principio del otoño.
Salvo en zonas costeras o en las islas, las temperaturas mínimas de diciembre y enero suelen bajar de los 5-10º C. Estas temperaturas no permiten cultivar porque las plantas no las resisten bien. Si contamos con un pequeño invernadero que mantenga la temperatura más alta, sí podremos cultivar todo el año. Los días a partir de febrero suelen ser más cálidos y en muchas zonas las plantas resisten bien. En general, sacaremos las plantas al exterior cuando las temperaturas no bajen de 10º C.
Para hacer una cosecha de invierno hay que sembrar las semillas entre octubre y enero en el interior de casa, donde las temperaturas son más cálidas. El lugar ideal es frente a una ventana orientada al sur. Cuantas más horas de sol reciba la planta, mejor.
Un buen sistema de germinar las semillas consiste en colocarlas entre dos hojas de papel de cocina dobladas y mojadas, dentro de un recipiente con tapa, para que la humedad se mantenga. Hay que controlar las semillas cada pocas horas ya que se deben plantar en cuanto se abren y asoma la raíz. Las semillas germinadas se plantan a unos 5 mm. de la superficie y con la raíz que asoma apuntando hacia abajo. Unos días después la plantita saldrá a la superficie.
Las macetas de plástico negro no son aconsejables para plantar en verano porque se calientan demasiado. Sin embargo, en la cosecha de invierno son una ayuda. La maceta se calienta al sol y conserva el calor largo rato. De este modo las raíces no sufren tanto la bajada de temperaturas. El cannabis soporta mejor el frío en las hojas y las ramas que en las raíces. Si las macetas descansan directamente sobre el suelo se enfrían mucho y la maría no crece bien. Una buena solución consiste en elevar la maceta un poco, separándola del suelo con una tabla de madera o un trozo de corcho que haga de aislante. Así las raíces estarán algo más calientes.
Desde que nace la planta, para evitar que florezca, tenemos que alargar artificialmente la duración de los días hasta las 16 o 18 horas. Como en invierno anochece a las cinco o las seis de la tarde, hay que iluminar la planta desde el atardecer hasta medianoche. Es mejor si todos los días la luz se enciende y apaga a la misma hora, pero no es imprescindible. La idea es que el cannabis no tenga el periodo de 12 horas de oscuridad que desencadena la floración hasta que no sea lo suficientemente grande como para dar una buena cosecha.
Un fluorescente o una halógena dan una cantidad de luz suficiente para evitar que la planta florezca pero no para que crezca y se desarrolle. Este sistema funciona si contamos con un balcón, terraza o jardín bien soleado. El sol se ocupará de hacer crecer a la planta y la luz artificial tan sólo de que no florezca. Si no tenemos acceso a un lugar soleado, las plantas necesitarán mucha más potencia de luz. Que nadie intenté cultivar interior total (sin sol) sólo con un fluorescente o una halógena, no se puede.
Si no se usa luz artificial para impedir la floración, el cannabis comienza a florecer tan pronto como su tamaño se lo permite. Normalmente esto da lugar a plantas muy pequeñas con pocos cogollos. Aunque la planta vivirá sana, la cosecha será muy pequeña y, si no ha recibido mucho sol, poco potente. Por esto es recomendable poner luz artificial para completar el fotoperiodo de la planta.
Mientras consigamos que la planta tenga 16-18 horas de luz diarias, con varias horas de sol directo, seguirá creciendo sin empezar a florecer. A principios de febrero dejaremos de darle luz artificial para que el cannabis tenga días más cortos y comience la floración. Si las temperaturas nocturnas no bajan de los 8 o 10ºC se pueden sacar las plantas al exterior.
El cambio de fotoperiodo se acompaña de un cambio de fertilizante. El abono de crecimiento se sustituye por uno de floración. Los abonos llevan siempre en la etiqueta las letras N.P.K. seguidas de tres números que indican la cantidad de nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) que contienen. Los fertilizantes para el crecimiento del cannabis deben ser altos en nitrógeno (N) y los de floración altos en fósforo (P). El potasio (K) es necesario en todo momento. En invierno el sol calienta menos que en verano porque está más lejos de la Tierra. La luz llega más débil y las plantas no crecen tanto por lo que necesitan menos abono y mucho menos riego que en verano.
Los fertilizantes son necesarios para un buen desarrollo del cannabis, sobre todo si está en macetas, pero el exceso puede ser muy perjudicial. Para evitar quemar las plantas lo más indicado es poner la mitad o la tercera parte de lo que diga la etiqueta. Siempre se podrá abonar de nuevo más tarde si es necesario.
Si las hojas de la marihuana están bien verdes y la planta va creciendo, lo más probable es que tenga los nutrientes que necesita. Si nos hemos pasado de abono, el cannabis cogerá un color oscuro, pero las hojas presentarán las puntas quemadas o retorcidas y el crecimiento muchas veces se parará. Por el contrario si el cannabis va perdiendo color, adquiere un tono verde claro o amarillento y el crecimiento es escaso, es necesario abonar. No hay que confundir los síntomas de una carencia de nutrientes con la caída y amarilleamiento, totalmente normales, de las hojas más grandes a lo largo de la floración.
La floración comenzará en febrero y las plantas estarán listas en abril. Aunque el cannabis invernal no suele crecer tanto y hace cogollos más pequeños, la calidad puede ser muy buena. ¿Y a quién no le gusta cosechar en abril? Además, una gran ventaja de cultivar en invierno y primavera es que apenas hay ni insectos ni plagas que ataquen a las plantas.
Es posible que alguna de las plantas salga muy buena e interese revegetarla para sacarle otra cosecha. Recogeremos los cogollos sin cortar la planta, respetando las hojas y cogollitos más bajos como si hiciéramos una buena poda. Después hay que abonarla con un fertilizante alto en nitrógeno que favorece el crecimiento. Si todo va bien, la planta comenzará a brotar nuevas hojas en un par de semanas. Las plantas cosechadas en abril y regeneradas crecerán a lo largo de la primavera y parte del verano. Se llenarán de cogollos en agosto y septiembre con la cosecha normal de verano