Tengo años suficientes como para tener perspectiva de la evolución del sistema educativo. Durante los años cincuenta y sesenta todavía la mayoría de los españoles vivían en pueblos, en zonas rurales, adscritos a la escuela pública y al maestro, recibiendo una enseñanza cuya calidad dependía de la persona del maestro. Si el maestro era bueno, los chavales recibían una buena enseñanza, si era malo o mediocre, así resultaba también la enseñanza. Dicho sea de paso, había que luchar contra los padres que se oponían a que sus hijos fuesen a la escuela, porque les podían "malear" o privar de una mano de obra en los quehaceres cotidianos. Aún hoy quedan rescoldos de ese tipo de mentalidades. En las ciudades también había escuelas públicas, municipales o estatales, con maestros, escasos recursos (igual que sucedía en los pueblos), muchas bofetadas y castigos y educación básica hasta los diez años de edad. Esta educación no se diferenciaba mucho, la verdad, de la que se impartía por la enseñanza privada, regida casi en exclusiva por colegios religiosos católicos. A partir de los diez años los niños de las escuelas comenzaban el bachillerato y se impartía ya en los institutos de enseñanza media, con separación absoluta de sexos (igual que sucedía en las escuelas de las ciudades, por regla general). Los institutos estaban regidos por seglares, catedráticos de instituto y profesores de enseñanza media, estando al cabo del día los suspensos, castigos y expulsiones. Pese a todo los niños éramos muy traviesos y nos subíamos a las barbas de los profesores.
La calidad de la enseñanza en los institutos era buena, incluso mejor que la mayoría de los centros privados. Recuerdo que, en el instituto en que yo estudié, había un laboratorio de química (con matraces viejos y tal) y una pequeña colección de flores y de insectos disecados. No había medios para prácticas, esa es la verdad. El gimnasio estaba en el sótano del edificio y no se utilizaba, por falta de calefacción y exceso de humedad, así que salíamos a hacer la gimnasia a un estadio próximo que estaba al aire libre, a helarnos el moco. Pero ninguno de los colegios privados tenía entonces ni siquiera gimnasio, apenas un patio con dos porterías y el consabido frontón, de techo bajo. Los deportes que se practicaban en el recreo eran el fútbol, la pelota a mano y algo de baloncesto y balonmano, pero muy poco.
Así que, quien tenga la idea de que en los años cincuenta o sesenta los colegios privados tenían de todo, tiene una idea errónea, casi ningún colegio tenía casi de nada. Estuve un año interno en un colegio, en un lugar con un clima más húmedo que el de Galicia, en el valle de Baztán, que no tenía calefacción. Era un colegio construído a principios del siglo XX y no habían hecho casi ni pintar. Durante los meses del crudo invierno íbamos a recoger troncos, para partir madera y alimentar con ella la estufilla que había en la clase y cuya chimenea salía por un agujero practicado en una de las ventanas. Cuando soplaba el viento hacia la ventana se llenaba la clase de humo y había que abrir puerta y ventanas, para ventilar. Esa estufa sólo calentaba hasta un metro de distancia. Los dormitorios carecían de calefacción alguna. Y era un colegio privado y caro.
Los medios para la educación en España aumentaron de acuerdo con el aumento del nivel de vida y del bienestar general. A comienzos de los años setenta se implantó el bachillerato nocturno (el cual cursé) y la universidad a distancia (que también cursé cuando estudié Ciencias Económicas), y vivía aún Franco. No ha sido labor del gobierno socialista precisamente generar las condiciones adecuadas para que la gente estudiase. En Pamplona, concretamente, se pasó de un único instituto de enseñanza media que hubo hasta los años sesenta a crear nuevos institutos a finales de los sesenta y comienzos de los setenta. Así, de haber sólo el instituto Príncipe de Viana (femenino) y Ximénez de Rada (masculino) sito en un único edificio, se pasó a construir el Navarro Villoslada en Ermitagaña y el Irubide en Chantrea, aún viviendo Franco.
Entonces la gente no pagaba impuestos, solamente se pagaba impuestos por parte de las empresas (el llamado ITE o impuesto sobre tráfico de empresas), así que era casi milagroso que el Estado tuviese medios para hacer nada. En Navarra teníamos nuestro propio sistema y no dependíamos para casi nada del Estado, porque los impuestos se recaudaban por la Diputación Foral.
Termino: Yo terminé mis estudios de bachillerato y pude entrar en la universidad viviendo Franco y pagando apenas una cantidad simbólica en el instituto nocturno así como en la UNED, estudiando y trabajando. Hoy en día dudo mucho, para empezar, que más de uno pueda encontrar trabajo estable con la edad de veinte años y que, además, le permita salir a tiempo para asistir a clases a las siete de la tarde. Cualquier comentario acerca de que, en estos temas, cualquier tiempo pasado fue peor, es pura demagogia, hemos retrocedido en derechos laborales unos cien años y eso sí que es mérito de quienes trajeron las ETT y los contratos temporales, que no fueron otros que los gobiernos del PSOE allá a principios de los noventa.
La calidad de la enseñanza en los institutos era buena, incluso mejor que la mayoría de los centros privados. Recuerdo que, en el instituto en que yo estudié, había un laboratorio de química (con matraces viejos y tal) y una pequeña colección de flores y de insectos disecados. No había medios para prácticas, esa es la verdad. El gimnasio estaba en el sótano del edificio y no se utilizaba, por falta de calefacción y exceso de humedad, así que salíamos a hacer la gimnasia a un estadio próximo que estaba al aire libre, a helarnos el moco. Pero ninguno de los colegios privados tenía entonces ni siquiera gimnasio, apenas un patio con dos porterías y el consabido frontón, de techo bajo. Los deportes que se practicaban en el recreo eran el fútbol, la pelota a mano y algo de baloncesto y balonmano, pero muy poco.
Así que, quien tenga la idea de que en los años cincuenta o sesenta los colegios privados tenían de todo, tiene una idea errónea, casi ningún colegio tenía casi de nada. Estuve un año interno en un colegio, en un lugar con un clima más húmedo que el de Galicia, en el valle de Baztán, que no tenía calefacción. Era un colegio construído a principios del siglo XX y no habían hecho casi ni pintar. Durante los meses del crudo invierno íbamos a recoger troncos, para partir madera y alimentar con ella la estufilla que había en la clase y cuya chimenea salía por un agujero practicado en una de las ventanas. Cuando soplaba el viento hacia la ventana se llenaba la clase de humo y había que abrir puerta y ventanas, para ventilar. Esa estufa sólo calentaba hasta un metro de distancia. Los dormitorios carecían de calefacción alguna. Y era un colegio privado y caro.
Los medios para la educación en España aumentaron de acuerdo con el aumento del nivel de vida y del bienestar general. A comienzos de los años setenta se implantó el bachillerato nocturno (el cual cursé) y la universidad a distancia (que también cursé cuando estudié Ciencias Económicas), y vivía aún Franco. No ha sido labor del gobierno socialista precisamente generar las condiciones adecuadas para que la gente estudiase. En Pamplona, concretamente, se pasó de un único instituto de enseñanza media que hubo hasta los años sesenta a crear nuevos institutos a finales de los sesenta y comienzos de los setenta. Así, de haber sólo el instituto Príncipe de Viana (femenino) y Ximénez de Rada (masculino) sito en un único edificio, se pasó a construir el Navarro Villoslada en Ermitagaña y el Irubide en Chantrea, aún viviendo Franco.
Entonces la gente no pagaba impuestos, solamente se pagaba impuestos por parte de las empresas (el llamado ITE o impuesto sobre tráfico de empresas), así que era casi milagroso que el Estado tuviese medios para hacer nada. En Navarra teníamos nuestro propio sistema y no dependíamos para casi nada del Estado, porque los impuestos se recaudaban por la Diputación Foral.
Termino: Yo terminé mis estudios de bachillerato y pude entrar en la universidad viviendo Franco y pagando apenas una cantidad simbólica en el instituto nocturno así como en la UNED, estudiando y trabajando. Hoy en día dudo mucho, para empezar, que más de uno pueda encontrar trabajo estable con la edad de veinte años y que, además, le permita salir a tiempo para asistir a clases a las siete de la tarde. Cualquier comentario acerca de que, en estos temas, cualquier tiempo pasado fue peor, es pura demagogia, hemos retrocedido en derechos laborales unos cien años y eso sí que es mérito de quienes trajeron las ETT y los contratos temporales, que no fueron otros que los gobiernos del PSOE allá a principios de los noventa.