Año 1976, futbolines centro ciudad, frente comisaría de policía. Ignacio me llama, voy corriendo, tengo 10 años, él 16. "Dile a Javi que te de ESO". Javi juega a la petaco, pero puede que dejase escapar la bola porque vino rápido. Sobre la mesa de billar del fondo, sacó un envoltorio en papel de plata. Pregunté qué era. Como yo sospechaba, un porro. Fue una simple decisión, llevaba tiempo oyendo hablar de ello y ansiaba probarlo. Aparece otro del grupo, también 16 años como Ignacio, "no le déis al chaval". "Si hombre sí, yo FUI a pedírselo a Javi", dejando clara mi crucial aportación. Ignacio dice "no le toques los güevos al chaval". Y le pegué una pitada y aguanté el humo lo que pude, luego dio dos vueltas más. No problema para mí, llevaba fumando tabaco un par de años, mayormente Sombra o Fortuna mentolao que le chorizaba a la tía Gloria. Me colocó. Era costo recién traído de Marruecos por el hermano mayor de Javi.
Llegué a casa flipao, y mi madre que era muy cariñosa me dijo que traía los ojos rojos, pero como siempre andaba debilucho y tras un rato me puse normal, lo achacó a una alergia pasajera. Desde entonces hice una carrera hasta los 16 de la que Gonzalo Robles estaría orgulloso de mostrar como prueba de sus alarmas.
Hoy hace un trallón de años que no consumo otra cosa que canutos, esos me quedaron. 30 años después de aquel canuto tengo una buena vida, pero una salud de mierda. Cambiaría ya mismo una cosa por la otra.
Cada persona es un mundo, pero chavales, creedme que nos parecemos la hostia. Un solo consejo: escuchad "You're the first, the last, my everything" de Barry White y si sois capaces de no ponerse a bailar, es que vuestro cerebro está afectado. Ritmo funky maestro, paisa.
10 años tenía, digo.