El momento presente (II)

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
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Près de la France
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Recuerdo mucho la vida tan angustiada que llevaba mi madre adelantando siempre tragedias, la mayoría de las cuales nunca llegaron a ocurrir, pero realmente las vivía por adelantado. Jamás terminé muerto tras mis interminables noches de borracheras, nunca terminé en la prisión o sentado en un banquillo como acusado; sí es cierto que el que la sigue la consigue y alguna vez tuve que acabar en el Hospital o en las dependencias policiales, por broncas y accidentes, pero esto sucedió pocas veces y mi madre sufrió mucho, con lo que, cuando realmente me sucedió, me trataba como si me hubiera sucedido siempre, o sea, me trataba como si me hubiese pasado la vida en el Hospital o ante la Policía.
Es una tendencia relativamente frecuente, sobre todo en las madres, vivir por anticipado las tragedias, imaginar lo peor y regodearse en esa mala experiencia, en una especie de masoquismo incontrolado que conduce a tener una mala calidad de vida. Esto sucede, generalmente, porque las madres no terminan de asumir que ese hijo no es ya alguien dependiente de ella, como lo fue en el pasado, sino otra persona distinta y con derecho propio a decidir sobre su propia vida si es mayor de edad legal.
Claro, tenemos las personas un ego muy definido y que conocemos muy poco, pero es el que nos suele dominar a edades tempranas y que puede terminar convirtiéndonos en personas sin presente. Cuando una madre imagina y vive la tragedia que presiente va a suceder con su hijo no está atenta al momento presente, a "su momento presente" sino a un falso futuro y en "el momento del otro, que es su hijo". Estas personas tienden a fantasear (en este caso, negativamente) sobre el futuro y, generalmente, tienden a revivir también el pasado. Por eso, cuando yo le preguntaba a mi madre: -¿por qué no te dedicas a vivir tu propia vida y me dejas en paz?, que no me va a pasar nada-, me decía: -¿cómo que no te va a pasar nada, no te acuerdas de cuando te caíste en no sé dónde?- y le contestaba: -¡joé, mamá, de eso hace ya quince años!
Es decir, la tendencia del ego es la de evitar el momento presente porque ese ego sólo puede sobrevivir en la fantasía del pasado y en la del futuro.
Cuando vamos dejando de ser niños dependientes de nuestros padres, es decir, cuando ya no dependemos de la teta materna, de andar aúpa, etc., nos vamos, poco a poco, intentando soltar de ellos, porque lo que un niño quiere, realmente, es ser mayor, poder ser alto, fuerte, valerse por sí mismo, no obedecer siempre y a todo el mundo. Sobre todo antes, en que la vida era: ¡niño, no hagas esto, niño, no hagas aquello, no, no, no...! Pero para poder un niño que todavía no puede trabajar, no puede ganar dinero, no puede realmente valerse por sí mismo, romper ese vínculo de dependencia y de obediencia necesita un ego, una personalidad propia. Dado que a tempranas edades la personalidad está en desarrollo el niño crea un "YO" ficticio y nace el EGO. Ese ego es el que le dice al niño, el que convence al adolescente, todavía continúa con el joven y se enfrenta ya con el adulto, que "él es el auténtico", el genunino personaje, y comienza a dominarnos sin que nos demos cuenta.
Ese ego nos tiene ensoñando el pasado y el futuro, nos hace imaginar chicas maravillosas, loterías cargadas de millones, planes fantásticos de futuro, lo que podríamos haber hecho en las pasadas vacaciones y que nos hacemos el firme propósito de hacerlo en las próximas, etc. Pero hay algo que nos impide hacer lo que nuestro ego nos hace imaginar y no sabemos bien lo qué es, pero se trata de nuestra auténtica personalidad, aplastada y subyugada por el ego.
Por eso, cuando nos volcamos plenamente en algo que estamos haciendo, sufrimos y disfrutamos como nunca, porque nos hemos olvidado de nuestro ego, estamos plenamente vivos en el presente y no imaginando pasado o futuro alguno. Pero el ego no se rinde fácilmente y, cuando pasa esa entrega al momento presente y nos relajamos, hace acto de presencia, nuevamente, haciéndonos imaginar que eso que hicimos pudimos hacerlo mejor y que podemos ahora imaginar cómo será la próxima vez. No es nada fácil desprenderse del ego, hay que tener ya muchos años de vuelo y saber cómo se comporta, porque nos conoce perfectamente desde que éramos niños y nosotros necesitamos años para conocerlo, incluso me atrevería a decir que la mayoría de las personas no consiguen desprenderse de él jamás en su vida.
Podemos hacer una prueba y analizar la cantidad de pensamientos no buscados que rondan nuestra cabeza, sobre todo las ideas no deseables o negativas, a las que dediqué cantidad de tiempo y de capítulos en este mismo foro: escuchad vuestros pensamientos e intentad estar sin pensar absolutamente en nada, prestando atención al próximo pensamiento que intentará salir de vuestra mente. En esta experiencia, conseguiréis probablemente estar unos momentos sin pensar en nada, con la mente en blanco, habréis acallado por unos segundos a vuestro ego que se habrá quedado sorprendido, como descubierto. Es la antesala de la meditación transcendental y del camino que conduce al autodescubrimiento y, aunque sea solamente por un momento, habréis conseguido iniciar un camino hacia el auténtico SER.
El ego vuelve y vuelve repetidamente a por nosotros, a intentar dirigir nuestras vidas y se venga, se revuelve, patalea, si no le hacemos caso, si no le dejamos dirigir nuestro destino y nuestro tiempo; nos acompañó en las largas horas de aburrimiento estudiando, en las horas de aburrimiento en soledad, cuando las cosas no iban bien y ese amor no nos correspondía, cuando nuestros padres no nos dejaron cumplir ese sueño, etc. ¿Cómo iba a consentir el ego que le demos ahora ese pago? Pues no, insistirá e insistirá hasta vencernos y convencernos de que él nos protege y nos acompaña, de que realmente nosotros somos él, llevándonos de nuevo a ensoñar el pasado y a imaginar el futuro, como le gusta a él, porque el ego no puede sobrevivir en el momento presente, cuando nos volcamos "en presencia" a lo que estamos haciendo AHORA.
Esto, naturalmente, tiene que ver con la marihuana y con el consumo compulsivo, y tiene relación con la sociabilidad, con la angustia vital, con la depresión, con la esquizofrenia, con la paranoia, etc. Si la marihuana sirve para incrementar la ensoñación de pasado y futuro y para evadirse del presente, estamos fumando para reforzar nuestro ego, nos estamos destruyendo como personas, nos estamos evadiendo del momento presente, del ahora, estamos viviendo de espaldas a la realidad. La marihuana, no nos engañemos, no es una sustancia inocua, como tampoco lo es el alcohol, son sustancias que modifican a partir de cierta dosis nuestro estado mental y nuestra percepción de la realidad, del entorno. Una persona que bebe alcohol puede relacionarse con el entorno, hasta cierto punto de dosis, a partir de ese punto el bebedor se convierte en borracho y, a partir de cierta frecuencia de borracheras, en alcohólico más o menos crónico. Esta es la cruda realidad y el alcohólico se queda solo, sin relación con los demás, ensoñando su pasado y su futuro, de espaldas al momento presente.
Con la marihuana, si fumamos y nos aislamos del entorno, de los demás, sucede exactamente lo mismo, con lo que precisamos tener un sustitutivo adecuado que, tanto en el caso del alcohol como el de la marihuana o de cualquier otra sustancia, reemplace la relación con los demás por otra actividad que nos permita seguir aferrados al momento presente, como por ejemplo cantar, escribir, pintar, crear algo, hacer algo AHORA.
Bueno, nada más, es lo que os quería decir, espero que a alguien le sirva de reflexión o le ayude en algo.
Para ahondar más, recomiendo el libro de Eckhart Tolle, "El poder del ahora", Editorial Gaia Ediciones, S.A. (publicado en 1997) ISBN84-8445-034-1. http://www.alfaomega.es
 
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