Digo. Hace tres semanas, tan tranquilo en mi casa con la perra, me sentía raro, y sospeché que tenía un poco de fiebre o algo. Como tenía que hacer un viaje pronto, pensé que mejor matar la posible gripe a zumos antes de que asentase. Los cojones, a la mañana siguiente tenía 40 de fiebre y estaba hecho cristo. Tal que me apañé con medicamentos pertinentes para pasar el gripón, pero aquello no se iba. Durante cuatro días solo podía beber agua, y entonces llamé a un amigo que me llevó a un hospital. Mientras le esperaba intenté ponerme medio decente frente al espejo y ahí estaba, en pleno pescuezo, el punto negro con aureola que muestra la temible picadura de la garrapata.
En el hospital me entubaron y me trallaron a doxiciclina, sueros y oxígeno y toda la vaina. Cuatro días de esto, con ratos de a punto de morir y otros muerto y medio, hasta que me pude levantar a mear. Empezaron a traerme comida de hospital, y es que me daba asco hasta la bandeja. Ni café, nada. Me habían metido en una habitación solo con ventana, lo típico de cuando esperan que la pringues, para no asustar a los demás. Me dieron pastillas para arrancarme las ganas de comer, y me costaba trabajo tragarlas y no me hacían nada de nada de nada.
Al undécimo día, con 11 kg de menos, llamé a un amigo y le dije que me trajese inmediatamente un canuto. Supe, de algún modo abstracto pero totalmente certero para mis entenderes, que en cuanto le pegase dos pitadas al flai todo volvería a la normalidad.
Y así fue. De hecho no esperé ni por el alta final, abrí la ventana y le dije a mi colega que vigilase, prendí el canuto y le di cinco o seis pitadas, apagué y en dos minutos me entró el hambre. Que te entre el hambre es todo lo que te hace falta para saber que estas en funcionamiento correcto. Le dije al enfermero que me enviasen a casa los resultados, y directamente fuimos mi compadre y yo a comernos un chuletón de buey que flipas. Desde entonces he recuperado mi peso.
Es anticonstitucional y cruel que no se administre a través de la seguridad social. ¿Cuántos como yo que se quedan sin ganas de comer tras un tratamiento de choque a base de medicamentos? Es mucho stress pal body, y se resiente. La maría da hambre, y lo demás que ofertan no.
Bueno, pues ahí queda. Porro terapéutico ya, ou yeah. Con deu i per la sombra.
En el hospital me entubaron y me trallaron a doxiciclina, sueros y oxígeno y toda la vaina. Cuatro días de esto, con ratos de a punto de morir y otros muerto y medio, hasta que me pude levantar a mear. Empezaron a traerme comida de hospital, y es que me daba asco hasta la bandeja. Ni café, nada. Me habían metido en una habitación solo con ventana, lo típico de cuando esperan que la pringues, para no asustar a los demás. Me dieron pastillas para arrancarme las ganas de comer, y me costaba trabajo tragarlas y no me hacían nada de nada de nada.
Al undécimo día, con 11 kg de menos, llamé a un amigo y le dije que me trajese inmediatamente un canuto. Supe, de algún modo abstracto pero totalmente certero para mis entenderes, que en cuanto le pegase dos pitadas al flai todo volvería a la normalidad.
Y así fue. De hecho no esperé ni por el alta final, abrí la ventana y le dije a mi colega que vigilase, prendí el canuto y le di cinco o seis pitadas, apagué y en dos minutos me entró el hambre. Que te entre el hambre es todo lo que te hace falta para saber que estas en funcionamiento correcto. Le dije al enfermero que me enviasen a casa los resultados, y directamente fuimos mi compadre y yo a comernos un chuletón de buey que flipas. Desde entonces he recuperado mi peso.
Es anticonstitucional y cruel que no se administre a través de la seguridad social. ¿Cuántos como yo que se quedan sin ganas de comer tras un tratamiento de choque a base de medicamentos? Es mucho stress pal body, y se resiente. La maría da hambre, y lo demás que ofertan no.
Bueno, pues ahí queda. Porro terapéutico ya, ou yeah. Con deu i per la sombra.