Haciendo limpieza del disco duro descubrí este tema que tenía guardado, (y sin contestar, menudo sinvergüenza) Como nunca es demasiado tarde, vamos a ello.
En primer lugar, soy consciente de que nuestras posturas van a chocar, pero bueno… ¿qué diálogo habría si todos pensásemos lo mismo?
Parto del punto de que el alma (¿qué es el alma?) no ha sido creada por ningún ser superior, sino que puede que sea el producto del desarrollo evolutivo, esa vocecilla que mantiene un diálogo constante en nuestro cerebro, procesando tanto información interna como externa. Vamos, el run run que toma la mayor parte de nuestras decisiones irracionales ahorrándonos bastante tiempo y simplificándonos la vida y la parte racional que trata de buscar conscientemente la lógica de las cosas y adoptar decisiones. Me parece un error de interpretación del pensamiento judeocristiano el hecho de que se considere inferior a aquel ser que alimenta sus pasiones. Sin “pasiones”, sin alimentar ese instinto no estaríamos aquí. Nadie se habría encargado de fornicar, ni de saciar su apetito, ni de buscar cobijo en el grupo… imagínate a todo el mundo buscando su paz interior ¿Quién cocina o cuida de los niños? El instinto viene de serie. Un humano sin instintos, sin pasiones, no es humano del todo. Claro, que ya se cuida el pensamiento judeocristiano de señalar que los instintos no son malos, sino que más bien son los excesos (comer no es malo, mala es la gula) y van dejando bien claro que hay que dominar esos instintos para no manchar el alma con pecados. Luego te confiesas, meditas tus pecados, te arrepientes, y como nuevo. Eso según los de la sotana.
El evangelio según San Yo vendría a decir que no hay que limitarse al estado en el que uno sea un mero sujeto dominado por los instintos, porque entonces ya sabemos lo que se dice “¡eres un animal!” y un saco de instintos no es un humano completo.
El “espíritu” tiene que despertar, hay que domar al instinto. Desde luego, no creo que el alimento del espíritu sea Dios. La religiosidad es inherente al ser humano (las cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenaturales) pero la forma en que las distintas religiones interpretan el camino de la iluminación son muy distintas. Y no sólo el camino, sino la propia iluminación, a pesar de que dicho concepto aparezca en la mayoría de las manifestaciones religiosas humanas. Para unos el fin del camino es la total unión con la naturaleza, otros lo asocian a una ausencia de deseos que les lleva a salirse de la rueda de reencarnaciones y para otros consiste en subir al cielo. Cada loco con su tema y dios en casi todos.
Sin embargo, es curioso que a pesar de lo divergentes que son esos caminos, muchas veces, la forma de recorrerlos sea similar. El alimento del espíritu a veces es la meditación, la toma de enteógenos para acercarse al mundo exterior, el castigo corporal para extenuar los sentidos, o la repetición de una oración o un mantra (curiosamente mantra significa etimológicamente “liberar mente”)que llevan a un mismo estado cerebral. Este cambio es una realidad física que se puede “fotografiar” con un tomógrafo. Está bien… la “fotografía” no ilustra todo lo que sucede en nuestro cerebro como la verdadera fotografía no muestra la realidad, sino un leve reflejo de la misma, pero queda claro que no es un alma sin soporte la que opera, sino que hay un hardware indisociable al software.
Aquí es donde entra Vaelman. Desde el momento en el que nacemos, la gran influencia que posee el dinero en nuestros días trata de piratear nuestro software (nuestra educación, nuestros pensamientos, nuestras reflexiones) para conseguir que compremos, para orientar nuestra vida al objetivo de conseguir dinero para consumir, creándose un círculo en el que es necesario conseguir dinero para gastarlo, alejándonos de un camino interior para nada interesante. Hasta la espiritualidad se vende. DVDs de meditaciones trascendentales a precio de ganga . Entonces se consiguen crear compradores compulsivos, las personas que se dejan arrastrar por sus instintos (luces de colores, publicidad explícitamente sexual, garantías de satisfacer tus necesidades-creadas-, gente que compra sin criterio, sin meditar previamente qué va a comprar y por qué va a hacerlo.) Como esto no pasaba en el momento en el que se redactó la biblia, nadie habla de ello como un pecado. No estuvo fino Dios al soplarles a la oreja las instrucciones morales a seguir, tenía que haber sido un poco más previsor… o tal vez sólo se trate de que la biblia -u otros muchos libros religiosos- fue escrita por personas que intentaron dar soluciones morales y religiosas a las necesidades de un periodo concreto. Si no, no se les habría ocurrido nunca poner “parirás con dolor los hijos y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará” (Génesis 3,16) En los tiempos de la epidural, como se entere Bibiana Aido de esto…
Entonces, resumiendo, las distintas religiones nos llevan curiosamente a entablar un diálogo interno que nos ayude a encontrar un equilibrio en el que no sólo de pasiones podemos vivir. Surge luego el tema de los intermediarios entre tú y la espiritualidad. ¿Está Dios incluido en ese diálogo interno, o es sólo la recompensa que se nos ofrece para que seamos justos? Muchos estados místicos prescinden del intermediario (los budistas lo omiten en sus meditaciones) ya sea un venerable hombre de largas barbas, tenga cabeza de elefante, o provoque el trueno con su martillo. Curiosamente, más que crearnos Dios a su imagen y semejanza, parece que se han creado dioses a nuestra imagen y semejanza…
Hay aquí dos ideas a retener, se ha invertido el orden natural de las cosas, y, el plan de la naturaleza, no incluía nuestra muerte, siendo esto un efecto colateral de esa inversión.
¿La naturaleza tiene planes? ¿Dónde los guarda? ¿Cuál es el orden correcto de la naturaleza? ¿Cómo sabemos que dentro del supuesto orden de la naturaleza nuestra muerte no está incluida?
Hay muchas reglas, pero nadie ha encontrado nunca ese orden preestablecido ¿o alguien lo encontró y aún no se lo ha comunicado al resto de la humanidad? Lo que sí parece estar claro es que la meditación, el encuentro con nuestra realidad interior buscando un equilibrio con el exterior. El dominio de los pensamientos sobre los instintos parece ayudarnos al menos a encontrar un orden interior transitorio, ya sea marchándonos a una cueva a meditar, encerrándonos en una celda monacal, consumiendo enteógenos que nos alejen de la realidad para mostrarnos de lleno nuestro interior o sentándose sobre una piedra durante un paseo campestre y respirando profundamente.
Con las dos listas que muestras al final del hilo, Stereoman creo que se puede ilustrar el funcionamiento del instinto y la racionalidad, pero no nos olvidemos, no se pueden disociar en el caso del humano. Ni el cuerpo obedece a la voluntad ni la voluntad al cuerpo, sino que ambos son complementarios.