Os comento que, de la última cosecha que obtuve, la tuve que cortar y guardar directamente en cajas, porque no me dio tiempo a dejarla secar, tenía Chronic, White Russian, Super Skunk, Kali Mist e Isis. Por avatares de la vida, ni siquiera tenía lugar para dejar las cajas, así que anduve con ellas de aquí para allá en el maletero del coche, echando un pestazo que los perros de la policía flipaban cuando pasaba con el vehículo por estas tierras de Dios. ¡La de sustos que he pasado yendo por ahí con el coche y el olfato me decía que yo mismo apestaba a marihuana!
Bueno, el hecho es que, a pesar de que las cajas eran de madera, de las que se utilizan para las botellas de vino de Rioja, surgieron los hongos blancuzcos, sobre todo en la Chronic, pero no se libró de ellos tampoco la Kali Mist ni las demás. Recordé los tiempos en que las lentejas venían con compañía y las horas que nos pasábamos los chavales limpiándolas en casa y me dije: "mierda que no mata, engorda". Me fumé los hongos con la hierba y aquí estoy, tras largos años de comerme los calamares que se caían al suelo de los bares, de fumarme las colillas tiradas en el suelo de los retretes, superviviente de mil historias, y no pasa nada, no son venenosos esos hongos. Ciertamente, alivié la humedad abriendo las cajas en el maletero del coche, si bien no pudo ser por mucho tiempo porque estaba viviendo en un monasterio de monjes, tenía que seguir la regla monástica y no me permitían salir así como así.