La figura del Rey tiene razón de ser: En los años sesenta España ya ha ido cambiando; la industrialización es paulatina y creciente desde las inversiones extranjeras abiertas en 1959 con el Primer Plan de Desarrollo, Franco comienza a nombrar los primeros Ministros que no son falangistas o militares, son tecnócratas del Opus Dei e independientes.
Franco no era tonto y sabía que tarde o temprano su régimen unipersonal se acabaría. Ya en 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Franco aprueba una Ley de Referédum que, en su artículo 1º decia que, cuando la trascendencia de determinadas leyes o el interés público lo aconseje, el Jefe del Estado podrá someter a referéndum los proyectos de leyes elaborados por las Cortes (Ley de 22/10/1945). El 26 de julio de 1947 se aprueba la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, por el que el Jefe del Estado (Franco) designaría a una persona para sucederle, que sea varón, español, de treinta años cumplidos, católico, etc. Sabido es que Franco designó como sucesor al actual Rey, celebrándose un referéndum sobre la Ley Orgánica que modificaba las anteriores Leyes Fundamentales y estabilizaba el régimen (año 1967, Ley Orgánica del Consejo del Reino de 22 de julio, Ley Orgánica de 10 de enero, etc.).
Los que vivimos esa época sabemos, porque lo vimos, que la mayor parte de los españoles estaban con Franco; los que éramos jóvenes estábamos dividos: los que éramos contrarios y beligerantes y los que se aprovechaban de las ventajas que daba ser de Falange y de la OJE (Organización Juvenil Española) del Frente de Juventudes.
Conozco así..., a miles..., los que fueron a las piscinas de la Oje, disfrutaron de su carné, de sus bailes, de sus pistas deportivas, de sus meriendas y ágapes..., que ¡Tras la desaparición del régimen anterior militan como comunistas o socialistas de toda la vida, echando pestes contra el régimen opresor franquista! Estos son los que, en su momento, nos hubieran pegado un tiro como miembros de los guerrilleros de cristo rey y otras lindezas que hemos tenido que soportar.
El rey no gustó a nadie, ni a tirios ni a troyanos, nos reíamos de él cuando era príncipe y la gente sacaba chistes de lo tonto que era. Bueno, pues gracias a que supo dirigir el cambio con mano maestra, bien asesorado por personas muy capaces, que no nombro por no extenderme, hoy en día podemos expresarnos con libertad.
La monarquía parlamentaria que ocupa la Jefatura del Estado (art, 1-3º de la Constitución) puede ser cambiada, según prevé la propia Constitución en sus arts. 166 a 169, con aprobación de los dos tercios de las Cámaras parlamentarias.
Sólo hay que tener los suficientes parlamentarios.
Si los partidos republicanos llegan a tener esa mayoría suficiente para reformar el sistema, pues, lo cambiarán (o no, ya veremos si les conviene), pero entre tanto, es lo que hay.
El Rey en su momento fue el autor del cambio democrático, a él se lo debemos, esta es la verdad, nos guste o no.