Hola, ya he contado en alguna ocasión cómo dejé de fumar marihuana hace veinticinco años y hachís hace quince, pues tuve con la marihuana pérdidas graves de memoria y de concentración. El hachís lo tuve que dejar porque me dejaba muy deprimido.
Y, sin embargo, ahora estoy fumando marihuana, estoy pasando por uno de los momentos peores de mi vida, y no me deprimo, estoy animado, me da igual lo que vaya a pasar, cuando llegue, llegará, no voy a pensar en ello, vivo el presente.
Y yo soy el mismo de entonces, ¿o no? No, soy otra persona distinta, no me reconozco en el que yo era hace quince o veinticinco años, no se parece a mí. Gracias a que no me parezco a aquél que fui, la marihuana no me deprime, ni me afecta a la memoria ni a la capacidad de concentración, como me afectaba entonces.
Ahora fumo en mi casa, en mi habitación, no dependo de nadie, ni tengo por qué andar con miedo de que alguien me vea fumando. Fumo y duermo o no, según me apetezca, y hasta que que puede darme por escribir en el foro, como estoy haciendo ahora.
Sería impensable, según recuerdo, andar escribiendo esto, cuando el que fui fumaba y tenía una galvana, una profunda pereza, que me impedía levantarme ni para ir a hacer pis; nos solía entrar tal vagancia que quedaba una puerta abierta a dos metros, por no ir a cerrarla.
Se me dirá que depende del tipo de hierba o de hachís, ya, ya... Depende del que lo fuma, de cómo se encuentre por dentro y de cómo afronte la vida. Si se afronta con miedo, fumar marihuana puede hacer presentarse las cosas como insalvables y espantosas, y la propia vida como insufrible; si se afronta con valentía, fumar marihuana puede ayudar no sólo a ver las cosas de otra manera más positiva, sino a encontrar soluciones detrás de los problemas.
Creo que el cumplir años madura, te conoces más a ti mismo y has aprendido a valorarte menos pero a respetarte más, ya no caben las apariencias, eres lo que eres, ni más ni menos. Cuando llegas a cierta edad, sabes lo que la vida no te va a dar, lo que te has perdido y ya nunca tendrás, en definitiva, has dejado de soñar despierto. La marihuana no se presenta como un sueño, sino como una realidad, y se toma para ver la vida del mejor modo posible, al menos yo la estoy usando para eso.
Ha coincidido en mi vida el volver a plantar con sucesos gravísimos para mí, y reconozco que tenía mucho miedo de volver a fumar, según ya comenté en el foro, antes de comenzar a fumar de nuevo, porque no sabía cómo me iba a sentar y dije: "Le daré tres oportunidades, si a la tercera me sienta mal, lo dejo definitivamente". Me sentó mal la primera, porque fumé destemplado y con la casa muy fría, y me entró una tiritona, pero la segunda ya no, ni las siguientes, dándome por cantar y por escribir, para no andar dándole vueltas a los problemas.
Entre la marihuana y yo parece que hay como una especie de pacto: "Tú me fumas con respeto y cariño y yo te evito malos rollos de pensar en tus problemas, trataré de ayudarte a resolverlos y a que veas más claras las cosas".
He comprobado, ya lo he dicho antes, que no me parezco al que fui hace años y que soy otro ser distinto y que la marihuana me sienta de diferente forma. Se diría que, con la edad no se evoluciona, se transforma la persona en otra completamente distinta, de un modo superior a como cambian la cara o el cuerpo, quedando sólo un recuerdo de lo que fue.
La soledad también me ha moldeado mucho, son muchos años de soledad y en soledad, seguramente y junto al dolor las dos grandes pruebas que nos reserva la vida; y, después de estar tanto tiempo solo ¿Qué peor prueba me tiene reservada ya la vida? Así que la marihuana ahora no puede causarme depresión alguna.
Cuando era joven pretendía que el mundo me pertenecía y que las cosas tenían que ser como yo había previsto, incluido el fumar marihuana.
Cuando fumaba marihuana me quedaba algunas veces como cohibido y encogido, pensando mucho en cosas negativas, y me comía mucho el coco. Me metí un poco en el mundo del Zen y la meditación budista y esas cosas, y le daba muchas vueltas a todo, como si se pudiera demostrar la existencia de Dios fácilmente. Como quería hacer algo que era imposible, fuera de mis capacidades, me quedaba abotargado, alelado, pensando en lo difícil que era probar algo así.
Si entraba en algún sitio a fumar o iba fumado a alguna discoteca, ningún lugar era como yo me lo había imaginado y me decepcionaba lo que veía.
Recuerdo que, en una ocasión, fui con un conocido en auto stop a la Costa Brava, que no la conocía, y llegamos a Lloret de Mar. A la noche, fuimos a una discoteca llamada Revolution y ha sido la mejor vez de mi vida en una discoteca. El ambiente era de marihuana, música extraordinaria para bailar suelto, con un diskjokey maravilloso, fumado también; pero lo que más recuerdo es a una pareja de mulatos, seguramente norteamericanos, hombre y mujer, rondando los treinta años, que me envolvieron con su ritmo. No había fumado nada, porque no tenía dinero, pero no hizo falta; esa pareja se fumó en plena pista un canuto de marihuana, nos llenó de ese humo y aroma el ambiente, y nos pusimos a bailar todos como en un ritual del caribe, fue una pasada.
He vuelto en un par de ocasiones más a Revolution, nada que ver con aquello, que sólo pasa una vez en la vida.
Cuando era joven buscaba encontrar de nuevo en una discoteca ese momento mágico, pero el tiempo dedicado fue en vano, pues las cosas vienen y van, pero las mismas ya no vuelven, igual que las golondrinas de Bécquer. Ahora ya no veo las cosas del mismo modo, ahora sé que ese momento no volverá a ser, pero habrá otros si vivo el presente, como lo viví en ese momento.
Por eso, ahora, cuando fumo, procuro volcarme en el momento presente, realizar alguna actividad, la que sea, porque sé que ponerse a pensar estando fumado es enloquecer y volver a la depresión, porque pensar en lo imposible es perder el tiempo y lo único posible es vivir el presente, que cada vez va quedando menos.
Y, sin embargo, ahora estoy fumando marihuana, estoy pasando por uno de los momentos peores de mi vida, y no me deprimo, estoy animado, me da igual lo que vaya a pasar, cuando llegue, llegará, no voy a pensar en ello, vivo el presente.
Y yo soy el mismo de entonces, ¿o no? No, soy otra persona distinta, no me reconozco en el que yo era hace quince o veinticinco años, no se parece a mí. Gracias a que no me parezco a aquél que fui, la marihuana no me deprime, ni me afecta a la memoria ni a la capacidad de concentración, como me afectaba entonces.
Ahora fumo en mi casa, en mi habitación, no dependo de nadie, ni tengo por qué andar con miedo de que alguien me vea fumando. Fumo y duermo o no, según me apetezca, y hasta que que puede darme por escribir en el foro, como estoy haciendo ahora.
Sería impensable, según recuerdo, andar escribiendo esto, cuando el que fui fumaba y tenía una galvana, una profunda pereza, que me impedía levantarme ni para ir a hacer pis; nos solía entrar tal vagancia que quedaba una puerta abierta a dos metros, por no ir a cerrarla.
Se me dirá que depende del tipo de hierba o de hachís, ya, ya... Depende del que lo fuma, de cómo se encuentre por dentro y de cómo afronte la vida. Si se afronta con miedo, fumar marihuana puede hacer presentarse las cosas como insalvables y espantosas, y la propia vida como insufrible; si se afronta con valentía, fumar marihuana puede ayudar no sólo a ver las cosas de otra manera más positiva, sino a encontrar soluciones detrás de los problemas.
Creo que el cumplir años madura, te conoces más a ti mismo y has aprendido a valorarte menos pero a respetarte más, ya no caben las apariencias, eres lo que eres, ni más ni menos. Cuando llegas a cierta edad, sabes lo que la vida no te va a dar, lo que te has perdido y ya nunca tendrás, en definitiva, has dejado de soñar despierto. La marihuana no se presenta como un sueño, sino como una realidad, y se toma para ver la vida del mejor modo posible, al menos yo la estoy usando para eso.
Ha coincidido en mi vida el volver a plantar con sucesos gravísimos para mí, y reconozco que tenía mucho miedo de volver a fumar, según ya comenté en el foro, antes de comenzar a fumar de nuevo, porque no sabía cómo me iba a sentar y dije: "Le daré tres oportunidades, si a la tercera me sienta mal, lo dejo definitivamente". Me sentó mal la primera, porque fumé destemplado y con la casa muy fría, y me entró una tiritona, pero la segunda ya no, ni las siguientes, dándome por cantar y por escribir, para no andar dándole vueltas a los problemas.
Entre la marihuana y yo parece que hay como una especie de pacto: "Tú me fumas con respeto y cariño y yo te evito malos rollos de pensar en tus problemas, trataré de ayudarte a resolverlos y a que veas más claras las cosas".
He comprobado, ya lo he dicho antes, que no me parezco al que fui hace años y que soy otro ser distinto y que la marihuana me sienta de diferente forma. Se diría que, con la edad no se evoluciona, se transforma la persona en otra completamente distinta, de un modo superior a como cambian la cara o el cuerpo, quedando sólo un recuerdo de lo que fue.
La soledad también me ha moldeado mucho, son muchos años de soledad y en soledad, seguramente y junto al dolor las dos grandes pruebas que nos reserva la vida; y, después de estar tanto tiempo solo ¿Qué peor prueba me tiene reservada ya la vida? Así que la marihuana ahora no puede causarme depresión alguna.
Cuando era joven pretendía que el mundo me pertenecía y que las cosas tenían que ser como yo había previsto, incluido el fumar marihuana.
Cuando fumaba marihuana me quedaba algunas veces como cohibido y encogido, pensando mucho en cosas negativas, y me comía mucho el coco. Me metí un poco en el mundo del Zen y la meditación budista y esas cosas, y le daba muchas vueltas a todo, como si se pudiera demostrar la existencia de Dios fácilmente. Como quería hacer algo que era imposible, fuera de mis capacidades, me quedaba abotargado, alelado, pensando en lo difícil que era probar algo así.
Si entraba en algún sitio a fumar o iba fumado a alguna discoteca, ningún lugar era como yo me lo había imaginado y me decepcionaba lo que veía.
Recuerdo que, en una ocasión, fui con un conocido en auto stop a la Costa Brava, que no la conocía, y llegamos a Lloret de Mar. A la noche, fuimos a una discoteca llamada Revolution y ha sido la mejor vez de mi vida en una discoteca. El ambiente era de marihuana, música extraordinaria para bailar suelto, con un diskjokey maravilloso, fumado también; pero lo que más recuerdo es a una pareja de mulatos, seguramente norteamericanos, hombre y mujer, rondando los treinta años, que me envolvieron con su ritmo. No había fumado nada, porque no tenía dinero, pero no hizo falta; esa pareja se fumó en plena pista un canuto de marihuana, nos llenó de ese humo y aroma el ambiente, y nos pusimos a bailar todos como en un ritual del caribe, fue una pasada.
He vuelto en un par de ocasiones más a Revolution, nada que ver con aquello, que sólo pasa una vez en la vida.
Cuando era joven buscaba encontrar de nuevo en una discoteca ese momento mágico, pero el tiempo dedicado fue en vano, pues las cosas vienen y van, pero las mismas ya no vuelven, igual que las golondrinas de Bécquer. Ahora ya no veo las cosas del mismo modo, ahora sé que ese momento no volverá a ser, pero habrá otros si vivo el presente, como lo viví en ese momento.
Por eso, ahora, cuando fumo, procuro volcarme en el momento presente, realizar alguna actividad, la que sea, porque sé que ponerse a pensar estando fumado es enloquecer y volver a la depresión, porque pensar en lo imposible es perder el tiempo y lo único posible es vivir el presente, que cada vez va quedando menos.