marihuana,hachís y autoconsumo

pierpolpol caro

Semilla
12 Agosto 2005
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cerca al cementerio
Marihuana y Hachís de Autocultivo.
Presente y futuro de los derivados del Cannabis.

- Eduardo Hidalgo Downing (Asociación Bienestar y Salud - Energy Control)

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En el mundo occidental, cultivar la planta del cáñamo con el fin de abastecer el propio consumo recreacional dejó de ser una práctica del todo inusual desde que en los años 60 se instaurase el consumo de derivados cannabicos entre la población juvenil. No obstante, por lo general, estos cultivos no se hacían de forma sistemática ni sistematizada y las producciones, aparte de no llegar a abastecer más que a un reducido número de personas, eran usualmente de mala calidad pues se utilizaban técnicas rudimentarias que solían ir poco más allá del plantar y regar, no existía control alguno sobre la calidad de las semillas y los conocimientos específicos sobre como obtener el máximo rendimiento del cultivo eran inaccesibles para la mayoría de las personas.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte este panorama parece haber sufrido cambios fundamentales: los conocimientos sobre como cultivar esta planta milenaria se han desarrollado mucho en los últimos 20 años y están al alcance de cualquiera tanto en publicaciones especializadas (libros y revistas de tirada mensual) como a través de Internet. El cultivo en macetas ha dado paso al hidropónico y aeropónico que al prescindir de la tierra y de la luz solar, posibilitan un aprovechamiento del espacio y del tiempo notablemente superior, a la vez que ofrecen un rendimiento máximo si se complementan con la utilización de lámparas de sodio de alta presión, sistemas de ventilación y riego programados, medidores de PH, etc, etc. Del mismo modo, las meticulosas técnicas de mejora genética han sustituido a la selección natural, de manera tal que el cultivador puede escoger los ejemplares que considera más idóneos (porque resisten mejor a las plagas, porque florecen antes o porque producen mayores cantidades de THC) y mezclarlos entre sí para obtener híbridos y variedades hasta ahora desconocidas (Skunk, White Widow, Super Silver Haze...) que luego puede clonar mediante esquejes o reproducir por medio de semillas. Estas, a su vez, son comercializadas después de forma totalmente legal por empresas holandesas y norteamericanas, pudiendo adquirirse tanto vía Internet como en las cada vez más extendidas Grow y Smart Shops (establecimientos donde se vende material para el cultivo, semillas, parafernalia y sustancias psicoactivas legales de origen vegetal). Por último, las nuevas variedades (algunas de ellas disponibles desde hace tiempo pero accesibles al gran público desde hace sólo unos años) pueden llegar a contener un porcentaje de THC marcadamente superior a las plantas tradicionales.

Las consecuencias de este desarrollo en el ámbito del cultivo empiezan a notarse ya en algunos países. Todo parece indicar, por ejemplo, que actualmente un tercio del cannabis distribuido en el Reino Unido procede ya del cultivo en interiores realizado con sistemas de hidroponía*, y hay quien apunta, que Estados Unidos sería capaz de abastecer hoy en día la casi totalidad del mercado local con las producciones provenientes del autocultivo, habiendo pasado de ser el mayor importador mundial de marihuana al mayor productor**; por no mencionar la situación que se vive actualmente en Holanda y la que próximamente pudiera instaurarse en Suiza, donde recientemente el Gobierno hizo una propuesta para regular la producción y venta de derivados cannabicos.

En algunos de estos casos, las repercusiones que ha tenido la emergencia del autocultivo sobre el mercado ilícito del cannabis han sido mayores de lo que en principio uno pudiera haber imaginado. Determinados autores afirman, por ejemplo, que el mercado estadounidense se caracteriza por el tráfico de dos tipos de marihuana claramente diferenciados: una barata y de baja potencia proveniente de Centroamérica y otra de elevada psicoactividad, cara y proveniente de cultivos locales***. Ambas variedades estarían ampliamente extendidas, abasteciendo cada una de ellas a diferentes grupos de consumidores, que se diferenciarían básicamente en su poder adquisitivo. La coexistencia de estos dos tipos de marihuana y de estos dos tipos de mercado indica que este último se ha descentralizado y han proliferado los pequeños grupos de productores y distribuidores que prescinden de las redes habituales del narcotráfico. Al igual que ocurre con las drogas de síntesis, para traficar han dejado de ser necesarias las extensas plantaciones latinoamericanas, el paso de fronteras y las grandes organizaciones mafiosas. Un reducido número de personas puede abastecer a colectivos de consumidores pequeños, medianos o grandes con cultivos realizados en sótanos, garajes y naves industriales. Por una parte, cabe suponer que las tradicionales redes de narcotráfico habrán acusado en cierta medida esta competencia. Por otra parte, también es de esperar que los pequeños grupos de traficantes surgidos en los últimos años cuenten con un potencial considerablemente más reducido de originar otras problemáticas asociadas al tráfico, como son los fenómenos del blanqueo de capitales y la corrupción. Por último, la proliferación de pequeños productores y distribuidores que coexisten con las antiguas mafias habría de conllevar un aumento en el número de personas dedicadas al cultivo y/o tráfico ilícito y, consecuentemente, un incremento en la cantidad de individuos que se encontrarían en situación de riesgo (legal en este caso). No obstante, tal vez este último fenómeno podría verse contrarrestado por las mayores dificultades que las fuerzas de orden público pudieran encontrar en la lucha contra estas nuevas y más discretas modalidades de narcotráfico. Además, no debiéramos olvidar que el autocultivo es realizado en una altísima proporción de los casos por el sencillo ciudadano de a pie, que precisamente con la intención de desligarse de la dinámica mafiosa del mercado ilícito (así como de las adulteraciones y los riesgos legales), trata únicamente de abastecer su propio consumo, y no el de terceras personas, con lo cual no sólo no está engrosando las filas del narcotráfico sino que de hecho, al prescindir de sus productos, les está dando el más duro golpe que puedan recibir: la disminución de la demanda.

Analizada ya la cuestión del autocultivo, podemos pasar a valorar la información concerniente a las mencionadas variedades más potentes. Para ello, de entrada, creo que deberíamos comenzar apuntando que habitualmente se asume que las plantas silvestres clásicas proporcionan generalmente una marihuana con un contenido medio de THC que va del 1 al 3 %, y un hachís con concentraciones del 10 al 15 % (aunque en el mercado ilícito muchas veces no supera el 5 %)*. Por el contrario, las sinsemilla y las variedades híbridas pueden proporcionar una marihuana con un contenido medio de THC del 6 al 14 %****, y un hachís con concentraciones del 10 al 20 % e incluso superiores*. Por otra parte, parece ser que a diferencia de la mayoría de las plantas silvestres, estas variedades de autocultivo presentan concentraciones de CBD y CBN muy disminuidas, lo cual significa que el THC que contienen se ve menos modulado por la interacción con estos cannabinoides naturales, aportando, al parecer, unos efectos más limpios, intensos, lúcidos y ligeramente psiquedélicos si nos atenemos a lo que relatan los consumidores*****(el conocimiento científico respecto a la interacción de estos tres cannabinoides es todavía bastante limitado, no obstante, algunos autores sugieren que las altas concentraciones de CBD disminuirían la intensidad de los efectos del THC al tiempo que prolongarían su duración***).

Según estos datos, por lo tanto, la existencia de variedades más potentes está fuera de toda duda. Cabe preguntarse, sin embargo, si realmente la concentración media de THC de los derivados cannabicos del mercado ilícito se ha visto aumentada en los últimos años. Para responder a esta pregunta podemos remitirnos a uno de los escasos estudios contrastados que existen al respecto: el de la Sociedad Internacional para la Investigación de los Cannabinoides, en el que se analizaron más de 35.000 muestras de partidas decomisadas entre 1980 y 1997. Según esta investigación, la marihuana habitualmente vendida en Norteamérica en 1980 tenía una concentración de THC del 2 % en el caso de las variedades clásicas y del 6,5 % en el caso de las sinsemilla. En 1997, las sinsemilla contenían un promedio de THC del 11,5 % y las clásicas del 4,1 %*. Vemos, por lo tanto, que en 20 años la concentración media se ha doblado en muestras del mismo tipo de marihuana y casi se ha multiplicado por seis si comparamos las muestras clásicas de 1980 con las sinsemilla de 1997.

En vista de estos resultados, sería oportuno valorar las repercusiones que este aumento de la potencia pudiera tener en el consumidor (y por extensión en la práctica preventiva, interventiva y de reducción de riesgos). En principio, se podría argumentar que el acceso a variedades con concentraciones de THC de 2 a 6 veces superiores a las habituales, posibilitaría al usuario realizar un consumo menos perjudicial para sus vías respiratorias, en cuanto para obtener el efecto deseado tendría que fumar de 2 a 6 veces menos. Sin embargo, esperar que de forma general los consumidores se comportasen de este modo, tal vez sea pecar de optimismo, pues probablemente habría quien continuase fumando las mismas cantidades aunque con ello obtuviera un efecto seis veces superior. Por lo tanto, en los casos en que se diera un abuso, el hecho de consumir mayores cantidades de THC podría incrementar en algunas personas la posibilidad de desarrollar tolerancia y dependencia psicológica. Asimismo, aquellos individuos predispuestos o más susceptibles a la sustancia, podrían estar en mayor riesgo de sufrir algunas de las reacciones psicológicas adversas habitualmente descritas en la literatura científica (en este sentido sería interesante estudiar el potencial de estas variedades para desencadenar este tipo de complicaciones, pues la mayoría de los estudios sobre el cannabis se refieren a las variedades clásicas).

En definitiva, por lo tanto, la utilización de una marihuana o hachís de mayor calidad y potencia podría conllevar tanto una disminución como un aumento de los riesgos asociados al consumo, todo depende a fin de cuentas del uso que los consumidores hicieran de la sustancia, de si adaptasen o no sus pautas de consumo a esta mayor concentración de THC. Es precisamente en este aspecto donde se nos brinda la posibilidad de realizar una labor preventiva y de reducción de daños eficaz, que estuviese destinada, entre otras cosas, a modelar las pautas de uso de estas variedades más potentes, de manera tal que los riesgos se vieran minimizados. Sería oportuno, en este sentido, poder seguir de cerca la evolución de este fenómeno, de tal manera que tuviésemos la opción de ir sensibilizando a los consumidores a medida que el consumo fuese extendiéndose (si es que esto llega realmente a suceder algún día).

No quisiera finalizar este artículo sin mencionar una cuestión básica que queda aún por responder: ¿Es aplicable lo aquí comentado al mercado ilícito español? La respuesta es no y si.

La inmensa mayoría de los consumidores españoles continúa abasteciéndose del hachís proveniente de Marruecos, que en general tiene unas concentraciones de THC que van del 1 al 6 %. Consecuentemente, cabe concluir por una parte, que el autocultivo en nuestro país no abastece más que a una mínima parte de los consumidores, y por otra, que difícilmente la proporción de THC haya incrementado mucho en los últimos años. Del mismo modo, en líneas generales el consumo de marihuana continúa siendo muy minoritario (casi anecdótico) y el acceso a variedades híbridas y sinsemilla únicamente se ha extendido entre reducidos círculos de iniciados y forofos incondicionales de los derivados cannabicos. Por lo tanto, en estos aspectos la situación ha cambiado poco y probablemente se mantendrá así durante mucho tiempo, a no ser que antes se promulgasen medidas legislativas legalizadoras de la venta y el cultivo de cannabis.

No obstante, muchos de los cambios que están en la base de las modificaciones sufridas por el mercado británico y estadounidense son perfectamente extensibles a la realidad española actual. Es decir, aun cuando el mercado no haya sufrido cambios destacables, las condiciones para que llegasen a producirse sí que podrían estar presentes: accesibilidad a información especializada sobre la planta y su cultivo, accesibilidad a los equipos hidropónicos y a las semillas de variedades híbridas con "garantía de calidad", mercado local abastecido por un producto de baja potencia y expuesto a las adulteraciones, etc, etc, etc. En consecuencia, volvemos a reiterar que tal vez sería conveniente seguir de cerca las posibles evoluciones de este fenómeno, sin precipitaciones ni alarmismos, con calma y serenidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

* Iversen, L. 2001. Marihuana: Conocimiento Científico Actual. Ariel.
** Escohotado, A. 1998. Historia General de las Drogas. Espasa Calpe.
*** Stafford, P. 1992. Psychedelics Encyclopedia. Ronin Publishing.
**** Cohen, W. & Inaba, D. 2000. Uppers, Downers, All Arounders. CNS Publications.
***** Redacción. Costo II: "La Saga Continúa". La calidad (o no) del costo que se fuma en España, de forma precisa y gráfica. CAÑAMO: Revista de la Cutura del Cannabis, nº 26 febrero 2000. La Cañamería Global. Barcelona.
 
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