Hola, se nota que cada uno de nosotros, cuando viene a este mundo, lo va descubriendo por sí mismo. Estas mismas cuestiones se planteaban ya en la Antigüedad, no hay más que leer el maravilloso diálogo de Sócrates con su íntimo amigo Kritón, que encontraréis en los Diálogos de Platón. El afán de los seres humanos ha sido desde siempre limitar el poder de los que lo que lo detentaban en cada época y lugar, de ahí lo que hoy en día se llama Estado de Derecho.
Para los que no lo sepan, todos los ciudadanos podemos denunciar y hasta detener a un delincuente; la diferencia entre una "autoridad" y un ciudadano normal y corriente es que la autoridad "tiene la obligación" de detener al delincuente y el ciudadano corriente "puede" actuar ante un acto delictivo. Claro, es evidente que existe el riesgo de que, si se denuncia a un policía por corrupto, el resto de policías le amparen, respalden, no puedas probar nada y, además, lo que no era nada sino un poco de hierba que te han quitado, se convierta en una bolsa de heroína de medio kilo que te han pillado, con seis años de prisión por dicha causa.
¿Cómo se resuelve esto? De varias formas:
La primera, que todos los ciudadanos tengan formación y cultura, conozcan sus derechos y estudien los rudimentos básicos del Derecho en la enseñanza secundaria. ¿Cuántos estudiantes de secundaria estarían dispuestos a que se les metiese una asignatura más (Derechos ciudadanos o algo así)? La tendencia de la mayoría (salvo de cuatro "empollones lameculos") es a no tener que estudiar.
La segunda, que todos los ciudadanos sepan que, ante una intervención policial, deberían tener su "Abogado de cabecera" a quien llamar de forma inmediata, igual que existe el médico de cabecera (ahora llamado médico de atención primaria). Es costumbre acudir al médico cuando hay algún problema físico pero no lo es acudir al abogado, éste sólo suele actuar cuando ya es tarde y hay una detención y un juicio en ciernes o ya señalado. Es como si el médico sólo estuviese para intervenir quirúrgicamente y no para prevenir esa intervención mediante métodos menos agresivos.
La tercera, que los políticos y funcionarios, subrepticiamente, nos convencen, a través de todos los medios posibles, de que somos sus siervos. Siervos, además, que les dan de comer (al igual que los pulgones son ordeñados por las hormigas) y pueden ser acusados por ellos en cualquier momento. En frase de una política catalana de izquierdas, de apellido Rahola, cuando fue multada por la Guardia Urbana de Barcelona por tener el vehículo mal situado les espetó: "No saben con quien están hablando".
Los ciudadanos tenemos lo que queremos tener: poca educación cívico-social y la costumbre de estar a merced de funcionarios y políticos.
No sirve de nada actuar en solitario frente al sistema, pues acabas siempre e invariablemente mal. Hasta a Cristo lo crucificaron, no por hacer daño a nadie, no por medrar, no por quedarse nada de nadie, sino por denunciar al sistema y predicar el amor entre los hombres. ¿Qué no nos harían hoy a cualquiera de nosotros esos policías, funcionarios y políticos corruptos? ¿Qué no nos harían si intentásemos denunciar públicamente los abusos y la corrupción? ¿Qué no nos harían si jugásemos con su pan y el de su familia?
Ea, pues, que la solución a este tercer problema consiste en denunciar en masa, ejercer la acción pública en conjunto, de modo que cada ciudadano esté respaldado por otros muchos. Con uno pueden, con varios también, pero con muchos..., con esos no pueden.
Cuando vas cumpliendo años y vas descubriendo la realidad del mundo, dejando atrás utopías inalcanzables, sueños de adolescente, y sustituyendo el mundo ideal por el mundo real, vas viendo la mierda que te rodea y que nuevas generaciones vienen descubriendo el mundo de nuevo, año tras año, ignorando lo que las generaciones anteriores ya sabían. Hoy en día el nivel general de cultura es mayor que hace cincuenta años, pero creo que la televisión ha sustituido a la lectura. Antes podías leer muchos libros (los había que estaban prohibidos, por supuesto), incluso íbamos a Francia a comprar los que estaban vetados en España. La ventaja de leer libros es que cada uno es distinto, es de un autor diferente, cada uno ve las cosas desde un punto de vista peculiar. Esto hace que la persona se enriquezca. Sería el antídoto contra los fundamentalismos, que suelen nacer de estar siempre con la misma gente, en el mismo sitio y escuchando las mismas cosas. La televisión tiende a crear fundamentalistas e ignorantes, porque no profundiza sino que es superficial, dan las noticias sesgadas e interpretadas cuidadosamente por los manipuladores de la opinión pública.
El cannabis no es sino una víctima más del fundamentalismo. Muchas personas lo creen maligno y que se debe prohibir y perseguir con cárcel y fuertes multas a quienes lo cultivan o prueban. Seguramente no han leído nada sobre el cannabis, pero ven la televisión y escuchan al funcionario de turno mezclando los alijos decomisados de heroína, LSD, cocaína y marihuana.
No podemos fumarnos nuestros porros porque hacemos daño, según los dirigentes políticos (actualmente gobierna la izquierda, recordadlo) al concepto de SANIDAD PUBLICA. Este concepto sustituye al antiguo concepto moral de pecado o de obrar mal contra el propio cuerpo. Ahora no importa tanto pecar o actuar mal contra sí mismo cuanto el actuar mal contra el ESTADO, entendido éste bajo el equívoco concepto de BIENESTAR GENERAL o sanidad pública. De este concepto ha surgido la idea economicista de la rentabilidad del servicio de sanidad, de tal modo que el tabaco ya no resulta rentable para las arcas del Estado y sí muy oneroso para la sanidad pública, luego hay que prohibir fumar. Del mismo modo, el alcohol no resulta rentable y las campañas tienden a la prohibición del alcohol. La marihuana no genera ingreso alguno al Estado por tasas o impuestos y, sin duda alguna, tiene efectos pulmonares y de otro tipo que afectarían a las arcas del Estado, luego se perseguirá cada vez más, sin lugar a dudas.
¿Cómo cambiarlo? Muy sencillo. Nos juntamos un grupo de gente influyente que aboguemos por la libertad de cada individuo a hacer con su propio cuerpo lo que le venga en gana. El Estado podrá o no disponer que (ya se propuso en la anterior etapa socialista de principios de los noventa) los que fumen no tengan acceso al servicio de salud, o que los que beban carezcan también de este derecho, igual que los que fuman marihuana o esnifan cocaína, vale, de acuerdo. Pero, bajo el mismo derecho que se arroga el Estado en nombre del "interés general" que exima del pago de la seguridad social sanitaria a dichas personas, que podrían tener su seguro de enfermedad privado. Claro, esto al Estado no le gusta, porque quiere que todos paguen, aunque algunos de ellos no tengan el derecho a ser asistidos a pesar de haber pagado.
Termino ya este rollo. Os aconsejo que leáis, que os forméis, que estudiéis a los clásicos, comenzando por Pitágoras, Parménides, Heráclito, Anaxágoras, Sócrates y Platón, Aristóteles, Descartes, Leibniz, etc. Aparte de la satisfacción personal que encontraréis en estas lecturas y de la impagable cultura que obtendréis, os hará más objetivos, más libres. Veréis al funcionario que os quita esa china para fumársela él como a un pobre diablo, un desgraciado que se gana la vida como puede, que no es capaz de soportar una mirada de su esposa o de sus hijos, veréis a un mierda uniformado que no vale para nada. No le juzguéis con severidad, tenedle lástima.