PSICOTERAPIA USANDO LA RAZON: Conclusión

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
4.609
16
43
38
Près de la France
www.erowid.org
Me he embarcado en una serie de catorce capítulos, arduo trabajo que asumí en su momento, cuando leí que había personas que padecían depresiones y lo achacaban al consumo de marihuana.

Mi intención ha sido enseñar cuáles suelen ser nuestros pensamientos internos destructivos, nuestras ideas no razonables o no realistas, que anidan en nuestro interior y, en su mayor parte, son las causantes de nuestros comportamientos neuróticos, dividido en catorce capítulos.

He hablado de las ideas extremistas: necesidad absoluta de ser amado, exigencia de un perfeccionismo absoluto, errores en la censura de uno mismo y de los demás, de nuestra tendencia al catastrofismo, hacernos la ilusión de que nuestros males se deben al entorno, la persecución del hedonismo a corto plazo, el pozo de la pasividad y de la inacción, etc.

¿Qué os quedará de todas las descripciones y de todas las reflexiones que os he dicho? ¿Irán, con el resto de los mensajes de este foro, a perderse en el saco de mensajes no actuales, apenas leídos? ¿O, tal vez, a alguno de vosotros os habré hecho conocer un instante de entusiasmo y lucidez? ¿Alguien habrá entrevisto fugazmente el panorama de una vida nueva, libre de las angustias y de los furores de su existencia actual?

Yo desearía vehementemente que tú acabaras estas lecturas con la profunda convicción de que, simplemente por ser un ser humano, posees un espíritu que te permite liberarte de una gran parte de tus trastornos personales. Si utilizas tu capacidad de pensar correctamente, si te empeñas en expulsar de tu espíritu aquellas ideas que son la causa principal de tus preocupaciones y te comprometes valientemente en la ACCION, tienes muchas posibilidades de mejorar considerablemente tu vida personal.

El propósito de todo esto no es resolverte nada, sólo indicarte el camino, que lo abrirás tú mismo con tu decisión de cambiar tu vida, de iniciar un camino que lo ensancharás y recorrerás tú sólo. Si, tras esfuerzos prolongados te sientes invadido por una hostilidad o ansiedad intensas, no dudes en recurrir a ayuda terapéutica. No obstante, si recurres a un psicólogo, ten cuidado al elegirlo, pon la misma cautela, por lo menos, que pondrías para elegir a un mecánico para tu automóvil. Un terapeuta competente puede ayudarte mucho, pero un incompetente puede hacerte perder mucho tiempo y dinero, sin hablar de los perjuicios que puede causarte en el plano psicológico.

Sólo me queda desearte que sepas utilizar en tu propio beneficio ese maravilloso instrumento que llevas en ti, que es el espíritu humano.

Y agradecer a Lucien Auger, psicólogo, coordinador del Servicio de Consultas Personales del Centro Interdisciplinar de Montreal, su libro "S'aider soi-même. Une psychothérapie par la raison" (1974).

Gracias a este librito he podido dejar escritas estas ideas básicas, pero de inmenso valor, para ayudarse a sí mismo, mediante la autoayuda de la psicoterapia usando la razón.

He utilizado un ejemplar de la versión española, 12ª edición, de la Editorial Sal Terrae, con título en español "Ayudarse a sí mismo. Una psicoterapia mediante la razón". El apéndice de este libro trae unos ejercicios para realizar la confrontación, que es el camino de la decisión de cambiar, de ayudarse a si mismo. Libro altamente recomendable, diría que indispensable en la biblioteca personal de cualquiera.
 

Er_PloK

Semilla
19 Julio 2004
82
0
0
43
Hola Zarbel,

Por un lado, felicitarte por ese trabajo que, lamentablemente, ha llegado a su fín. Se me ha hecho relativamente corto.
La enseñanza encerrada en esos textos es tremenda.
Y por otro lado darte las gracias por mostrarla y sacarla a la luz.
Particularmente me ha servido muchisimo esos textos y me han ayudado en um momento crítico de mi vida. Por eso jamás dejare de agradecertelo. Se que la enseñanza está ahí, pero tu la has puesto a mi alcance. GRACIASSSSSSSSSSSSS!!!

Saludos y un abrazo.
 

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
4.609
16
43
38
Près de la France
www.erowid.org
Pues te aconsejo que te bajes por la impresora, si te resulta más fácil para leer, el contenido de un magnífico trabajo de una Psiquiatra, que me estoy leyendo ahora, en estos días, que habla de las "actitudes saludables ante la vida", y es muy bueno, a mi parecer. Es curioso que yo, que casi siempre he sido un cabeza ida, he tenido la suerte de tener un buen amigo, que ahora es sacerdote. En cierta ocasión me regaló ese libro, que he ido desmenuzando en capítulos durante estas semanas, porque a mí me sirvió para comenzar a darme cuenta de cosas que no sabía ni que existían, como por ejemplo las ideas no razonables. Yo pensaba que mi niñez me había marcado de por vida, y así he vivido durante cincuenta años, y he vivido con miedo, además.
Gracias al contenido del libro y al saber de mi amigo al regalármelo, he comenzado, al menos a replantearme quién soy yo realmente, porque no me conozco, he vivido siempre pensando en qué estaban pensando los demás, igual que un tonto, y yo pensaba que eran complejos pasajeros porque creía que era feo.
Ahora que no estoy haciendo otra cosa que fumar, junto con la lectura del contenido del citado "actitudes saludables ante la vida", cuya página es: http://red-farmamedica.com/spo/actitudes.htm me estoy replanteando a mí mismo y a mi vida, porque he adquirido unos hábitos autodestructivos, hasta límites severos, que me han hecho perder posición, trabajo y fortuna. Así no puedo seguir, o cambio o me suicido, es la cuestión que me planteo algunas veces, porque si no cambio, ¿para qué quiero vivir? Si no cambio iré de mal en peor, cayendo cada vez más bajo, pues tiendo a la molicie y a la autosatisfacción.
Si sólo dependo de mí mismo no tengo que agradar a nadie para que me satisfaga, por lo que no dependo de nadie y no me tengo que esforzar en nada.
Y se van adquiriendo unos hábitos de dejadez, por ser uno mismo el peor guía posible, que los propios ojos no ven y los demás no te hacen ver, por muchas razones, pero sobre todo porque no sabes escuchar, crees que lo sabes todo y no te fijas, sólo piensas en lo que están pensando los demás y te olvidas de lo que piensas tú mismo.
Cuando se llega a este punto, malo, es síntoma de enfermedad, no sólo del mero paso de los años, que hay gente que está activa y estupenda a pesar de sus cincuenta.
Yo no sé ir al médico solo, y menos a un psiquiatra, me da corte, y hasta que he leido el libro de autoayuda de Auger, creía que la psicología era una ciencia incierta o aleatoria, dependiente de demasiados factores, como para considerarla ciencia, pero..., la ignorancia, en este caso por mi parte, fue muy atrevida. Pero conservo una mínima ventaja, y es que aún puedo leer algo, aún queda algo de aquel ávido lector que fue ese niño que fui. Aunque cada día me cuesta más, suelo entender un poco de cosas que leo y que no he estudiado nunca, como psicología, medicina, filosofía o teología, gracias a eso, si cae en mis manos un libro como el de Auger, pues puedo leerlo, a duras penas, volverlo a leer, otra vez con dificultad, porque tiendo a leer a toda velocidad, sin fijarme mucho, igual que hago en la vida real, que no me entero de nada, pero al final, no sé por qué, de algo me entero. Es cuando me percato de que tengo peor concepto de mí mismo de lo que realmente soy, que no me quiero y que lo de la autosatisfacción es mentira, soy como un esquizoide, con la cabeza en otro sitio.
Y esto es lo que necesito saber, cuál es el diagnóstico de lo que tengo, y cómo puedo cambiar, por eso estoy leyendo, a ver si me entero de algo, porque igual tengo que terminar yendo al psiquiatra.
La otra cuestión es que los psicólogos cuestan una pasta que no tengo y por eso tengo que intentarlo por mi cuenta.

Esto forma parte de la búsqueda de uno mismo, yo me perdí hace tiempo, no sé cuándo ni cómo, pero me separé de mí mismo y me hice enemigo de mí. ¿Cómo puedo reencontrarme?

Estas son las cuestiones en las que ando ahora, canuto va, canuto viene, todo el día fumao. Hace muchos años, anduve lo mismo, con el mismo rollo que ahora, con lo de encontrarme a mí mismo y lo de que me había perdido, y me agarré una crisis del carajo, una depresión y un bajo concepto de mí mismo que me llevó a tomar la decisión de dejar de fumar marihuana. Ahora me está sucediendo exactamente lo mismo, es de mi naturaleza darle vueltas a estas cuestiones de cómo soy, tengo que cambiar, qué mal lo he hecho en mi vida, etc. Yo no fumo para divertirme, fumo para afrontar las situaciones e intentar ver las cosas más claras, porque el miedo a los demás me impide fijarme bien en las cosas, soy desconfiado.
Supongo que habrá más gente como yo, que sin ser mala no es buena, es tibia, porque no participa de entorno, de la circunstancia, porque no piensa sino en lo qué estarán pensando los demás de ella, y no se fía y ni es de fiar. A mí me falta la entrega, a una persona o a una causa, que es falta de ganas de querer a algo, o a alguien, por no depender de nada ni de nadie, es puro egoísmo. Este egoísmo sólo puede deberse a que no me considero digno de formar parte de nada ni de nadie, alguien me dijo que no era digno de mirar a nadie a los ojos, pero no sé ni quién ni cuándo me lo dijo, me cuesta recordar.
Y cuando fumo recuerdo que no miro a nadie a los ojos, que no me entrego a nadie, que sigo esperando a entregarme a alguien ¿a qué? ¿A que venga la tía más guapa del mundo para ti, si ni siquiera la conoces, a tener más ganas otro día? Y yo creía que era timidez o vergüenza, ¡qué va!, era complejo de inferioridad, era considerarme menos que el prójimo, todos me parecían mejores que yo.
Nunca me he considerado envidioso, pero reconsiderando mi vida creo que tal consideración no era precisamente correcta, si bien tengo que reconocer que he sido persistente al ser durante al menos cuarenta años único educador de mí mismo, porque no ha conseguido educarme nadie.
Y basado en tan rotunda afirmación me he puesto yo sólo el mérito inexistente de autoeducarme, inexistente porque es imposible, por propia definición, nadie puede educarse a sí mismo.
Nadie puede pretender aprender chino sólo, sin libros, sin sonidos, sin nada, invéntadose uno mismo lo que cree que es chino, y crea rasgos y sonidos que, cuando se contrastan con el chino real, no se parecen en nada. Es como si alguien inventase una nueva escala musical, en su imaginación, pero imposible de hacer realidad, ni con la propia voz.
Pues algo así es autoeducarse, es llevarse a engaño.

Cuando somos niños, nuestras madres nos amamantan y nos cuidan, pero ya desde muy pequeños queremos cosas que no nos las van a dar, porque no existen o porque no nos convienen, y aquí comienza la educación, porque decir no es guiar por lo más conveniente, porque desde fuera se ven las cosas mejor. Esto, aplicado al mundo real de la amistad entre adultos, se ve muy claramente: acudes a un amigo para pedirle un consejo, porque él, desde fuera, va a ver mejor las cosas y te puede aconsejar bien, confías plenamente en él. O cuando vas a una tienda y alguien te acompaña y te fías del consejo que te dé sobre cómo te queda la ropa que te vas a comprar, porque sabes que desde fuera se ven las cosas mejor y confías en ese acompañante.

Pero, en la vida familiar a veces sucede lo contrario y se ve a los padres como enemigos, o como personas de las que no hay que fiarse.
Porque no otra cosa es que yo haya llegado a los cincuenta años sin educar, sin disciplina, haciendo lo que me da la gana, tocando fondo y fumando canutos todo el día. Si he llegado a esta situación es que algo importante va muy mal, así que necesito saber qué es.
El no haber hecho caso a nadie en mi vida, me hace verme ahora en esta situación, pero esta vez viene en serio, de hecho la he estado buscando, casi conscientemente, desde hace tiempo, por una serie de problemas familiares que tuve hace algunos años, que me hizo quedarme prácticamente sin familia. Ahora, sin trabajo y sin medios de salir a flote, sólo me queda intentarlo en otro sitio, en donde no me conozcan, empezar de nuevo, con deudas y sin dinero, sin prestigio en mi ciudad, con ganas de hacer cosas, creo que puedo ser útil.

Y en este "creo que puedo ser útil" es en donde yo creo que está la frase mágica, la llave de la solución, pero el problema es demostrarlo.
Como no puedo estar haciendo algo útil para los demás y estar fumado todo el día, pues tengo que encontrar el modo de ver la vida igual cuando fumo que cuando no fumo, pues cuando no fumo veo la vida de otro modo, del que no me gusta. Cuando fumo me fijo más en las cosas. Hoy, viendo la Cabalgata de Reyes, me he dado cuenta de que no la había visto nunca, seguramente desde niño, es probable que a los siete u ocho años ya me pareciese demasiado de niños la Cabalgata, porque yo siempre he querido ser mayor, siempre he andado con gente algo mayor que yo. Por primera vez en mi vida he visto la Cabalgata, desde mi casa, por la ventana, cosa que podría haber hecho en los anteriores diecisiete años que llevo viviendo aquí, pero como me echan de la casa, he querido hacer lo que no había hecho nunca: intentar ver la Cabalgata, porque creía que mi miopía no me permitía ver tan lejos.
Me he acercado a la ventana y, fijando la vista, con paciencia, he conseguido reconocer a los reyes y a las personas, y he reflexionado que viendo cosas, viendo en mi entorno, me pasa lo mismo que cuando leo: que lo hago demasiado rápido y no me fijo bien.

Y me viene al pensamiento que, igual todo esto es un problema de oftalmólogo y nadie sabe que me pasa esto, porque es la primera vez que lo cuento, también porque es la primera vez que se me ocurre.
Y creo que un problema que parece psíquico podría ser un problema neurológico, no sé si relacionado o no con el nervio óptico, pero lo cierto es que me cuesta distinguir los rasgos de una persona que veo por la calle, me tengo que fijar mucho y me da corte mirar.
Y este miedo que tengo a mirar lo perdería si pudiese hacer saber a la persona que se pudiera ofender que es que me cuesta ver bien y tengo que mirar más que el resto, posiblemente lo entendería, solamente alguno me podría decir: "Pues no me mires tanto".

Si todo el miedo que tengo a mirar y a fijarme bien, en todos los órdenes de mi vida, es por el qué dirán, pues cada vez esto me importa pero en su justa medida, que tiendo a exagerar. Yo sólo sé que tengo un trabajo obligatorio que es vivir, y nadie puede vivir mi propia vida, lo más que podrían hacer es guiarme, pero no puedo tener constantemente a personas de mi confianza que me guíen en todos los actos de mi vida, así que tengo que buscar un sustitutivo.

Y aquí es donde entra en acción, una vez hecha la confrontación anterior, el texto de Vázquez sobre las actitudes saludables, que propone como guía en las actitudes de nuestra vida "hacer el bien".

He comentado antes acerca del egoísmo del niño, que quiere hasta no saber lo qué quiere, pero pedirlo, porque los niños se aburren mucho, el tiempo es demasiado largo para ellos y todo es muy lento, piden hasta que se dan cuenta de que no lo van a conseguir o no lo deben conseguir.
Como he dicho, aquí comienza la educación, en la lenta percepción que tiene el niño, la incierta sospecha, de que algo no se va a poder tener, y eso es una frustración. Yo creo que los niños sufren y hacen sufrir mucho, por eso no tengo hijos, y mi niñez la recuerdo como infeliz, de mucho sufrimiento, pero recuerdo vagamente alguna perra de niño mimado porque ya no había más caballitos en la feria y había que volver a casa. Fui un niño insaciable, hasta que me dejaron de hacer caso y a decirme que no; seguramente yo, para vengarme de esa frustración, comencé a hacer cosas para llamar la atención, como escaparme de casa, no ir al colegio hasta que me echaron, etc. Luego comencé a beber y a emborracharme, a andar con personas y en ambientes no acordes con mi ambiente profesional, etc.
Todas estas cosas las he hecho a lo largo de mi vida, para que mis padres me dieran otra vuelta en el tiovivo, aquella vuelta que nunca daré, porque mi padre murió hace ya unos cuantos años, para que se fijasen en mí. De hecho, siempre he tenido la tendencia a, cuando hacía o decía alguna cosa, mirar como de soslayo para ver la reacción que podía causar en los demás. He vivido pensando en qué pensarían los demás, un gran fallo por mi parte.

Pero claro, ésas son cosas que vienen de la niñez y ni me acuerdo, por lo que, para poder recuperar la memoria necesitaría por lo menos que me hipnotizaran, y esas cosas me dan canguelo, aunque no sé por qué, es un miedo irracional. Recuerdo que Auger decía que los sucesos de la niñez no tienen más importancia que la queremos darle y contaba que el complejo de Edipo no tiene nada de horrible. Así, el niño que siente un deseo carnal por su madre y teme que el padre se vengue de él, por lo que asiente a los demás, como un ser débil, por ese miedo reverencial que siente por las personas mayores. Dice que el que un niño desee carnalmente a su madre no tiene nada de espantoso, podrá estar peor o mejor, según los gustos y preferencias de cada uno, pero no es algo horrible, y que evitemos este tipo de expresiones, que no son reales.

Veo, pues, cómo puedo llegar a definir mi problema: miedo a la vida y a los demás, que es la consecuencia de no andar de frente por tener miedo a los demás, seguramente motivado por mi complejo de Edipo.

Cuando yo era pequeño, probablemente me enmadré, no sé cómo ni por qué. Alguien, tampoco lo sé, metió en mi cabeza la idea de que me había criado ella y no mi madre, cuando era muy pequeño, idea que probablemente me llegó desapercibidamente, pero seguro que en un mal momento para mí y para mis relaciones personales con mi madre, seguramente al comienzo de mi adolescencia. De ser cierto que me hubiera criado esa persona, no me habría enmadrado, que eso sí me consta como cierto, porque lo recuerdo perfectamente, cómo sufrí y me puse de rodillas ante mi madre para que me perdonase una falta repetida, pero no me perdonó.

Mi madre estaba harta de mí, lo pude comprobar a partir de los siete años, es duro ser madre y tener todo el puto día a un hijo detrás de sus faldas, así que me dió una hermanita y no me resigné a dejar de ser el centro de la fiesta. Hoy, llevo años sin hablarme ni con mi madre ni con mis hermanas, porque tengo otra hermana mayor. Esa hermanita no supe verla, porque no he sabido mirar.

Hablando de todo un poco, yo no entiendo por qué en las escuelas a los niños no nos enseñan a ser personas, comenzando por aprender a utilizar los sentidos. A los niños hay que enseñarles cosas, pero, antes que nada, a mirar en torno de sí, a aprender cómo se mira a las personas y a las cosas, como mirar sin molestar, superar el miedo a mirar, etc. Realmente, cuando te encuentras a un niño, con la mirada bajada y triste, con miedo a mirarte a los ojos, uno puede preguntarse qué han hecho con ese niño, que vive con miedo.

Bueno, pues yo no he sabido mirar, no he aprendido nunca, no he espabilado lo suficiente, siempre he andado pensando en que pensarían de mí, y eso no es vida.

Por todo esto, como sé que los rollos de la marihuana pueden ir de cosas de éstas, es muy útil tener unas nociones acerca de las ideas no razonables y sobre las actitudes saludables. El cerebro humano está sin descubrir, pero, poco a poco, el hombre va sabiendo algo de su funcionamiento, basándose sobre todo en estudios clínicos, porque en Estados Unidos, sobre todo, ha avanzado mucho la Psicología Laboral, porque la Admnistración y muchas empresas importantes cuidan la salud mental de sus directivos y empleados, y se crean muchas estadísticas, que se analizan cuidadosamente, llegándose a conclusiones muy interesantes.

Lo que a los veinticinco años me dio ansiedad y me hizo dejar de fumar marihuana, ahora me da por pensar en positivo, en intentar darme cuenta de cuál es la mejor manera de ser mañana, pero, al decir esto, me percato también de que soy hombre de mañana. El que es hombre de mañana es hombre de nunca, tal vez hombre de vez en cuando y de pocas cosas. Probablemente, haciendo de nuevo la regresión a la niñez, cuando recibí las negativas frustrantes a mis peticiones de niño, decidí vengarme, seguramente dejando de cumplir mi obligación, que podría ser no hacerme pipí en la cama o hacer los deberes para el día siguiente.
Es decir, que ningun cinturón consiguió que hiciera los deberes, ni ninguna paliza impidió que me siguiera haciendo pipí en la cama, ahí se frustró mi educación. Porque dejé de hacerme pipí, pero no cumplía los horarios de llegada y seguí sin hacer los deberes. Así que me convertí en un hombre de tareas pendientes y me acostumbré a vivir con la carga de algo pendiente y sin hacer encima de mí.
Si me iba de vacaciones, no me iba a gusto, me quedaba con la sensación de que tenía algo por hacer y de que debería estar haciéndolo, lo que pasa es que ya no podía concretar qué era lo que tenía pendiente, si me hubiesen preguntado habría respondido: -¿pendiente por hacer?, todo, mi vida entera-. Y es que uno es un vago y la tendencia se muestra en la vida diaria, soy desordenado involuntariamente. Cuando se deja de cumplir la obligación que te marcan y te comienzas a dejar llevar tú por tus apetencias, haciendo lo que te sale en cada momento, dejas de hacer lo que debes por hacer lo que quieres. Con el paso de los años, te acostumbras, dentro de hacer lo que quieres, a hacer lo más cómodo y desaparece de tu vida cualquier tipo de rutina o disciplina, incluso los horarios. Un día puedes levantarte tranquilamente a las doce del mediodía, porque has pasado mala noche -te autoexcusas-, y tiendes a ir dejando las cosas, a hundirse tu negocio, a arruinar tu vida, en pro del hedonismo, de la comodidad de no someterse a educación o disciplina alguna.
Yo he tenido a huevo las cosas en la vida, porque he tenido una mediana presencia que hacía parecerme tímido, detrás de mis gafas graduadas, pero mi cara ha cambiado y ya no parezco tímido, ahora parezco fracasado, se me ha puesto cara de fracasado. Bueno, pues en mis veintidós años de trabajar para mí mismo he estado, dos veces, a punto de conseguir tener mucho trabajo, de ampliar mi negocio con otras personas. La primera de las veces dejé pasar la ocasión y, tras una discreta entrada, dejé de cumplir con mis deberes, y me quedé sin trabajo, por no dar a basto y por salir a celebrar eso de tener mucho trabajo. Celebraciones quizás dedicadas al niño que se quedó sin las últimas vueltas de aquel tiovivo. Recuerdo que, en alguna ocasión, me agasajó mi madre, que me comía a besos y se pasaba tres pueblos hablando maravillas de mí y de lo inteligente que era, más tarde eran sus gritos en la escalera echándome de su casa.

Y es mi constante tendencia a recordar el pasado lo que me hace tener miedo al presente, porque no hago los deberes, y el primer deber que tengo es vivir el momento, aprender a mirar, a explicar que soy lento al mirar, a pensar qué puedo aportar para el bien común en ese momento y actuar en consecuencia.

Cuando voy fumado, me sorprendo constantemente de lo vago que soy.
He caído tan bajo que puedo usar un vaso, tomar agua del grifo, y dejar el vaso en la fregadera, esto lo hago por costumbre. Mi mujer, gracias a esa costumbre, se ve obligada a tener que meter el vaso en el lavaplatos, creándole un trabajo innecesario, por mi vagancia. Bueno, pues no me he dado cuenta de ese detalle hasta que me he puesto a fumar, del mismo modo que no me había dado cuenta de que no vivo el momento presente, porque siempre estoy pensando en otras cosas.

Digo, cuesta cambiar, porque tenemos muchos vicios y costumbres arraigadas, pero yo hace más de dos años que inicié la liberación del vicio del tabaco, pudiendo pasar sin fumar, días y días. El tabaco fue un vicio que adquirí de niño y que mató al corredor que fui, se fuma para ser mayor, igual que se bebe, que es lo que yo quería ser: mayor, para poder hacer lo que me diese la gana.

Hace veinticinco años me imaginaba cómo sería yo con cincuenta: me veía un tío con pasta, seguramente jubilado por el dinero, tal vez con un gran bufete de asuntos de dinero. Físicamente me imaginaba con más canas de las que tengo, mucho más delgado de lo que realmente soy, y no me imaginé cómo vería la vida con medio siglo ya de edad.
Ahora, veinticinco años después, no sé cómo he sido tan imbécil en mi vida. De ver ahora a aquel joven que fui, con aquellos rollos mentales provocados por el cannabis y el alcohol, le diría: "aprende a mirar y a vivir el presente, que estás atontao", y hasta le enseñaría a mirar.

Para aprender hay que tener paciencia, igual que para enseñar, porque hay muchas cosas que no son fáciles de entender a simple vista y hay que explicarlas despacio hasta que pueda comprenderlas el otro.
Y claro, es que soy muy impaciente, antes me decían que era muy nervioso, que no paraba quieto, mi padre me llamaba "tocalotodo primero", porque me aburría enseguida.
Es fácil que un niño mimado en su casa se desmotive en la clase, viendo que nadie le presta atención, porque puede ser un niño con tendencia a motivarse sólo si se le atiende. Algo parecido a esos peones que sólo trabajan cuando está mirando el capataz. Lo cierto es que, cuando yo era niño, no había psicólogos en los colegios y de los niños se sabía que sacaban mejores o peores notas según fueran listos o tontos o estudiasen más o menos, no se sabía más que esto. Así que un niño desmotivado puede estar en clase, con la mirada y el pensamiento perdidos, medio atendiendo al profesor sobre algo que no interesa.

Yo era bastante fiera en duelos: tipo cesta y puntos, saber y ganar, etc. Me motiva competir y tiene esto mucha relación con llamar la atención, con que se fijen en ti, para intentar hacerlo bien, así que cuando se me provoca con alguna cita o hay que buscar algo, pues me motivo más y no me importa esforzarme, porque lo veo como un reto y no como un trabajo. Sin embargo, no me he formado reto alguno en la vida, no he sabido ponerme objetivos a cumplir, porque he vegetado, como la marihuana, igual que una planta.

Así que, sabiendo cómo soy, que me apasionan los retos, me he pasado la vida sin darme el gusto de hacerme uno, salvo el del tabaco, que pensaba que no lo iba a conseguir y que me iba a reforzar mi ego el logro, pero no siento nada especial, simplemente que no me apetece tabaco ahora, no sé mañana.

No sé si me acordaré mañana, porque construyo castillos en el aire, pero mi vida debería ser un reto constante de alcanzar objetivos concretos.

No es tan importante el resultado como haber hecho todo lo posible para alcanzarlo, igual que cuando un abogado trabaja el asunto cuanto está en su mano y un juez da la razón al contrario.

Para empezar, si tras la confrontación habida deduzco que mi problema es saber mirar, mi gran problema inicial, es la causa de esa problema, deduciendo que es por mi falta de paciencia, por mi inquietud, que hace que me vaya la olla todo el rato, la tendencia constante a pensar en otra cosa de lo que estoy haciendo, de distraerme, de no hacer los deberes.

Para educar mi paciencia supongo que habrá en internet algo, que tendré que investigar cuanto antes, pero, fundamentalmente, necesito no pensar en que tengo que agradar a nadie, que es lo que hace, en la mayor parte de las ocasiones, que me distraiga.

Una vez conseguida mantener la concentración en lo que tengo delante, tengo que superar la agorafobia y el miedo a estar en grupo, a que haya más de dos personas, porque creo inconscientemente que tengo que competir en ese grupo y me agobio porque pienso que no puedo con tantos. Al grupo me acercaré para aportar algo y no para medirme con nadie, todos tenemos virtudes y defectos, no tengo por qué ser el más guapo, el más listo, el que se lleve a la chica más deseable de ese grupo, no tengo que hacer nada, debo relajarme y mirar a las personas, ver qué necesitan, preocuparme por si mis palabras o gestos pueden molestar a alguien, ser discreto.

Si consigo perder el miedo a los demás y me considero a mí mismo como digno de estar con otras personas, que no soy ni más ni menos que ninguno, sino uno más de entre todos, conseguiré mejorar mi primera impresión y facilitar el trato con los demás.

Una concentración en el momento presente, en lo que estoy haciendo, me permitirá no ir dejando las cosas sin hacer, abandonadas, como sucede si uno no se disciplina, así que, como imponerme una disciplina yo mismo aún no sé cómo hacerlo, me pondré como reto vivir la vida al estilo Zen: concentración total en lo que estoy haciendo y evitar sistemáticamente la entrada en mi cerebro de pensamientos que distraigan lo que esté haciendo en ese momento.

Esto último es para mí una lucha de años, llevo muchos años diciendo lo mismo, pero no termino de conseguirlo, de evitar distraerme, lo que me lleva a dejar las cosas y no saber dónde.

No sé cuándo, pero seguro que hubo una primera vez, me dejé una cosa sin darme cuenta. Recuerdo que, de crío, en alguna ocasión volví sin alguna cosa, prenda de ropa, creo, por haberme olvidado de que la llevaba, con la regañina consiguiente, que me hacía sufrir mucho y a la que tenía mucho miedo. Yo siempre he tenido mucho miedo de la reacción de mis padres, he vivido con miedo, no sé por qué, pero he vivido como algo natural el temer a mis padres.

Años después, aún aparecen en mis pesadillas escenas de ir en pijama por la calle, estudios y servicio militar sin terminar y que tengo que volver a hacerlo, etc.

Yo no sé si mi caso es grave o no, ni siquiera sé lo qué tengo, pero he llegado a la conclusión de que he vivido con miedo y no se puede vivir así, con miedo a los demás, con miedo a la vida.

He intentado, más o menos, hacer la confrontación de mi situación por escrito, que se puede perfectamente hacer así, incluso se aconseja, para que nos podamos hacer una idea de cómo es, más o menos, según yo la entiendo. Una idea irracional por mi parte sería pensar que no tengo remedio porque soy así desde niño, otra idea irracional sería pensar que no valgo para nada. Confío en que, con mi ejemplo, se haya entendido un poco más cómo funciona todo esto de la autoayuda, para poderla aplicar en los casos de angustia o ansiedad.

En todo caso, la moraleja que os dejo es que no os autoeduquéis, dejaos llevar por los consejos de vuestros padres, porque de fuera se ve mejor que desde dentro, porque uno mismo no se puede ver realmente, ni aún a través del espejo, porque se mira el mismo que se ve. Es como cantar, hasta que no te oyen otros no sabes si cantas bien o mal, recordad en alguna historia real cómo alguna mala cantante se empeñaba en organizar veladas de canto a las que nadie acudía. Cantaba mal pero creía, estaba segura de cantar bien, se oía a sí misma melódica y armoniosa, con voz agradable. Uno no sabe lo que puede saltar hasta que no lo salta. Me puedo quedar mirando una montaña e imaginárme subiéndola hasta la cima, pero cosa distinta es ir y comenzar a subirla. Pues algo así, como la distinción entre ficción y realidad, es verse o que te vean, escucharse o que te escuchen, porque te ves y te escuchas a ti mismo, y eres el más influenciado por ti, sería como si te juzgases a ti mismo.

Y quien se autoeduca es como quien se juzga a sí mismo, pues uno mismo tendría que ver si hace bien o mal para corregirse, pero es difícil estar haciendo cosas y corregirse, a la vez. Es como estar con una mujer en la cama, haciendo el coito, y estar a la vez pensando en que eso que está haciendo no está bien, porque lo estás haciendo en un coche, porque lo estás haciendo en la casa de tus padres, porque lo estás haciendo en su cama, porque lo estás haciendo en un sitio en que puede aparecer o veros alguien... Esa crítica, tan frecuente, en los momentos de sexo, es consecuencia de la autoeducacion, pienso yo, porque el resultado es que, ni jodes ni te arrepientes, tan tibio como la propia autoeducación. Autoeducarse es como adivinarse la propia cara sin habérsela visto uno nunca, porque creemos saber cómo somos, pero es una creencia que no tiene por qué coincidir con la realidad, y puede que no nos conozcamos y que no sepamos cómo somos, y que la autoeducación no sea tal, sino un hedonismo barato a corto plazo, que nos destruirá a la larga como personas.

Ya he dicho: ahora me doy cuenta de que nadie me ha educado, vengo del hedonismo mal entendido, mi primera fase de medio siglo me hace ver que he estado equivocado.

Ahora no me queda más que el único camino posible: que me eduquen, que nunca es tarde y se puede cambiar en cualquier momento, más o menos puedo saber por dónde fallo y sé que necesito que me guíen.

Como no tengo padres que me guíen ni psicólogo de cabecera, tengo que tomar como modelo el sistema que me permita ver en clave positiva mis relaciones con el mundo: buscando el bien común.
No es fácil, sobre todo al principio, procurar el bien común, porque puedo enfrentarme con personas a las que perjudique ese bien común en sus intereses particulares, porque no tengo más guía que la propia conciencia. La conciencia es como una ventana que se abre hacia el Creador, que nos mantiene en contacto con la Ley Natural, y que, gracias a ella, sabemos si hacemos lo mas conveniente o no. El primer problema es que mucha gente rechaza que la conciencia exista, el segundo que otros me pueden acusar de ser tan egoísta que sólo busco acallar mi conciencia. Si busco el interés general, el bien común, tengo la seguridad de actuar bien, tenga o no los resultados a corto plazo, igual que el abogado que hace todo lo que puede, pero pierde el asunto.

Yo soy responsable de mi propia vida, no puede vivirla por mí ningún educador, estamos ante el resto del mundo mi conciencia y yo, nunca podré estar absolutamente seguro de que cada uno de mis actos a lo largo de mi vida sea bueno o malo, ni hasta dónde llegarán sus consecuencias, porque escapa a mi conocimiento, sólo lo sabe Dios.

Luego, plantearme con demasiado empeño actuar conforme a mi conciencia y dudar si acierto o no, es labor inhumana, porque nunca podré saber si actué bien o mal, luego, es mejor actuar con el corazón, con los sentimientos, con los impulsos del corazón, con el alma, que es nuestra parte humana de la conciencia.

Puedo vivir a disgusto con mi pareja, me puedo dar cuenta de que no la quiero, incluso que me da hasta asco, pero no se lo digo y continúo dejando que se siga pudriendo la relación, siendo menos que amigos, pero continuando la coexistencia en falsa pareja, porque no hay sexo desde hace mucho tiempo. Si actúo de este modo, es porque me conviene, aunque mi conciencia me lo disfrace de este modo: "Te casaste con ella y tienes que mantener ese vínculo sagrado ante Dios", para justificar el no dar el paso.
Cuando esto ocurre, hay que pensar que la base de la mala educación es el egoísmo, el quererlo todo, de cuando éramos muy pequeños, y que nos comenzaron a educar en el momento en que nos dijeron el primer no. Este egoísmo busca, invariablemente, lo mejor para nosotros, pero en clave de la educación recibida; por ejemplo, un hombre bien disciplinado y educado sabe que es mejor quedarse soltero que casarse con una mujer a la que ni ha amado, ni ama; a una mujer disciplinada le ocurre lo mismo, es mejor seguir soltero. Pero si esa persona no ha sido bien educada, porque se ha educado a sí misma, puede pensar en otra clave y llegar a la conclusión de que lo que les ha pasado a los demás no tiene por qué pasarle necesariamente a él y se casa sin amor, sólo por interés, por el mero interés de tener un sitio en dónde vivir.

Para una persona disciplinada, el no tener en dónde vivir no le lleva a entregarse en matrimonio a nadie: se busca en dónde vivir sin comprometerse con la compañera de piso o se marcha uno a otro sitio, aunque sea a casa de una tía, unos días, mientras sale una habitación por ahí para ocupar. Para una persona no disciplinada, hará en cada momento lo que le parece mejor, pero sin perspectiva de sí mismo, porque no se conoce, sin reflexión sobre las consecuencias de sus actos, por lo que se casa y no pasan demasiados años en que su vidas no es feliz, porque echa de menos a alguien a quien amar.


Voy concluyendo este galimatías. Un niño, cuando nace, carece de medio de defensa aparente y es aparentemente indefenso, pero la naturaleza engaña y las cosas no son lo que parecen. El niño, al igual que muchos otros animales, nace y mantiene durante la primera parte de su vida, unas facciones suaves, redondeadas, que no desprenden agresividad sino ternura, y esta es su primera característica de defensa: evitar formas agresivas. Pero el niño, tras su apariencia indefensa, tiene unos pulmones, unas lágrimas, unas babas, hambre, pis, caca, limpia, compra, sal, duerme, ven, vete, que le permiten tener a sus padres ocupados en sus cuidados durante horas mientras el niño pequeño los observa con sus grandes ojos: les está tomando la medida, averiguando hasta dónde puede llegar con ellos en su insaciable egoísmo.

El niño piensa sólo en sí mismo y se fija mucho en agradar a los demás, para obtener de ellos, además, vanidad; el niño no quiere a nadie sino en la medida en que pueda recibir de él, unos años más tarde, en la adolescencia, dirá burradas a sus padres, pero les chuleará y obtendrá de ellos cuanto pueda, mientras sigue pensando en que muertos estarían mejor porque él sería más libre y esa casa sería para él sólo, para compartirla con los amigos.

Pero cuando se crece, cuando ya no tienes padres que te quieran, echas de menor el amor, aunque no hayas tenido nunca la sensación de haberlo sentido, porque has sido querido por otros seres humanos, pero no te diste cuenta de ello, porque sólo pensabas en ti. Esa falta de amor en la convivencia diaria deviene insoportable, es duro vivir sin amor.
Sin amor la esposa enferma es una carga, la falta de dinero una consecuencia necesaria de la falta de coordinación en la pareja, el fracaso personal causa de reproches mutuos. El amor ayuda a crecer, pero no sólo el amor que se recibe, sino también y sobre todo el que se da. Dar amor es darse a sí mismo, es perpetuarse, es influir en los demás positivamente, es sembrar lo mejor de nosotros mismos, es ser feliz, sentirse bien queriendo al otro. Si la esposa enferma, el amor hace que la ternura hacia el ser delicado descubra cuánto podemos llegar a querer y a sufrir por el mal ajeno, la falta de dinero se supera estando juntos y no existe el fracaso personal, porque la persona está llena de espíritu y tiene un porqué para vivir y vive la vida en su plenitud, con el sentimiento desbordante.

Cuando alguien llega a esta conclusiones, después de diecisiete años de matrimonio y cincuenta de vida, es porque algo antes no ha funcionado bien, no se ha sabido elegir y no se ha sabido vivir.

Puedo seguir aplazando mi decisión meses, incluso años, justificándome para seguir igual que hasta ahora: no quiero hacerle daño, no quiero líos, pero me consta que me casé porque no tenía en dónde vivir y me casé por eso, por resolver un problema material. Ahora, casi dieciocho años después, me ocurre con este tema lo mismo que me ocurrió profesionalmente: que tuve mi primera oportunidad de crecer y la dejé pasar, me dediqué a celebrar lo bien que me iba y lo perdí todo; años más tarde tuve una segunda oportunidad y me pasó exactamente lo mismo, y eso que estaba avisado. Es lo que me ha llevado a analizarme y ver el porqué de haber repetido el mismo error: por no saber vivir el instante. Ahora, en breve plazo, me quedo de nuevo sin lugar donde vivir y ya he tomado la decisión de marcharme de donde vivo y de la esposa con la que llevo compartiendo la vida, con mejor o peor fortuna, casi dieciocho años. Si quiero cambiar yo, tengo que ayudarme, tengo que sacar provecho de las crisis, más de una tan gorda como ésta, que me obliga a partir de bajo cero, por las posibles deudas que queden tras liquidar todo, y para ayudarme tengo que cambiar mi entorno.

Mantener mi entorno sería perpetuar mis costumbres, mi forma de mirar mal la vida, de continuar sin mirar a los ojos a los demás, de seguir teniendo miedo en cualquier grupo y pensando en qué pensarán de mí y qué impresión les causaré.

Así que, ayudado por la marihuana, que me hace ver las cosas de este modo, estoy dispuesto a dar el paso, cuando llegue, porque sé que no necesitaba en ese momento, cuando me casé, a esa mujer sino el compartir el alquiler de un piso con alguien; tiempo más tarde, sentí la obligación moral de casarme, es decir, necesitaba seguir compartiendo los gastos del piso.

Me he sacrificado durante casi dieciocho años, viviendo sin amor, porque creí que Dios me enviaba a esa mujer como mi compañera para toda la vida y porque creía que el amor nacería. El amor no nace en una convivencia, se puede convivir un año con alguien, compartir litera, y no enamorarse, incluso vivir sin dirigirse apenas la palabra.
Hay un inconveniente añadido: y es que muchas parejas dejan de escucharse. Puedes entender y discernir lo que te diga cualquiera pero, la voz de tu mujer más o menos saber lo qué te va a decir, porque la convivencia es difícil y la convivencia sin amor puede desembocar en monotonía, que impide que ninguno de los miembros de la pareja crezca y ayude a crecer al otro.

Incluso, como me ha pasado a mí, el cónyuge incremente tus vicios de vagancia o de no mirar bien en derredor, si no te corrige, pasa de educarte, no insiste, te deja hacer y, además, te pregunta qué te pasa si le miras, mirándote descaradamente y haciéndote bajar la vista, como si hubiera hecho algo malo y ella me lo recriminase, no le puedo mirar, le molesta.

Dadas estas circunstancias, hay que salir pitando de aquí, aunque sea por salud mental. Dieciocho años son muchos y no estoy dispuesto a cumplir un año más de castigo, por muy divino que sea.
A mí me da mucha pena mi mujer, pero más pena me doy yo, porque, si no cambio, si no consigo vivir plenamente y dar un sentido a mi vida, con un reto que desarrollar, tendré que dar cuenta de los talentos que se me dieron cuando nací, cosa en la que he pensado muchas veces y, cuando llegue la rendición de cuentas no sé si voy a poder devolver siquiera lo que se me entregó, porque estoy obligado a vivir con cierta intensidad la vida y no me puedo autoeducar solo.

Del mismo modo, Er_Plok, que te ha servido lo que estos días he ido escribiendo sobre autoayuda, confío en que todas estas reflexiones sirvan de algo a alguien, porque se puede cambiar a los cincuenta, no somos inflexibles ni invariables, y si vemos que actuando de una determinada manera no se llega a ser feliz con uno mismo, se actúa de otra, por ver si se mejora. Lo importante es estar bien uno mismo para poder hacer que el entorno esté mejor contigo que sin ti. En cuanto a vivir sin amor, es la consecuencia de mi error: estaba acostumbrado a que me quisieran, he sido muy cómodo toda mi vida, pero ha llegado el momento de querer, de amar, sin miedo a que la persona amada me rechace, me da lo mismo, porque el placer consiste en amar no en la correspondencia del mismo. Por otra parte, no se pueden ocultar los sentimientos, aflorar al exterior y los demás se percatan de ellos, los notan, por lo que, si desprendo amor, los demás lo notarán y será más fácil que me correspondan, pero si así no ocurre, no pasa nada, no importa, porque soy libre para amar a quien quiera.
Mi perfección y mi felicidad dependen del amor que pueda dar a los demás, no del que pueda recibir de ellos. Dar mi amor puede depender de mí, de mejorar para poder llegar a darlo, pero recibir el amor de los demás no depende de mí, luego es irreal que yo pretenda influir en el amor, en el concepto, en la imagen que los demás puedan tener de mí y, sin embargo, me he pasado la vida fijándome en si me querían o no.

Creo que bato mi límite de pasarme de largo, pero se puede leer a trozos.
 

kitomas

Semilla
8 Enero 2005
3
0
0
48
GRACIAS ZARBEL

primero pues eso, darte las gracias por perder tanto tiempo escribiendo sobre este tema.Decirte que yo me identifico mucho contigo y te entiendo,aunque es normal que mucha gente no porque eso hay que vivirlo. Yo realmente toque fondo hace ya unos 10 años,pense en suicidarme muchas veces...crei que no valia nada,me pasaba como a ti ,perdia mucho tiempo fijandome en los demas en vez de fijarme en mi. Todo empezo con una paranolla de tripi y crei haberme quedado loco pero lo que habia pasado es que no tenia fuerza interior para controlarme en esa situacion. Fui de los primeros en fumar porros de mis amigos con 14 años y sin una personalidad definida.. y claro no era consciente de mi empanada mental.. me daba cuenta de que muchas veces no mantenia conversaciones pero creia que le pasaba a todos,que era normal ,en realidad era que siempre me ponia excusas y siempre estaba escapando de mi mismo... bueno, el tema es que el dia del tripi es como si despertara y me viera,y no estaba preparado,ya que creo que hay que conocerse poco a poco ,no de golpe. Lo que paso fue que pille una depresion de caballo,psicologos comidas de olla enormes,replanteamiento de toda mi vida..una puta mierda que no se lo deseo a nadie. Llegue a la conclusion que ni psicologo ni nadie me podian ayudar,que era yo el unico que tenia la llave,deje de fumar porros y todo tipo de drogas para ver si era eso,y aunque me ayudo en el sentido de que no podia echarle la culpa a ellas y darme cuenta que el problema lo tenia YO (aunque siempre lo habia intuido) no solucione el problema ,pero empeze a vivir un poco mejor. Ahora estoy pasando por una mala epoca (separacion) y aproveche para,estando solo en casa fumarme un porro y ver los efectos,pillando paranolla el primer dia,y volviendo de algun modo a los recuerdos del pasado,y darme cuenta que aunque mejor ,no los solucione. Asustado y aprovechando que tengo internet, busco hasta encontrar de total casualidad este foro. Y por eso te voy a estar siempre muy agradecido,por que yo no se hablar esto con amigos por la terrible verguenza que me da y me di cuenta de lo que me pasa que (no estoy loco) que a mucha gente le pasa lo mismo y que es normal ,que si tienes aun muchos miedos interiores irracionales,si estas pasando por una situacion traumatica,(divorcio,muerte de un ser querido) lo que hace la maria y me imagino que tambien los porros es aumentar esos miedos. Lo que me pasaba a mi es que me costaba darme cuenta de eso y me rayaba la ostia con que coño me pasaba. Lo que siempre intui y creo que es asi,es que las drogas no tienen la culpa,pero que para tomarlas hay que tener la personalidad mas o menos definida y conocerse bien a uno mismo para que cuando te comas la olla con miedos irracionales sepas controlarlos y no te emparanolles. Me hace gracia lo que escribiste porque yo tambien le echaba la culpa a mi padre, nunca me daba una buena palabra (si suspendia era un inutil y si aprobaba era por que copiaba) y siempre estube buscando su aprobacion inutilmente y andaba por la vida sin nada de confianza en mi mismo..y sin autoestima. pero me e dado cuenta (aunque tarde mis años..) en que sus reproches no es mas que motibo de sus miedos y que el que no me apruebe (aun me llama drogadicto,maleante..) no me puede valer de excusa para no quererme y destruirme. En fin todo lo que has escrito biene de lo mismo y me has ayudado mucho a despejar dudas que yo aun tenia. GRACIAS
 
La uinca cosa que digo yo es que los niños, cuando somos pequeños, en vez de cerebro tenemos una esponja. Según de que agua se llene esa esponja será una esponja encharcada y lista para usar o será una esponja llenita de agua sucia imposible de limpiar. Yo creo en una programacion del cerebro como si de un programa informatico se tratase. Se que suena un poco friki pero es una idea. Ese programa informatico tiene un kernel que es el que tenemos que recuperar, ya que todo lo demás normalamente son programas basura que no valen para nada.
¿Quien sino no hizo alguna vez un formateo en su ordenata y luego todo volvió a funcionar?. Lo importante es tener una buena maquina, y SIEMPRE tener una copia de seguridad de ese kernel ,que es nuestro subsconsciente. Yo creo en las drogas(llámese así la marihuana) como una especie de retroprograma que lo que hace es ver lineas de codigo de nuestra programacion interna. Basta intentar Formatear esa parte de nuestro cerebro para intentar ver las cosas de nuevo con el mismo disco duro, pero con el güindous recien instaladito...
Siempre hay posibilidad de reprogramacion, pero somos nosotros los que tenemos que hacerlo y aprender a hacerlo, a no ser que os querais gastar una pasta en un taller tecnico. Siempre hay salida, y si esa salida con la maruja me ayuda a enfrentarme a esos miedos(linaeas de programa) pos bienvenida. Acuérdate que nosotros nacemos para MORIR, no hay otra :wink:
 

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
4.609
16
43
38
Près de la France
www.erowid.org
Ayer me fui con mi mujer a Santander, me fumé una pipa de kalimist y quedé con un íntimo amigo que vive allá. La noche anterior, la del viernes al sábado, releí un libro que, junto con el autoanálisis que he venido desmenuzando, da sentido a la vida y se titula: "Tú eres mi amado", que también desmenuzaré, porque se trata del mensaje de un teólogo católico a los jóvenes laicos, sean o no cristianos o creyentes.

La verdad es que mi caída profesional, mi estado económico en bancarrota, mi baja autoestima, la pérdida de toda mi familia, salvo mi esposa y una sobrina, todo ello ocurrido en menos de treinta meses, me ha causado una crisis que ha tocado fondo ahora, durante el pasado año 2004. Incluso para los que nos hemos considerado a salvo de depresiones y angustias, aconsejando sobre ello a los demás, nos sobrevienen los mismos males que al resto de los mortales, males que, en vez de acudir a un psicólogo especializado en terapia conductual, intentamos resolver nosotros mismos.

Ayer fue para mí un día especial, además de haber tenido un día magnífico en Santander que me permitió montar en el barco que va de Puerto Chico a Pedreña, ya que comimos en Suances, invitados mi mujer y yo por mi amigo. Hace mucho bien al espíritu, más sensible seguramente por los efectos de la kalimist, la visión del mar y del cielo azules, contrastados por la visión blanca de los Picos de Europa nevados, visibles tanto desde el coche, antes de llegar a Santander, cuanto desde el barco, en medio de la bahía.

Sentirse bien interiormente es la clave de nuestra visión del entorno, el color que daremos a lo que nos rodea. Si nos encontramos de buen humor, de buen talante, lo que suceda en torno lo positivizamos y damos menos importancia a lo malo; es algo parecido a ir con una persona a la que amas a cenar a un tugurio, en que la cena es lo de menos, lo más importante es estar con esa persona, en donde sea. Es decir, sentirse bien interiormente es estar a bien con nosotros mismos.

Por lo tanto, no basta con superar las ansiedades y angustias, pues esto sirve para no encontrarse mal, pero no para encontrarse bien con uno mismo. Para empezar, os diré que un quince por ciento, más o menos, de la población española padece ansiedad. Los especialistas estiman que sólo un cinco por ciento ha sido diagnosticado y está en tratamiento (unos dos millones de personas sólo en España), mientras que otro diez por ciento (unos cuatro millones de españoles) padecen el mismo trastorno y aún no les ha sido diagnosticado.

La cuestión, desde el punto de vista médico, no es sencilla. Hay muchas personas, según hemos visto con los datos dados, que sienten de repente mareos, vértigos y un dolor intenso en el lado izquierdo del pecho, y piensan: "Un infarto o angina, algo de circulación, voy a Urgencias".

En Urgencias hacen electrocardiogramas, pruebas de esfuerzo, endoscopias, ultrasonidos... y dar un resultado normal: no hay déficit ni señales de infarto de ningún tipo. Regresa uno a su casa aliviado, pero sigue sin saber cuál es la causa de los síntomas que le llevaron a Urgencias. Suelen pasar muchos años y muchos especialistas hasta dar con el diagnóstico exacto: Ansiedad.

El miedo, o ansiedad, es, básicamente, un mecanismo defensivo que moviliza el organismo y lo mantiene alerta ante riesgos y amenazas. El problema viene cuando ese sistema que ayuda a huir, atacar, neutralizar o afrontar situaciones límite funciona de forma alterada y provoca trastornos de salud. En suma, cuando esa función defensiva, en lugar de ayudarnos, nos incapacita.

Sus manifestaciones son variadas. En la mayoría de los casos aparecen síntomas físicos (taquicardia, presión en el pecho, náuseas, falta de aire, cansancio, alteración del sueño o de la respuesta sexual) que pueden venir acompañados de alteraciones psicológicas, de conducta, intelectuales y hasta sociales que dificultan las relaciones con los demás.
Muchas personas, cuando sufren un ataque de pánico, creen que van a tener un infarto, y no es así. Esas sensaciones que se experimentan son inocuas para el organismo, salvo que la activación emocional que se padece en esos momentos dure mucho tiempo, porque conduce al cansancio crónico y a graves deficiencias psicofisiológicas.

Acuden al especialista, por causa de la ansiedad, todo tipo de profesionales y de personas, buscando ayuda para tratar unos síntomas que creen derivados de una enfermedad grave, pero no encuentra nada.
Según algunos estudios europeos, son precisos hasta tres años para que un afectado de ansiedad sea diagnosticado de forma correcta.

Muchos de los síntomas que causa el miedo o la ansiedad con equiparables inmediatamente a enfermedades graves, lo que retrasa el diagnóstico; además, para que la ansiedad sea tratada correctamente, los propios pacientes deberían preguntarse si sus males no están causados por unos miedos que no han podido asumir.

Las personas que han sido diagnosticadas de ansiedad y saben que la padecen se encuentran con una gran oferta de terapias: psicoanalistas, terapias de conversación, psicofármacos, bolitas homeopáticas, flores de Bach, terapia corporal, medicina ayurvédica, aromaterapia, yoga, deporte, rezos... Todas ellas casi prometen la curación. Borwin Bandelow, psiquiatra e investigador alemán, especializado en estos trastornos, acaba de publicar un volumen titulado "El libro del miedo", estimando que casi todas las técnicas citadas ayudan, pero que casi nada ayuda.
En su opinión, las mejoras que sienten los que las experimentan se deben al efecto placebo y a la natural capacidad de curación de las personas, pero no todo vale. Por ejemplo, en el mundo especializado está creciendo el escepticismo acerta del psicoanálisis para tratar la ansiedad. Una técnica que, en palabras del psiquiatra alemán citado, "obtiene resultados que sólo tienen un calificativo: lamentables".
Bandelow cree que las posibilidades que ofrece la autoayuda para mejorar una vida lastrada por el miedo no son despreciables, pero, a su juicio, la mejor opción es buscar la asistencia de psiquiatras o psicoterapeutas formados en la terapia conductual, que alcanzar altos porcentajes de efectividad y emplean muy poco tiempo en establecer un diagnóstico correcto de esta enfermedad.

Hay varios tipos de personas o de actitudes que pueden reflejar la existencia de miedos o angustias interiores que precisan, al menos, de autoayuda, de psicoterapia usando la razón:

1.- EL ENCLAUSTRADO: Rehuye el contacto social. Cada vez que se siente inseguro se encierra en casa. Piensa que no tener relación con los demás es la mejor manera de no resultar herido. La consecuencia de este comportamiento es la soledad y la pérdida paulatina de las habilidades sociales, que necesitan ser ejercidas de forma constante.

Yo la he padecido, incluso sigo padeciendo este enclaustramiento, por miedo a encontrarme con los demás y me hagan daño, de algún modo.

2.- EL PARANOICO: No se fía de nadie. Su estrategia es la desconfianza. Para él todos somos enemigos en potencia ante los que hay que permanecer vigilante. A menudo percibe como una amenaza cualquier gesto neutral o incluso amistoso. Su comportamiento suele provocar lo contrario de lo que persigue: la hostilidad de los demás.

Yo la he padecido, incluso sigo padeciendo esta errónea visión del mundo, como me hicieron daño no me fío de nadie.

3.- EL EVASIVO: Evita situaciones comprometidas. Su lema es: "La mejor manera de evitar el peligro es no exponerse a él". Esta conducta provoca, a largo plazo, una pérdida de habilidad para resolver situaciones comprometidas, lo que aumenta el riesgo de desarrollar una fobia y de no poder hacer frente nunca más a un nivel de riesgo aceptable.

Yo la he padecido, sigo sufriendo esta forma de ser, imbuido cuando era niño por frases como: "El que ama el peligro perece en él". "Quien crea la ocasión, crea el peligro", etc. Aún hoy, sigo alimentando en mi interior la idea no razonable de que no meterme en nada, en ningún partido, sociedad, club, pandilla, lugares en los que pueda terminar teniendo una relación personal con alguien, me ayudará a no tener problemas y a evitar el peligro.

4.- EL APRENSIVO: Somatiza el miedo. Reacciona al miedo con molestias corporales, como malestar general o dolores. Esta es una estrategia defensiva en toda regla porque "los enfermos" no suelen ser molestados socialmente. Pero el aprensivo experimenta su miedo como un malestar físico real y eso le hace preocuparse por su salud.

Como yo, muchas personas han sentido miedo al tener que enfrentarse a una situación que imaginamos como espantosa e insoportable, sintiéndonos con ganas de orinar, con el estómago mal, opresión en el pecho, temblor en las piernas y una necesidad imperiosa de salir corriendo en dirección contraria y evitar ese encuentro. Así sucede al tener que ir al dentista para una extracción o en muchos otros órdenes de la vida en que nos tenemos que enfrentar a un miedo insuperable.

5.- EL ANESTESIADO: Usa las adicciones como barrera. Alcohol y tranquilizantes (incluida la marihuana) son estrategias muy extendidas para amortiguar el miedo, pero hay otros comportamientos, como fumar, comer o comprar de forma compulsiva, que también permiten sepultar el miedo bajo una avalancha de estímulos. La adicción al trabajo también se considera anestésica.

Cuando comencé a sentir los efectos de la ansiedad, por problemas familiares, mis amigos me aconsejaron que utilizase este método: trabajar y trabajar, para olvidarme del tema. No les hice caso, porque interiormente relacionaba este método con un actuar compulsivo, ignorando el problema en vez de afrontarlo. Me recordaba a la compulsión con que fuman en algunas reuniones de Alcohólicos Anónimos, en que muchos sustituyen una compulsión por otra, que les acortará la vida notablemente y empeorará su condición física tanto o más que el alcohol.

Es mejor afrontar la situación, bien arropado por los seres queridos que aún estén a nuestro lado, aceptándola tal y como es.

6.- EL ATERRADO: Siente miedo hasta de lo cotidiano. Reacciona con pánico ante el estrés, pero también ante situaciones normales como subirse al autobús. El terror a sentir miedo hace que el problema sea aún mayor. Siente que la cosa no puede seguir así, que debería afrontar la situación o que necesita ayuda para resolver sus temores.

Es propio de síndromes de estrés postraumático este terror, pero también puede darse por causa de la ansiedad. Podemos caer en la agorafobia, en el miedo a salir y a relacionarnos, a realizar actividad alguna por temor a que pase algo desagradable. Como la imaginación carece de límites suele ser peor lo que podemos suponer que lo que habitualmente sucede. Muchos sabemos de madres que viven su vida inmersas en un horrible sufrimiento por el miedo permanente que padecen imaginando que a sus hijos les va a suceder algo.

7.- EL CONTROLADOR: Se comporta de un modo forzado. Intenta reducir a cero los problemas cotidianos mediante una planificación perfecta de todo lo que hace. Este carácter controlador le limita la vida. Su escrupulosidad le hace inflexible y con una cierta tendencia a la intolerancia. Se aferra a su táctica aun cuando recibe críticas injustificadas.

Es una tendencia que muchos tenemos, en mayor o menor medida, sobre todo si vamos con otras personas y nos hemos trazado un plan del día sin contar con los demás. LLegamos a pensar inconscientemente que el resto de personas que nos rodean conocen nuestros pensamientos y les llegamos a reprochar que actúen de forma distinta, cuando ni siquiera conocían nuestros planes, sólo por el hecho de esas personas actúan de modo distinto al plan ideado.

8.- EL EXPLOSIVO: Se deja llevar por el mal genio. Sus explosiones de furia ante cualquier presión son una estrategia defensiva. Esa descarga descontrolada de rabia es más fácil de sobrellevar que el miedo, pues supone una liberación de la energía acumulada. A largo plazo, esta conducta resulta muy dañina, tanto para él como para los demás.

Es más habitual este comportamiento cuanto más joven se es, y se suele utilizar coaccionando físicamente a los demás, incluso exagerando el sentimiento interno sobre el supuesto mal recibido. Por regla general, tiene consecuencias muy negativas en nuestras relaciones con los demás y es una de las principales causas de conflictos familiares.

Para saber más sobre este tema: http://www.clinicadeansiedad.com
 
Se podría añadir otro:
9- El que vive día a día. Una persona que padece por los demás. Que siente por los que no quieren sentir. Que le duele que todo se contamine. Que incluso la muerte de los telediarios, si esa que dicen todos lo putos dias cuando muere alguien, pos como que tambien le afecta. Ser extremadamente sensible con tu entorno tambien te hace llegar a un estado de ansiedad.
Vivir, que ya dificil es de por si tal como están las cosas, es lo más bello que tenemos y lo unico que es nuestro. Todo lo demás son añadidos para una pemanencia más o menos estable en este estado, al que unos les llaman lo material. Tener, poseer o lograr objetivos son cosas que nos enseñan por la tele. Seamos nosotros los jueces de nuestras actitudes. Yo el lema que sigo al pie de la letra es el de "No le hagas a otr@ lo que no te gusta que te hagan a ti". Home, siempre hay variantes.
 

kitomas

Semilla
8 Enero 2005
3
0
0
48
estoy contigo, fijandome un poco mas en las cosas que me afectan,me doycuenta que sufro al ver los telediarios,sufro al ver injusticias y empleo demasiada energia en los problemas de la gente en vez de ver los mios,y asi infinidad de cosas, cuando alguien me contesta mal o se porta mal conmigo en vez de enfadarme con el o pasar,siempre intento excusarlo con frases tipo-seguro k lo hizo porque tiene un mal dia porque no durmio bien hoy,porque algo le dije mal.. Creo que no hay que pensar tanto en lo que digan los demas porque cada persona es un mundo,y tendra mil razones o no,pero es su problema,no el mio , que ya suficiente tenemos con lo nuestro, yo intentare hacer lo que a mi me gustaria que me hicieran y si no resulta no tengo que comerme la olla,se que lo hice lo mejor que pude,y si no lo valoran,a chuparla. Tendre que aprender a ser mas egoista y no necesitar la aprobacion de nadie.Eso no quita de que sea buena persona y me porte bien con la gente, solo que no me parare a ver tanto las reacciones de la gente con mis actuacciones
 

KArlos_GM

Semilla
10 Julio 2004
113
0
0
43
Hola Kitomas,

Estoy contigo. Yo me he pasado media vida tratando de caer bien a los demas y normalmente, efecto paradoja, conseguía exactamente lo contrario, o al menos, eso me parecia a mi.
He llegado a la conclusión que uno es como es y no puede ir por la vida tratando de agradar a todos. No se puede agradar a todo el mundo. Unos serán mas afines a nosotros y otros menos, pero no pudes agradar a todos por igual.
Así que ahora paso un poco de lo que piense la gente de mi. Ni siquiera me planteo ya si la gente piensa sobre mi o si les caigo bien o agrado. Paradojicamente, ahora estoy mas agusto conmigo mismo y creo que los demas tb estan algo mas agusto conmigo ya que no fuerzo nada, simplemente SOY.

Saludos
 
-