Buenas, voy a sacar a relucir este tema ya que veo en el foro que se habla de ansiedad, de angustias, de depresiones, etc. y se relacionan o no con el consumo de marihuana.
Partiendo de la base de que es siempre mejor no tomar nada de nada, es decir, estar normal y no haber fumado ni bebido nada de nada, voy a comentar varias cuestiones que me parecen cruciales para entender un poco de qué va el tema de la ansiedad, de la angustia y de la depresión.
I.- Introspección: Es decir, descubrir nuestras emociones. Si, por ejemplo, estamos escuchando música y tan a gusto, y, de repente nos viene a la cabeza que el concierto se va a acabar y que tu padre te va a reñir por llegar tarde, desaparece el bienestar y aparece el pesar, el nerviosismo, es decir, se ha estropeado la situación y el concierto. En un momento hemos pasado de la alegría a la tristeza, se han modificado nuestras emociones, de agradables a desagradables.
La clave reside en controlar esas emociones.
Las emociones las recibimos por tres vías:
A) Estimulación física (fumar marihuana, por ejemplo, o una caricia)
B) Estimulación sensorial (escuchar música agradable, por ejemplo)
C) Estimulación por el pensamiento y el deseo (pensar algo agradable)
Queda claro que la estimulación física, la sensorial y la del pensamiento o deseo puede ser negativa: droga mala, música mala, pensamientos malos
Las tres vías o fuentes se pueden distinguir pero no se pueden separar, porque contribuyen simultáneamente a producir los estados emotivos.
Si alguien pretende controlar sus emociones desagradables puede hacerlo de tres maneras principales:
A) Medios físicos (fármacos) para controlar el organismo
B) Ejercicios de relajación y de expresión corporal
C) Modificación del pensamiento con frases interiores repetidas
Cuando alguien intenta controlar sus emociones mediante los dos primeros sistemas A y B, en cuanto se interrumpen los fármacos o los ejercicios la ansiedad tiende a volver. Es decir, solamente sirve la manera C para controlar adecuadamente la ansiedad y la depresión de manera permanente.
Para ello la persona habrá de modificar su pensamiento, su filosofía de la vida, expulsando de sí mismo los pensamientos negativos, no realistas, reemplazándolos por otros más estrechamente ligados a la realidad.
La inmensa mayoría de la gente cree a pies juntillas que sus emociones vienen causadas por los acontecimientos exteriores. Por ejemplo, si Pepito Pérez vuelve a su casa tras una dura jornada de trabajo y su mujer le pone para cenar un huevo frito quemado, se encoleriza y grita que ya está harto de comer mierda y se levanta de la mesa con dolor de estómago.
Si le preguntamos al Sr. Pérez por qué está enojado, nos responderá, casi con certeza, que la causa es el huevo frito quemado.
Pero si nos encontramos con el Sr. Pérez dos semanas más tarde y ese día le han dado la noticia de que le han subido el sueldo y que le han felicitado en el trabajo, si llega de nuevo a su casa y se encuentra para cenar un huevo frito idénticamente quemado, esta vez probablemente bromeará, hará rabiar a su mujer, se comerá parte de ese huevo o se hará otro, levantándose de la mesa con un satisfactorio sentimiento de plenitud.
Si le preguntamos al Sr. Pérez por qué no se ha enfadado esta vez, ya que la causa del huevo frito quemado es la misma que la vez anterior, dirá que "las circunstancias son distintas". Es decir, el Sr. Pérez no considera siempre de la misma manera a los huevos fritos quemados y todo dependerá de la forma en que perciba al huevo frito.
Bueno, la conclusión es que la irritación de Pérez no son los huevos quemados y que, cuando dice que se enfada "porque" su señora le pone ese plato, "se equivoca". Está claro que LA CAUSA es la manera que tiene él de percibir los huevos fritos.
Más concretamente, son LAS FRASES que a sí mismo se dice interiormente las que PROVOCAN su estado emotivo.
La primera vez en su interior decía: "¡Otra vez el maldito huevo frito quemado! ¡Ya está bien! ¡Un hombre tiene derecho a cenar decentemente después de una dura jornada de trabajo! ¡Mi mujer es una nulidad como cocinera! ¡No puedo aguantar su detestable cocina!". Y ahí estaba enfurecido.
¿Qué ocurre la segunda vez? Que los huevos están otra vez quemados. Pero esta vez, nuestro hombre, ¿no se dice interiormente frases como estas otras?: "No está esto muy bueno, pero, después de todo, la cosa no tiene tanta importancia. La verdad es que ella no acertado con este plato, pero puedo aguantarme; los huevos quemados no son el fin del mundo".
En consecuencia, se mantiene tranquilo, distendido, jovial, lleno de emociones agradables.
Podemos, pues, concluir de este ejemplo que "la causa" de los estados emotivos del Sr. Pérez no pueden ser los huevos quemados, sino que éstos son, a lo sumo, LA OCASION de tales estados. La verdadera causa la encontraremos en ESAS FRASES INTERIORES que se repite a sí mismo y que expresan SU percepción, SU visión, SU valoración de la situación.
Esta teoría puede parecer extraña en un primer momento, pues estamos acostumbrados a atribuir a las cosas y a las personas la causa de nuestras emociones, y, sin embargo, es una teoría fácil de comprobar.
Tomemos otro ejemplo. Vas en en metro, agarrado en la barra, cuando de pronto recibes un violento empujón en la espalda. Te vuelves furioso para responder y, cuando vas a estallar, te das cuenta de que el que te ha empujado es ciego. Casi instantáneamente, ese sentimiento de cólera se convertirá en un sentimiento de piedad, de compasión, cuyo empujón se debió a su ceguera. Una vez cambiada tu apreciación de la situación, cambian también tus emociones. Y, sin embargo, el estímulo es el mismo, pues has sido violentamente empujado.
Una vez más no ha sido el empujón lo que te ha irritado, sino que ERES TU quien se ha irritado, al considerarlo un gesto de agresión. Al interpretarlo de forma diferente, tus emociones han cambiado diametralmente. En el primer caso te dijiste interiormente algo así como: "¡Qué bruto! o ¡Qué cabrón!" y ESO es lo que produjo tu cólera. Inmediatamente después te dijiste: "¡Pobre hombre!", lo cual PRODUJO tu compasión.
Cabe también que la emoción nazca sin intervención del pensamiento, por ejemplo, cruzando una calle y vemos que se lanza de repente contra nosotros un coche a toda velocidad. En ese instante sentimos miedo y es muy probable que, tras pasar el coche dejándonos ilesos, la emoción persista mediante pensamientos tales como: "¡Qué espanto! ¡Me ha podido matar! ¡Es terrible!
O bien cuando nos han dado una buena noticia y nace la emoción feliz mediante frases como: "¡Qué bien! ¡He aprobado el examen! ¡Qué feliz soy!".
Hemos comentado hasta ahora las frases interiores que nos repetimos casi sin parar y se trata de un fenómeno que cada cual puede observar en su propia vida, porque nuestro espíritu casi nunca está en reposo.
El ser humano aprende muy pronto a formularse a sí mismo sus estados interiores con palabras, frases, exclamaciones interiores.
Para convencerte de ello, date un paseo tú sólo, constatarás que estás prendido en un monólogo interior casi ininterrumpido; que te comentas a ti mismo lo que ves o que vas hablándote a ti mismo de lo que te preocupa. Y hasta hay veces que el fenómeno es lo suficientemente fuerte como para sorprenderte a ti mismo hablando en alto.
¡Cuántos hay que se hablan en alto cuando están solos en su coche, pronunciando barbaridades contra los demás conductores!.
Si observamos a un candidatos a un examen y, antes de examinarse, se pregunta a sí mismo:
"Me pregunto si saldré bien del examen...Preferiría no examinarme... Me parece que no lo voy a sacar... Pero si no me presento, lo pierdo todo... Lo peor que me puede ocurrir es que me suspendan... Es preferible presentarse... Al menos tengo una oportunidad".
Cabría tambien que se preguntase lo siguiente:
"Si fracaso en el examen voy a hacer el RIDICULO, todo el mundo se reirá de mí y NO PODRE SOPORTARLO, y tendré la PRUEBA DE QUE NO VALGO NADA".
O podría afrontar el examen diciéndose lo siguiente:
"Voy a presentarme al examen y hay bastantes probabilidades de que lo apruebe. Si lo apruebo VA A SER ESTUPENDO, habré conseguido por fin el título. TODO EL MUNDO ME FECILITARA. ¡Va a ser estupendo!".
En consecuencia, pensamiento y emoción son prácticamente indistinguibles, pero, SI QUIERO CAMBIAR MIS EMOCIONES, verme libre de emociones desagradables como la tristeza, los sentimientos depresivos, la cólera, será preferible que me dedique a CAMBIAR LOS PENSAMIENTOS que las causan, más que a INTENTAR REPRIMIR O CONTROLAR LAS EMOCIONES EN SI MISMAS.
No es psicológicamente muy sano pretender que una emoción desaparezca negándola; por ejemplo, si estoy irritado, sólo conseguiré producirme una úlcera si intento convencerme de que no estoy irritado. O si me siento inquieto, intentar negar mi inquietud.
Hay quien dice que las emociones negativas hay que expresarlas fuertemente, dirán que si estás irritado no intentes dominarte, expresa esos sentimientos gritando, desahogándote. Eso alivia la tensión y luego te sientes mejor. Esta bien eso si esa hostilidad no atrae la del entorno, pues uno se sentiría peor después. El problema de este método es que es meramente paliativo y tiene carácter transitorio, es mucho mejor acudir a la FUENTE DE LA HOSTILIDAD Y COMBATIR LA CAUSA. Los resultados no serán tan rápidos pero sí duraderos.
Queda claro, pues, que la causa de las emociones negativas somos nosotros mismos, nuestra manera de interiorizar nuestro entorno, siendo posible intentar dominar nuestros pensamientos pero ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE controlar el exterior y las ideas de los demás.
Si alguien me demuestra claramente que me considera estúpido y yo me siento deprimido por ello, ese sentimiento está causado sólo por mí, por la importancia que dé al hecho de que ese alguien me considere estúpido y forzosamente continuaré siendo desdichado mientras no convenza al otro de que no soy estúpido. Como no puedo obligarle a que deje de considerarme estúpido ni ejercer influencia decisiva sobre él y sobre su concepto sobre mí, forzosamente continuaré siendo un desdichado y mi situación será desesperada.
Puedo, afortunadamente, controlar ese pensamiento negativo y mis emociones ya que la CAUSA DE LA DEPRESION ESTA EN MI, del concepto y de la importancia que yo le doy a esa opinión. Puedo modificar ese discurso interno negativo de "es horroroso, es injusto, es preciso que me considere inteligente, es posible que sea de verdad un estúpido, no puedo soportarlo...", CONFRONTANDO DICHAS FRASES INTERIORES CON LA REALIDAD, haciendo de este modo que desaparezcan esas frases interiores negativas.
Concluyo este primer capítulo diciendo que no somos máquinas ni somos perfectos, que tampoco vivimos aislados del mundo y que tenemos sentimientos, por lo que es lógico y natural que demos más importancia a unas cosas que a otras, a unas palabras que a otras, a unas personas que a otras, pero que el camino para la liberación personal y para salir del mundo de las frases internas y de las ideas y sentimientos negativos comienza por CONFRONTAR LA REALIDAD.
Espero vuestra opinión sobre este tema para saber si os interesa y si merece la pena continuar desarrollándolo hasta el final.
Partiendo de la base de que es siempre mejor no tomar nada de nada, es decir, estar normal y no haber fumado ni bebido nada de nada, voy a comentar varias cuestiones que me parecen cruciales para entender un poco de qué va el tema de la ansiedad, de la angustia y de la depresión.
I.- Introspección: Es decir, descubrir nuestras emociones. Si, por ejemplo, estamos escuchando música y tan a gusto, y, de repente nos viene a la cabeza que el concierto se va a acabar y que tu padre te va a reñir por llegar tarde, desaparece el bienestar y aparece el pesar, el nerviosismo, es decir, se ha estropeado la situación y el concierto. En un momento hemos pasado de la alegría a la tristeza, se han modificado nuestras emociones, de agradables a desagradables.
La clave reside en controlar esas emociones.
Las emociones las recibimos por tres vías:
A) Estimulación física (fumar marihuana, por ejemplo, o una caricia)
B) Estimulación sensorial (escuchar música agradable, por ejemplo)
C) Estimulación por el pensamiento y el deseo (pensar algo agradable)
Queda claro que la estimulación física, la sensorial y la del pensamiento o deseo puede ser negativa: droga mala, música mala, pensamientos malos
Las tres vías o fuentes se pueden distinguir pero no se pueden separar, porque contribuyen simultáneamente a producir los estados emotivos.
Si alguien pretende controlar sus emociones desagradables puede hacerlo de tres maneras principales:
A) Medios físicos (fármacos) para controlar el organismo
B) Ejercicios de relajación y de expresión corporal
C) Modificación del pensamiento con frases interiores repetidas
Cuando alguien intenta controlar sus emociones mediante los dos primeros sistemas A y B, en cuanto se interrumpen los fármacos o los ejercicios la ansiedad tiende a volver. Es decir, solamente sirve la manera C para controlar adecuadamente la ansiedad y la depresión de manera permanente.
Para ello la persona habrá de modificar su pensamiento, su filosofía de la vida, expulsando de sí mismo los pensamientos negativos, no realistas, reemplazándolos por otros más estrechamente ligados a la realidad.
La inmensa mayoría de la gente cree a pies juntillas que sus emociones vienen causadas por los acontecimientos exteriores. Por ejemplo, si Pepito Pérez vuelve a su casa tras una dura jornada de trabajo y su mujer le pone para cenar un huevo frito quemado, se encoleriza y grita que ya está harto de comer mierda y se levanta de la mesa con dolor de estómago.
Si le preguntamos al Sr. Pérez por qué está enojado, nos responderá, casi con certeza, que la causa es el huevo frito quemado.
Pero si nos encontramos con el Sr. Pérez dos semanas más tarde y ese día le han dado la noticia de que le han subido el sueldo y que le han felicitado en el trabajo, si llega de nuevo a su casa y se encuentra para cenar un huevo frito idénticamente quemado, esta vez probablemente bromeará, hará rabiar a su mujer, se comerá parte de ese huevo o se hará otro, levantándose de la mesa con un satisfactorio sentimiento de plenitud.
Si le preguntamos al Sr. Pérez por qué no se ha enfadado esta vez, ya que la causa del huevo frito quemado es la misma que la vez anterior, dirá que "las circunstancias son distintas". Es decir, el Sr. Pérez no considera siempre de la misma manera a los huevos fritos quemados y todo dependerá de la forma en que perciba al huevo frito.
Bueno, la conclusión es que la irritación de Pérez no son los huevos quemados y que, cuando dice que se enfada "porque" su señora le pone ese plato, "se equivoca". Está claro que LA CAUSA es la manera que tiene él de percibir los huevos fritos.
Más concretamente, son LAS FRASES que a sí mismo se dice interiormente las que PROVOCAN su estado emotivo.
La primera vez en su interior decía: "¡Otra vez el maldito huevo frito quemado! ¡Ya está bien! ¡Un hombre tiene derecho a cenar decentemente después de una dura jornada de trabajo! ¡Mi mujer es una nulidad como cocinera! ¡No puedo aguantar su detestable cocina!". Y ahí estaba enfurecido.
¿Qué ocurre la segunda vez? Que los huevos están otra vez quemados. Pero esta vez, nuestro hombre, ¿no se dice interiormente frases como estas otras?: "No está esto muy bueno, pero, después de todo, la cosa no tiene tanta importancia. La verdad es que ella no acertado con este plato, pero puedo aguantarme; los huevos quemados no son el fin del mundo".
En consecuencia, se mantiene tranquilo, distendido, jovial, lleno de emociones agradables.
Podemos, pues, concluir de este ejemplo que "la causa" de los estados emotivos del Sr. Pérez no pueden ser los huevos quemados, sino que éstos son, a lo sumo, LA OCASION de tales estados. La verdadera causa la encontraremos en ESAS FRASES INTERIORES que se repite a sí mismo y que expresan SU percepción, SU visión, SU valoración de la situación.
Esta teoría puede parecer extraña en un primer momento, pues estamos acostumbrados a atribuir a las cosas y a las personas la causa de nuestras emociones, y, sin embargo, es una teoría fácil de comprobar.
Tomemos otro ejemplo. Vas en en metro, agarrado en la barra, cuando de pronto recibes un violento empujón en la espalda. Te vuelves furioso para responder y, cuando vas a estallar, te das cuenta de que el que te ha empujado es ciego. Casi instantáneamente, ese sentimiento de cólera se convertirá en un sentimiento de piedad, de compasión, cuyo empujón se debió a su ceguera. Una vez cambiada tu apreciación de la situación, cambian también tus emociones. Y, sin embargo, el estímulo es el mismo, pues has sido violentamente empujado.
Una vez más no ha sido el empujón lo que te ha irritado, sino que ERES TU quien se ha irritado, al considerarlo un gesto de agresión. Al interpretarlo de forma diferente, tus emociones han cambiado diametralmente. En el primer caso te dijiste interiormente algo así como: "¡Qué bruto! o ¡Qué cabrón!" y ESO es lo que produjo tu cólera. Inmediatamente después te dijiste: "¡Pobre hombre!", lo cual PRODUJO tu compasión.
Cabe también que la emoción nazca sin intervención del pensamiento, por ejemplo, cruzando una calle y vemos que se lanza de repente contra nosotros un coche a toda velocidad. En ese instante sentimos miedo y es muy probable que, tras pasar el coche dejándonos ilesos, la emoción persista mediante pensamientos tales como: "¡Qué espanto! ¡Me ha podido matar! ¡Es terrible!
O bien cuando nos han dado una buena noticia y nace la emoción feliz mediante frases como: "¡Qué bien! ¡He aprobado el examen! ¡Qué feliz soy!".
Hemos comentado hasta ahora las frases interiores que nos repetimos casi sin parar y se trata de un fenómeno que cada cual puede observar en su propia vida, porque nuestro espíritu casi nunca está en reposo.
El ser humano aprende muy pronto a formularse a sí mismo sus estados interiores con palabras, frases, exclamaciones interiores.
Para convencerte de ello, date un paseo tú sólo, constatarás que estás prendido en un monólogo interior casi ininterrumpido; que te comentas a ti mismo lo que ves o que vas hablándote a ti mismo de lo que te preocupa. Y hasta hay veces que el fenómeno es lo suficientemente fuerte como para sorprenderte a ti mismo hablando en alto.
¡Cuántos hay que se hablan en alto cuando están solos en su coche, pronunciando barbaridades contra los demás conductores!.
Si observamos a un candidatos a un examen y, antes de examinarse, se pregunta a sí mismo:
"Me pregunto si saldré bien del examen...Preferiría no examinarme... Me parece que no lo voy a sacar... Pero si no me presento, lo pierdo todo... Lo peor que me puede ocurrir es que me suspendan... Es preferible presentarse... Al menos tengo una oportunidad".
Cabría tambien que se preguntase lo siguiente:
"Si fracaso en el examen voy a hacer el RIDICULO, todo el mundo se reirá de mí y NO PODRE SOPORTARLO, y tendré la PRUEBA DE QUE NO VALGO NADA".
O podría afrontar el examen diciéndose lo siguiente:
"Voy a presentarme al examen y hay bastantes probabilidades de que lo apruebe. Si lo apruebo VA A SER ESTUPENDO, habré conseguido por fin el título. TODO EL MUNDO ME FECILITARA. ¡Va a ser estupendo!".
En consecuencia, pensamiento y emoción son prácticamente indistinguibles, pero, SI QUIERO CAMBIAR MIS EMOCIONES, verme libre de emociones desagradables como la tristeza, los sentimientos depresivos, la cólera, será preferible que me dedique a CAMBIAR LOS PENSAMIENTOS que las causan, más que a INTENTAR REPRIMIR O CONTROLAR LAS EMOCIONES EN SI MISMAS.
No es psicológicamente muy sano pretender que una emoción desaparezca negándola; por ejemplo, si estoy irritado, sólo conseguiré producirme una úlcera si intento convencerme de que no estoy irritado. O si me siento inquieto, intentar negar mi inquietud.
Hay quien dice que las emociones negativas hay que expresarlas fuertemente, dirán que si estás irritado no intentes dominarte, expresa esos sentimientos gritando, desahogándote. Eso alivia la tensión y luego te sientes mejor. Esta bien eso si esa hostilidad no atrae la del entorno, pues uno se sentiría peor después. El problema de este método es que es meramente paliativo y tiene carácter transitorio, es mucho mejor acudir a la FUENTE DE LA HOSTILIDAD Y COMBATIR LA CAUSA. Los resultados no serán tan rápidos pero sí duraderos.
Queda claro, pues, que la causa de las emociones negativas somos nosotros mismos, nuestra manera de interiorizar nuestro entorno, siendo posible intentar dominar nuestros pensamientos pero ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE controlar el exterior y las ideas de los demás.
Si alguien me demuestra claramente que me considera estúpido y yo me siento deprimido por ello, ese sentimiento está causado sólo por mí, por la importancia que dé al hecho de que ese alguien me considere estúpido y forzosamente continuaré siendo desdichado mientras no convenza al otro de que no soy estúpido. Como no puedo obligarle a que deje de considerarme estúpido ni ejercer influencia decisiva sobre él y sobre su concepto sobre mí, forzosamente continuaré siendo un desdichado y mi situación será desesperada.
Puedo, afortunadamente, controlar ese pensamiento negativo y mis emociones ya que la CAUSA DE LA DEPRESION ESTA EN MI, del concepto y de la importancia que yo le doy a esa opinión. Puedo modificar ese discurso interno negativo de "es horroroso, es injusto, es preciso que me considere inteligente, es posible que sea de verdad un estúpido, no puedo soportarlo...", CONFRONTANDO DICHAS FRASES INTERIORES CON LA REALIDAD, haciendo de este modo que desaparezcan esas frases interiores negativas.
Concluyo este primer capítulo diciendo que no somos máquinas ni somos perfectos, que tampoco vivimos aislados del mundo y que tenemos sentimientos, por lo que es lógico y natural que demos más importancia a unas cosas que a otras, a unas palabras que a otras, a unas personas que a otras, pero que el camino para la liberación personal y para salir del mundo de las frases internas y de las ideas y sentimientos negativos comienza por CONFRONTAR LA REALIDAD.
Espero vuestra opinión sobre este tema para saber si os interesa y si merece la pena continuar desarrollándolo hasta el final.