PSICOTERAPIA USANDO LA RAZON (XII) Sí, pero mi pasado...

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
4.609
16
43
38
Près de la France
www.erowid.org
Toco hoy otra idea no realista y que nos suele afectar a todos, y es la influencia de la infancia en nuestras vidas.

Es muy frecuente escuchar a alguien que relata su vida describiendo a su padre borracho, a su madre alcoholizada, huérfano el relator desde los doce años, recogido por una madrastra y sujeto de mil calamidades que le van a afectar toda su vida.

Hay una idea no razonable que bulle constantemente en la mente de este tipo de personas: "Nuestro pasado tiene una importancia capital, y es inevitable que los que nos ha afectado profundamente siga haciéndolo durante toda nuestra vida".

Es dramático pensar en cuántos seres humanos viven con esta idea no razonable completamente asumida, convertida en axioma incuestionable que afecta profundamente a sus vidas.

¿Y lo que decía Freud? ¿Y los trabajos científicos que demuestran la influencia determinante de la infancia en el desarrollo ulterior del ser humano?

No se trata de minimizar la importancia del psicoanálisis o de los psicólogos del comportamiento o de los behavioristas, pero hay que llamar la atención sobre "el determinismo" y que todo está fijado a los seis años, y ya no hay mucho más que hacer para cambiar esa personalidad fijada a tan temprana edad.

Debo abordar alguna de las cuestiones que destruyen esa idea determinista, como por ejemplo: la timidez. Si un niño es tímido porque hay un entorno coercitivo o que produce cohibición, no tiene sentido que siga siendo tímido de adulto si ya no existe ese entorno de cuando era niño. De lo que se sigue que, si sigue siendo tímido, es porque la propia persona sigue alimentando su propia timidez, causando su propia neurosis.
Si un niño tuvo que plegarse a exigencias de los adultos, ello no significa que, llegado a los veinticinco años de edad, tenga que continuar haciéndolo. Es decir, el que una cosa suceda en determinadas circunstancias no significa que tenga que seguir sucediendo siempre.

Por el hecho de haber tenido un hermano que nos propinaba patadas, no por ello, al llegar a la edad adulta y ya no estar ese hermano viviendo a nuestro lado, tendremos que seguir viendo un maltratador en cada uno de nuestros semejantes y vivir al acecho de una patada en el trasero.
Por el hecho de haber perdido curso a los catorce años, no por ello vamos a ser unos malos estudiantes el resto de nuestra vida.
Si nos dieron muchos mimos cuando éramos niños, por tener una salud muy delicada, no por ello nos van a estar dando mimos el resto de nuestra vida, sobre todo si ahora disfrutamos de una salud excelente, y no tenemos que andar buscando mujeres superprotectoras que nos sigan cuidando como lo hacía nuestra madre.

Para problemas nuevos, soluciones nuevas; rara vez sirven soluciones ya usadas en nuestra vida, pues todo cambia y nosotros también nos debemos adecuar a la natural evolución de todas las cosas.

Otro ejemplo: Si una persona tuvo una experiencia homosexual cuando tenía dieciséis años y le pareció agradable, y persiste en la edad adulta en continuar manteniendo el mismo tipo de experiencias porque cree, erróneamente, que está anclada para siempre en ese tipo de sexualidad, se obstaculiza ella misma en el descubrimiento de los placeres de la heterosexualidad. Que practique la homosexualidad si quiere, ya que es un comportamiento que no le ocasionará problemas salvo que se diga a sí mismo que es un monstruo, pero que no renuncie a una experiencia heterosexual que puede serle más agradable aún que la que tuvo en aquellos tiernos años de adolescencia.

Es frecuente, y así me ocurrió a mí, que después de un gravísimo accidente la persona que sufrió gravísimas lesiones se niegue a conducir de nuevo, incluso a montar en un vehículo, por razones de estrés postraumático fáciles de entender. Pero no es tan frecuente ni es normal que, transcurrido un tiempo prudencial y razonable, es decir, cuando ya no queda sino un recuerdo del accidente y las lesiones han estabilizado, bien en forma de curación o de secuelas, el individuo se niegue sistemáticamente a conducir de nuevo.

Es verdad que los seres humanos no cambiamos fácilmente y que tenemos una marcada tendencia a repetir incesantemente los mismos modelos de actuación. Pero eso no se debe al influjo mágico de los años pasados, sino al hecho de que nos adoctrinamos a nosotros mismos sin cesar, repitiéndonos incansablemente cierto número de ideas absurdas aprendidas durante nuestra infancia, sin detenernos nunca a comprobar su exactitud. Es indudable que quien se ha venido repitiendo a sí mismo durante años que es terrible cometer un error, lección aprendida en las rodillas de su madre, se sentirá inferior y culpable cada vez que, inevitablemente, se confunda. Tales sentimientos no se deben en primer término a no sé qué secuela milagrosa de su infancia, sino al hecho de que sigue creyendo actualmente en esa noción. Que deje de creer en ella y confronte sus ideas con la realidad, y en adelante se equivocará sin por ello sentir ansiedad o culpabilidad, sino, a lo más, frustración.

Como subraya Ellis (1961, p. 191): "recuerde que su hoy es su pasado de mañana", y que podemos comenzar hoy a construirnos un pasado mejor del que hemos conocido.
Si nuestro pasado lo dejamos de ver como algo paralizador y lo vemos como, en todo caso, fuente de bloqueos parciales, podremos modificar nuestras ideas y nuestra conducta e intentar vivir una vida más dichosa.
Jamás podremos cambiar nuestro pasado, ni para lo bueno ni para lo malo, pero tenemos que ser conscientes de que no somos prisioneros de él, porque de esa prisión nosotros llevamos la llave en el bolsillo.

Del mismo modo, haremos bien en no malgastar esfuerzos en negar los errores pasados o en censurarnos severamente por ellos, ya que la primera actitud nos llevará a cometerlos de nuevo y la segunda no conseguirá sino deprimirnos. Ni una ni otra nos proporcionarán felicidad alguna. Es preferible que reconozcamos nuestros errores como propios de un ser imperfecto y falible y ver qué es lo que podemos hacer para corregirlos en el futuro.

Las frases como "de tal palo tal astilla" o "quien hace un cesto hace ciento" no expresan más que una parte de la realidad e insisten de forma abusiva en el fatalismo de la repetición de nuestros actos o en el influjo de nuestros antecedentes.

Al igual que el resto de las ideas no razonables descritas hasta este momento, también ésta puede ser contradicha mediante el pensamiento y la acción. Si te das cuenta de que alejas a potenciales amigos de tu lado
debido a tu afán de posesión, que puede tener su origen en la idea no realista de que eres un ser débil, frágil y que necesita ser amado por todo el mundo, puedes someter a confrontación la idea de que "estás hecho así" y decirte, en cambio, cosas como éstas: "Hasta hoy, casi siempre me he comportado de esta forma y apenas me ha dado más que inconvenientes. Nada me obliga a seguir en este mismo plan, aunque me encuentre a gusto así".

"Empecé a proceder así siendo niño, cuando tenía miedo de que mis padres me abandonaran. Pero ya no soy un niño. Puedo mantenerme en pie yo solo, sin tener que buscar constantemente un apoyo. ¡Ya está bien de tales tonterías! Vamos a ver si puedo aprender gradualmente a tener más confianza en mí y, de ese modo, poder tener amistades más agradables y más estables".

A este proceso mental deberemos añadir actos concretos de nuestra vida.

Si siempre tuvimos miedo de contradecir a nuestro padre, nos será útil adoptar posiciones tranquilamente delante de él.

¿Que nunca decimos una palabra cuando nos sirven un plato mal preparado en un restaurante?: la próxima vez pedimos, con toda calma, que nos cambien el plato.

¿Que jamás hemos hecho una pregunta en clase?: aprovechemos la primera ocasión para hacerlo.

Mediante la repetición de actos podemos cambiarnos a nosotros mismos, a tomar en las manos nuestro destino.

Cuando venimos al mundo, nos dan el libro de nuestra vida, con un determinado número de páginas en blanco que nos corresponde sólo a nosotros escribir. No tenemos que seguir ningún plan definido por otro ni tenemos que descubrir en cada página lo que otro ha escrito. Cuando somos muy niños, nuestros padres y la sociedad escriben por nosotros los primeros capítulos, y pueden ser que no nos gusten demasiado. Pero nada nos obliga a tener que continuar escribiendo nosotros nuestra vida como ellos comenzaron a hacerlo. Volvamos, pues, la página, tomemos hoy mismo la pluma en nuestras manos y comencemos a escribir nuestra propia historia.

Después de todo, sólo vamos a vivir una sola vez.
 
-