Relación entre Marihuana y Alzheimer

Devil666

Cogollito
24 Junio 2003
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MDC
Mi vecino... era algo sordo. No sordo de nacimiento, sino que tras varios decenios de trabajo en una fundición, el repiqueteo de las máquinas había terminado minando sus tímpanos (por aquel entonces eso de la prevención de riesgos laborales no se llevaba, pero todos los trabajos tenían su alcohol de 96º y su paquete de algodón)

No obstante, el hombre era un apasionado de la radio, y todos los días paseaba por el barrio con su transistor japonés y ese horrible auricular de color blanco que introducía en su oído y que sus muchos pelos se encargaban de sujetar.

Una tarde, el señor Luis vino a buscarme ilusionado. En la porra del Centro del Jubilado le había tocado una minicadena (por cortesía de la caja que patrocinaba el Centro y que gestionaba todos los ahorros de esta pobre gente), pero el hombre no sabía ni siquiera enchufarlo a la red. Me armé de paciencia y con una Dymo le fui marcando los botones de la memoria de la radio con pegatinas (Radio Nacional, Cadena SER, La COPE, M80 Radio, etc...) Ni le intente explicar lo del CD, pero si que le regalé una cinta que tenía de Zarzuelas que me encontré en un coche un día de borrachera...

Resulta que el señor Luis ponía la minicadena a volumen brutal, porque su incipiente sordera le impedía escuchar la música con claridad. En invierno, todo bien porque el aislamiento sonoro de nuestros pisos estaba bastante conseguido, pero claro... llegó el verano, llegó el calor... y al señor Luis le dio por abrir las ventanas de su casa.

El patio de vecinos se convirtió en una especie de discoteca 24 hours party people. Teníamos música prácticamente desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche. Pero todo se complicó cuando al señor Luis le empezó a entrar un mal con nombre de alemán, un tal Alzheimer. El señor Luis empezó a salir en calzoncillos al descansillo, a intentar guardar los trajes en el ascensor y a preguntarme “qué tal me iba la mili” (cuatro años después de haberme licenciado) Yo le respondía que muy bien, y el hombre parecía muy ilusionado y me contaba sus batallitas de cuando hizo la mili en el Sahara y patatín patatero...

Pero lo peor es que cuando se iba a dormir, al señor Luis se le olvidaba apagar la radio. Mis recuerdos de mis noches de verano era un sonido como “RRRRRRRRRRRaadio Nacional de España, son las cincooo de la mañana” (Seguro que Manu Chao también era vecino del señor Luis)

Pues en esto resulta que a mi me dio por la agricultura y tenía un balconcito con unas plantitas bien regadas y hermosas que mi mami cuidaba con esmero (“hay que ver como crecen estas enredaderas tropicales” me decía) Pero bueno, esa es otra historia paralela que ahora viene a colación con lo que estaba contando.

Habíamos dejado al señor Luis con su sordera, su alzheimer y su minicadena. Pues resulta que los de servicios sociales le regalaron un reloj. Pero no era un reloj cualquiera. Tenía una inmensa tecla verde que, en caso de urgencia, se conectaba con la central de Urgencias de la Cruz Roja y hacía que todo un dispositivo de emergencia acudiese raudo en su rescate.

Al señor Luis le dio entonces por ir al cine. Con el supersonido 5.1 Dolby Surround Stereo Digital Live “quetecagasporlasbragas” de los nuevos minicines, su sordera ya no era obstáculo para escuchar las pelis, asi que se ponía cerca de los altavoces y escuchaba todo tan divinamente. Pero un día quiso ver la hora en su fantástico reloj, y en vez de pulsar el botón de la luz, pulsó el botón verde.

De repente, todo el dispositivo de emergencias cardíacas de la Cruz Roja se presentó en el descansillo de mi escalera, con equipo de reanimación, policía municipal y creo que hasta un forense (para ganar tiempo si se diese el caso...)

Resulta que claro, llamaron a la puerta y nadie respondía, sin embargo, un sonido desde dentro indicaba que había alguien en la casa “Rrrrrradio nacional de españa, son las nueve de la noche”

- Tiene puesta la radio – decían algunos infelices
- Seguro que le ha dado un infarto – decían los más optimistas de la cruz roja, con la botella de oxígeno y la inyección de adrenalina en ristre...
- Tendremos que tirar la puerta abajo – decía el municipal, que tenía unas ganas locas de romper algo sin poder ser luego acusado de agresivo...
- No, mejor entremos por el balcón – dijo uno de protección civil con un chaleco amarillo fluorescente y un equipo completo de escalada de alta montaña

Al final hicieron caso al de Protección Civil llamaron a mi puerta y salí yo, medio fumado, en calzoncillos, y cuando les señalé la puerta de mi terraza, recordé que tenía unas plantas verdes de dudosa legalidad en la misma. De repente, mi terraza se convirtió en lo más parecido a un episodio de “Al filo de lo imposible”, cuatro municipales sujetando al de protección civil, sin reparar que las plantas que estaban pisando no eran precisamente laurel.

El de protección civil casi se mata (suerte de arnés de seguridad) pero al final logró entrar en la terraza del señor Luis, romper la ventana y buscar al señor Luis por toda la casa.

Cuando salió por la puerta el de protección civil, su cara lo decía todo:

- Aquí no hay nadie – dijo con estupefacción
- ¿Cómo que no hay nadie? ¿Ha buscado usted bien?
- Si, tiene la radio encendida, pero aquí no está

Mientras tanto, el señor Luis subía por el ascensor y, cuando llegó a su piso y vio a los de la Cruz Roja fumando un cigarro, al forense mandando mensajes con el móvil, a los municipales despegándose la hojas verdes de las botas, al de protección civil contando a los de la Cruz Roja los entresijos de la escalada y a un servidor llorando como una magdalena, sólo acertó a preguntar:

- ¿Quiénes son ustedes y quién cojones les ha dado permiso para hacer una fiesta en mi casa?
 
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