A otros secretos centinelas,
Acabo de empezar a cultivar -hace poco más de tres semanas- y carezco de la pericia suficiente para arrostrar la tarea que las circunstancias me han obligado a encomendar. Así, espero podais echarme una mano.
Compré seis semillas Sweet Seeds - tres de Psicodelicia, y tres de Black Jack-. De las mismas, sólo cinco alcanzaron la superficie en la primera semana. A la restante se le privó del vigor necesario para alzarse sobre su radícula - si esto fue causado por mi torpe aunque bienintencionado cuidado o por un sencilla negligencia natural me es desconocido-.
No obstante, todo fue según lo esperado durante una semana más. El crecimiento de las plantas fue sorprendentemente implacable. A cada hoja que salía del tallo recio le perseguía el anuncio de una nueva. Impregnada ésta de un color verde más vivo, más enérgico; no podía ser otro que el color, efectivamente, de la esperanza.
Así cumplieron, como digo, ya más de catorce merecidos días. Y yo a su lado.
Las plantas hundían sus raíces para izar sus hojas y éstas coronaban un tallo soberano. Mástil de un barco que no tiene más faro que el sol mismo. Por ello, lo que había de ocurrir, ocurrió una noche, cuando no hay más luz que la que provee, despiadada, la tempestad.
Llegué a casa con mi novia de madrugada -las tres marcaba el reloj, si no recuerdo mal-. Ambos, presos del regocijo por los inesperados frutos de nuestra empresa, comentábamos atropelladamente cada nuevo progreso a la vez que avanzábamos hacia el objeto de nuestra conversación. Y entonces, lo ví. La incredulidad, compasiva y solidaria, me cegó unos instantes, pero la contundencia de la barbarie cometida sometió cualquier tipo de trance escéptico, aún el más piadoso.
De las cinco frondosas plantas que había dejado hacía sólo un par de horas, tres habían sido sencillamente cercenadas de sus tallos. No quedó más rastro que el de un par de desvalidas hojas. Cada cual a su suerte. En las macetas, tierra y las raíces de lo que pudo ser.
Dos plantas quedaron con vida. Una al precio de una de sus primeras hojas. Y la otra, a cambio de unas pequeñas marcas. El verdugo, orgulloso, quiso firmar la abyecta obra.
La mezcla de ira, frustración e impotencia que sentí es sencillamente inenarrable.
Aquí os dejo unas fotos de las dos que me quedan (con tres semanas y tres días). Una es una Psicodelicia (la mutilada) y la otra una Black Jack. Mañana iré a comprar las semillas de Ice-cool, cuyo seguimiento también promete el asunto del post. Espero que con suerte - y la ayuda que me podais prestar- llegue a cumplir el cultivo del número de plantas que en un principio me propuse. Os mantendré informados.
Acabo de empezar a cultivar -hace poco más de tres semanas- y carezco de la pericia suficiente para arrostrar la tarea que las circunstancias me han obligado a encomendar. Así, espero podais echarme una mano.
Compré seis semillas Sweet Seeds - tres de Psicodelicia, y tres de Black Jack-. De las mismas, sólo cinco alcanzaron la superficie en la primera semana. A la restante se le privó del vigor necesario para alzarse sobre su radícula - si esto fue causado por mi torpe aunque bienintencionado cuidado o por un sencilla negligencia natural me es desconocido-.
No obstante, todo fue según lo esperado durante una semana más. El crecimiento de las plantas fue sorprendentemente implacable. A cada hoja que salía del tallo recio le perseguía el anuncio de una nueva. Impregnada ésta de un color verde más vivo, más enérgico; no podía ser otro que el color, efectivamente, de la esperanza.
Así cumplieron, como digo, ya más de catorce merecidos días. Y yo a su lado.
Las plantas hundían sus raíces para izar sus hojas y éstas coronaban un tallo soberano. Mástil de un barco que no tiene más faro que el sol mismo. Por ello, lo que había de ocurrir, ocurrió una noche, cuando no hay más luz que la que provee, despiadada, la tempestad.
Llegué a casa con mi novia de madrugada -las tres marcaba el reloj, si no recuerdo mal-. Ambos, presos del regocijo por los inesperados frutos de nuestra empresa, comentábamos atropelladamente cada nuevo progreso a la vez que avanzábamos hacia el objeto de nuestra conversación. Y entonces, lo ví. La incredulidad, compasiva y solidaria, me cegó unos instantes, pero la contundencia de la barbarie cometida sometió cualquier tipo de trance escéptico, aún el más piadoso.
De las cinco frondosas plantas que había dejado hacía sólo un par de horas, tres habían sido sencillamente cercenadas de sus tallos. No quedó más rastro que el de un par de desvalidas hojas. Cada cual a su suerte. En las macetas, tierra y las raíces de lo que pudo ser.
Dos plantas quedaron con vida. Una al precio de una de sus primeras hojas. Y la otra, a cambio de unas pequeñas marcas. El verdugo, orgulloso, quiso firmar la abyecta obra.
La mezcla de ira, frustración e impotencia que sentí es sencillamente inenarrable.
Aquí os dejo unas fotos de las dos que me quedan (con tres semanas y tres días). Una es una Psicodelicia (la mutilada) y la otra una Black Jack. Mañana iré a comprar las semillas de Ice-cool, cuyo seguimiento también promete el asunto del post. Espero que con suerte - y la ayuda que me podais prestar- llegue a cumplir el cultivo del número de plantas que en un principio me propuse. Os mantendré informados.