PSICOTERAPIA USANDO LA RAZON (V) Necesito ser amado

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
4.609
16
43
38
Près de la France
www.erowid.org
En los cuatro capítulos anteriores he comentado los temas de las emociones, las ideas no realistas, la configuración de la neurosis y la influencia de la infancia. Dado que la finalidad de estos capítulos es mostrar cómo uno mismo puede ayudarse a superar las neurosis, es preciso comenzar ya de una vez a comentar cuáles son las ideas no realistas que nos hacen infelices y neuróticos.

Para hacerlo voy a seguir la lista establecida por Ellis, que me parece la más completa y la más convincente.

En este capítulo comento la primera de ellas y es la de pensar que UN ADULTO TIENE LA ABSOLUTA NECESIDAD DE SER AMADO Y APROBADO POR CASI TODAS LAS PERSONAS DE SU ENTORNO EN CASI TODO LO QUE HACE.

Se argumentará a contrario que ésta no es una idea no-razonable, sino todo lo contrario, ya que los psicólogos afirman que el ser humano necesita afecto y ánimo para poder desarrollarse. La clave radica en estudiar con cuidado el término "necesidad". Este término no implica "imprescindibilidad", sino más bien "conveniencia", es decir, un ser humano puede vivir en una isla desierta y, tal vez, ni siquiera pueda llegarse a sentir desgraciado o, al menos, no se sienta así durante todo el tiempo, por lo que podemos deducir sin dificultad que el término necesidad no hay que traducirlo como imprescindibilidad, sino más bien como conveniencia. Así pues, los psicólogos deducirán que es conveniente que el hombre no esté solo y sea querido y halagado, pero nada más que eso.

Hay ejemplos numerosos de supervivencia en campos de concentración y esas personas estaban muy lejos de creer que necesitaban ser amados o aceptados por los demás, vivieron de ese modo sin perder la mayoría su salud mental. En similares circunstancias un niño que se viera rechazado por todos no sobreviviría. El adulto tiene defensas internas de las que el niño carece, es prácticamente imposible que un niño mande a paseo a los adultos que le repitan constantemente que es un niño malo, que es un niño inútil, que es un niño indeseado, que es un niño fastidioso e inoportuno. Un adulto puede pensar interiormente que los que piensan de ese modo con respecto a él están equivocados o que es solamente su opinión y nada más que eso. El adulto considera razonablemente que no tiene por qué ser amado y aceptado por los demás, que hay personas que son estúpidas y felices, que no es necesario ser inteligente o tener la aprobación ajena.

El adulto debe asumir las críticas ajenas y buscar la parcela de verdad que contengan a fin de aprender de ellas y corregir errores.

Rosa era una mujer de unos cuarenta años y se acababa de divorciar tras diecisiete años de matrimonio, después de varias rupturas temporales y algunos amores pasajeros. Era hija única y el ojito derecho de sus padres, de sus abuelos y de sus tíos, quienes no habían dejado de rivalizar entre sí para decir a Rosa cuan inteligente y guapa era, lo que, además, era cierto.
Rosa había tenido muchos amigos, por su natural facilidad para hacer amistades, pero esos amigos duraban poco. Cuando surgía una discusión por cualquier tema y algún amigo le llevaba la contraria, Rosa se quejaba de que no la comprendían, de que no la querían, abandonando a aquellos amigos que tenían tan poco gusto y esas maneras bruscas.
Con su marido terminó ocurriendo lo mismo. El deseo de aprobación de Rosa era insaciable. Cuando el marido cometía un error o una torpeza, como no halagar el último vestido, el peinado, el nuevo cuadro del pasillo o la tortilla de patata, Rosa rompía en un mar de lágrimas y se iba a ser consolada a la casa paterna.
Un día el marido decidió que ya no podía más y que estaba harto de intentar satisfacer las exigencias de su mujer, solicitando el divorcio.

Cuando Rosa comenzó a contarme su versión de los hechos, todo fue bien mientras estuve callado, escuchando y observando. Me comentó que daba gusto hablar conmigo, tan comprensivo, tan amable, tan inteligente..., pero, en cuanto le empecé a preguntar sobre sus exigencias de amor y afecto, la situación cambió completamente, pasando de la extrañeza a la reacción violenta. Me acusó de ponerme en contra de ella, de no comprenderla, de no estimarla...
Supe que "necesitaba ser estimada, amada, querida" y le dije que ella no tenía más necesidad de amor o de cariño que la que tenía de tener un bolso o unos zapatos, ni más ni menos.
Tenía una gran falta de confianza en sí misma y estaba aterrorizada ante la vida, no se daba cuenta de que eran sus ideas no-razonables las que producían el vacío en torno a ella y esa angustiosa soledad (sin marido, sin amigos...).
Rosa por fin terminó comprendiendo que era mucho más importante amar que ser amada, por lo que cesó su búsqueda de aprobación y amor ajeno.

La exigencia que nos hacemos en nuestro interior con la idea no-razonable de ser amado y aprobado por los demás, es una idea no realista porque, en primer lugar, es un objetivo absoluto, perfeccionista e inaccesible; en segundo lugar, si se pide amor a un grupo de personas concretas es muy probable que alguna o algunas de ellas sean incapaces de amar o, al menos, de amarle a quien pide ese amor.

Luis se pasó años intentando ser amado por una determinada mujer, la cual, a su vez, buscaba desesperadamente ser amada por Luis. Ninguno de los dos amaba al otro pero ambos buscaban se amados por el otro. Se encontraban tan prisioneros de sí mismos que no les quedaba libertad ni energía para ir al encuentro del otro, era un amable pequeño infierno.

Es muy probable que, por nuestras características personales, no seamos amados por determinadas personas; si nos esforzamos y cambiamos algunas de esas características, es probable que seamos amados por alguna de esas personas pero dejemos de ser amados por otras, que nos estimaban precisamente por aquéllo que ya no somos. No se puede tener contento a todo el mundo, es evidente.

Decimos que es una idea no realista, en tercer lugar, porque, si se exige amor de todo el mundo habrá que ser también siempre amable con todo el mundo, lo cual es en la práctica algo imposible de realizar y, por tanto, un objetivo irreal y perfeccionista. En cuarto lugar, al intentar durante todo el tiempo ser amado y aceptado por los demás, se corre el peligro de obtener en realidad del prójimo desprecio y desdén. Percibirán que uno carece de autonomía, de firmeza personal, de ideas propias, por lo que le estimarán todavía aún menos. Si se intenta pegarse o aferrarse a los demás, se puede exasperar a esas personas, provocando un rechazo que era lo que precisamente se trataba de evitar, y eso es lo que le pasó a Rosa.
En quinto lugar, esas personas que buscan constantemente el amor y la aprobación ajena en el fondo se sienten inadecuadas y poco amables en el fondo de sí mismas. Esa necesidad de ser amado encubre, en el fondo, sentimientos de desprecio y de aborrecimiento de sí mismo. Es como si alguien dijera: "No valgo gran cosa, soy débil, lleno de defectos, necesito que los demás me aprecien y me sostengan con su afecto".

Este tipo de personas gastan sus energías en intentar conseguir el afecto de otros en vez de utilizarlas en amarse ella misma y dejar de depender de su entorno.

Los seres humanos somos muy propensos a evaluarnos a nosotros mismos, propensión que se ve reforzada por los mensajes que de nosotros mismos escuchamos durante nuestra niñez. Nuestros padres nos acostumbrar a considerarnos buenos cuando hemos hecho cosas buenas y malos cuando las hemos hecho malas. La escuela continúa con esa evaluación a través de calificaciones escolares.
¿Qué características, pues, ha de tener una persona para ser calificada como buena o mala yh que tenga tal concepto de sí misma?
Si decimos que ha de ser un buen trabajador, todos los ociosos y vagos deberían tener un odio hacia sí mismos.
Si decimos que ha de ser una persona cariñosa, todas las personas que carecen de tal capacidad deberían despreciarse a sí mismas.
Si decimos que ha de ser una persona exitosa, todas las personas tímidas o mediocres deberían aborrecerse a sí mismas.

Qué decir de las personas que no se han visto queridas por sus padres cuando eran niños, por mil razones, deberían vivir amargadas, llenas de resentimiento e incapaces de relacionarse con nadie.

La autoestima no viene por ser un buen ingeniero o un buen mecánico, porque, de ser así, el día que abandone la profesión ya no podría autoestimarse ya que habría desaparecido la causa de la estima. Lo mismo ocurre si el elemento de valoración es ser un buen padre o un buen esposo, porque el día en que los hijos se vayan de casa o la mujer deje de serlo, tal estima debería también desaparecer y ser sustituida por el autoaborrecimiento.

Si se responde que la autoestima proviene de una imagen positiva de sí mismo, respondiendo a la pregunta de ¿quién soy?, podría responderse: soy un buen ingeniero, pero no el mejor; soy un buen padre, pero no el mejor posible para mis hijos; soy un buen marido, pero quizás mi mujer mereciese algo mejor que yo; mi madre me adora pero mi suegra me detesta; no caigo bien a todos mis compañeros de trabajo; haciendo una lista interminable de las cosas positivas y negativas. ¿Y para qué?
¿Se puede jerarquizar la lista? ¿Es más importante ser buen marido que ser buen padre? ¿Es mejor ser un buen compañero que un buen ingeniero? ¿Ser mejor hijo que yerno?
La cosa es tan ridícula como querer sumar dos perros, una manzana y cuatro churros, pero es lo que hacen muchas personas cuando intentan evaluarse a sí mismos.
Se concluye así que no sólo es imposible, sino habitualmente perjudicial, evaluarnos a nosotros mismos y hacernos una imagen de cómo somos.
Se podrá decir que en la lista hay prioridades, como ser un buen padre antes que un buen ingeniero, pero ello no nos hace mejores personas ni nos da un valor mayor.
Mi valor como persona viene dado desde el día en que vine al mundo, ya que ese valor viene establecido por el hecho de ser un ser humano. Este valor es exactamente el mismo para todos los seres humanos, cualesquiera que sean sus características o sus cualidades. Cualquier otra visión sobre esta cuestión lleva a conclusiones estúpidas, como el menosprecio a los demás, la glorificación personal, la persecución de los que no son como yo, no piensan como yo o no son de mi mismo color de piel. En nombre de esa visión y de esos principios no-realistas se ha liquidado y se sigue liquidando a negros, judíos, árabes, homosexuales, burgueses, fetos, cancerosos, bebés deformes... Todos ellos se han encontrado en un momento determinado con que tenían características personales que les hacían indignos de vivir.

Es preciso terminar con la costumbre de evaluarnos a nosotros mismos como personas, es el camino que conduce a la neurosis y a la desesperación, tanto más cuanto tal costumbre lleva necesariamente a la manía de evaluar a los demás y compararlas con la imagen que uno tiene de sí mismo, haciéndolas buenas o malas en función de dicha comparación. Tales juicios no sólo son indemostrables sino también nocivos, siendo una de las causas principales de los enfrentamientos entre los seres humanos.

Por todo ello, es absurdo buscar la aprobación y el cariño de los demás, siendo mucho más oportuno dedicarse a aceptarse y amarse uno mismo. De lograr amor y aceptación hacia sí mismo, esa persona no perderá el tiempo en pensar lo que de ella opinan los demás, ni sufrirá por causa de no ser querido o aceptado. Se embarcará en actividades que le gustan a él y no en las que gustan a los demás, sin que ello implique dejarse llevar por los impulsos o por el capricho o a perjudicar al prójimo.

Se podrá decir que tal comportamiento puede conducir al aislamiento de los demás, pero es poco probable porque, aunque abandone la idea no-razonable de necesitar el afecto de los demás, me quedará EL DESEO DE AFECTO DE LOS DEMAS, que no es lo mismo deseo que necesidad.
Se puede vivir deseando (beber un Vega Sicilia, comer caviar beluga triple cero, disfrutar de un jamón de cinco jotas, saborear unas cigalas estupendas, etc.), soñando incluso con las buenas cosas (un paisaje paradisíaco, unas vacaciones de ensueño, un crucero alrededor del mundo, etc.), pero no siendo desgraciado por no tenerlas y comiendo pan con chorizo, bebiendo agua y viviendo en un barrio humilde. Es decir, no son necesidades vitales esas cosas deseadas, puedo vivir perfectamente sin ellas a pesar de desearlas.

Quien se libera de la NECESIDAD DE SER AMADO Y ACEPTADO se encuentra con que, a su vez, es más capaz de amar y aceptar a los demás, de ser capaz de superar relaciones inicialmente difíciles con otras personas, de vivir serenamente entre quienes no le aprecian. Se deja de ese modo de vivir preguntándose si esta palabra o este gesto gustará o disgustará a los demás y, paradójicamente, cuando no busca ser amado es cuando es más amado por los demás; si se busca intensamente ser amado es cuando los demás le desprecian a uno, porque intuyen que uno se desprecia a sí mismo y busca la aprobación ajena.

En el amor es grande pensar que uno se ama a sí mismo de tal modo que mi amor no depende de la otra persona, aunque perdiese su amor yo no perdería el mío, lo que es el condicionante esencial de la felicidad.

¿Cómo me puedo liberar de la idea no-realista de que necesito ser amado y aceptado por los demás?

Pues tal y como se ha explicado en el capítulo II, es decir, reconocer primeramente la presencia de esta idea en el espíritu interior, observar sus efectos en el comportamiento, someterla a confrontación en el espíritu y contradecirla con la acción (vid. capítulo II).

Recuerdo que un día en mi despacho recibí la llamada jadeante de un joven de unos treinta años, que su mujer le había anunciado que se separaba de él tras cinco años de matrimonio y que había decidido suicidarse. Era un viernes a última hora y le hice un hueco en mi agenda para que viniera a verme, pero apenas le pude dedicar una media hora.
Me dijo que nada tenía ya sentido y que hasta allí había llegado su vida, tras conversar brevemente le dije que eso no era cierto, me contestó que le dijese alguna razón para seguir viviendo, que no había nada en este mundo que le pudiese convencer de lo contrario.
Le dije que, en primer lugar, debería quitarse de la cabeza una idea falsa y es la de que necesitaba de su esposa, ya que en realidad no necesitaba del amor de esa mujer. No podía vivir considerando que deseaba ardientemente que su mujer le amase tanto como creía él amar a su esposa, era una idea falsa. La prueba estaba en que había vivido muchos años sin haber conocido siquiera a esa mujer, lo que demostraba que podría seguir viviendo perfectamente sin ella y sin su amor. Su vida estaba por encima de la falsa idea de que necesitaba de ese amor y de esa persona. Esa idea de NECESIDAD era la que estaba generando el malestar, la angustia, la desesperación y las ideas suicidas. En realidad las personas no tenemos más necesidad que de lo elemental: respirar, comer, beber, dormir y poco más, el resto ya no es necesidad, es deseo o conveniencia.
En segundo lugar, además de la falsa idea de necesitar de su mujer, estaba la falsa idea de considerar como una catástrofe lo que no era sino un episodio penoso, lastimoso, fastidioso, inconveniente, etc., pero no terrible.
Eran estas dos ideas las que debería tener presentes en su cabeza para abandonar los absurdos pensamientos de suicidio.
Cierto es que no le ofrecía ideas optimistas, sino ideas verdaderas, frente a las ideas no-realistas que tenía de su situación y de sí mismo.
Podría, también, emborracharse ese fin de semana, marcharse muy lejos o suicidarse, pero lo razonable, lo verdadero, era afrontar el interior y sustituir las ideas no-razonables por otras más acordes con la realidad.

Tras unos días de pesadumbre, la situación se aclaró y la mujer determinó que la separación matrimonial era definitiva y firme, se hizo a la idea y comenzó a prepararse para esa nueva etapa de su vida. Me dio las gracias por mis palabras que le ayudaron a superar esos momentos de angustia y le contesté que no había sido yo, sino él mismo, quien había realizado la transformación interior mediante la confrontación con las ideas no realistas que habían anidado en los momentos de turbación.

Por regla general lleva más tiempo que a este cliente que he nombrado la superación de las ideas no razonables, la explicación es que suelen venir acompañadas de grandes dosis de ansiedad, por lo que es muy difícil que esas ideas desaparezcan al primer envite y haya que insistir, con arrojo y de forma incansable, hasta lograr el objetivo de sustituirlas por ideas más razonables y realistas sobre nosotros mismos.

Por lo tanto, es preciso constatar la presencia de esa idea no razonable de afecto y amor ajeno, estudiando y analizando las frases que bullen en nuestro interior sobre esa cuestión. Luego es preciso confrontar esas frases con la realidad y constatar que no se corresponden con la realidad de las cosas. Finalmente hay que desechar esas frases e ideas y sustituirlas por otras más acordes con la realidad, con pensamientos más adecuados.
Puede uno también preguntarse qué es lo que yo quiero hacer con mi vida, en lugar de preguntarme qué es lo querrían los demás que yo hiciese. Por ejemplo, puede uno no hablar de política si no le gusta, aunque sepa que puede ser tachado de ignorante o de consentidor con el poder. Puede uno también quedarse en casa tranquilamente en lugar de acudir a la manifestación aunque los demás le tachen a uno de fascista o de burgués. Si los demás se enfadan es problema de ellos, no de uno que tiene todo el derecho del mundo a no hablar o a quedarse en casa.

Esta actitud tiene la ventaja de poder cultivarse uno mismo sin estar pendiente de los demás y no ser un esclavo de la moda y del qué dirán. Puede un hombre hecho y derecho hacer punto de calceta y no por ello va a ser un hombre afeminado, o una mujer puede acudir al gimnasio a practicar boxeo y conservar intacta su feminidad.

Puede uno también comenzar a practicar el amar a los demás, ya que, con tenacidad y energía, puede llegar a descubrir alguna cosa amable en todo ser humano, logrando de ese modo el afecto de los demás y, de ese modo, ver satisfecho el deseo (que no la necesidad) de ser amado por el prójimo, cuidándose mucho de no confundir el amor con la "intoxicación interpersonal".
Estas relaciones intoxicadas se parecen a la del drogadicto con la droga, es decir, tienen una dependencia de otra u otras personas, haciendo incluso que, en circunstancias completamente terribles en esas relaciones lleguen a decir que "el mundo es un infierno, pero contigo me siento seguro", tal puede llegar a ser la dependencia de otra persona.
Estas relaciones nada tienen que ver con el amor verdadero, que no encierra en sí mismos a los amantes, sino que les abre al mundo y a las relaciones con los demás; son esas relaciones intoxicadas el camino hacia la autodestrucción, con una dependencia del otro que se mantiene incluso tiempo después de haberse roto la relación, por basarse no en el amor sino en la dependencia de una persona con respecto a la otra.


En fin, procuremos no confundir nuestro intrínseco valor como seres humanos con el hecho de ser amados o detestados, que no aporta ni quita un ápice a ese valor. Los demás nos aman o detestan no porque seamos buenos o malos, mejores o peores; lo hacen porque les gustamos o disgustamos, que es muy distinto a ser bueno o malo.
Si alguien argumenta que se ama lo bueno y se odia lo malo, podremos responderle que hay cosas que son buenas para unos y malas para otros, como por ejemplo los saltamontes fritos, los calamares en su tinta o los riñones al jerez.
Aunque nos veamos tirados en la calle, abandonados por todo el mundo y en las condiciones más míseras, podremos continuar convencidos de que valemos igual que los demás, aunque nadie lo reconozca, aunque nadie nos quiera. Por el hecho de dar la espalda a la ventana no deja de llover, simplemente dejamos de ver la lluvia, por lo que mis valores lo son con independencia de que los demás los vean o no.

Quiero decir también que existe la tendencia generalizada de establecer que no se puede amar si antes no se ha sido amado, lo que prueba a quienes dicen esto que no conocen el amor verdadero. Enrich Fromm lo dice bien claro: "el amor no proviene sólo de la fuerza del sentimiento, sino de la decisión, del juicio, de la promesa", es decir, de la actividad de la voluntad (Fromm, 1968, pág. 75).

Es seguro que será más fácil amar si antes se ha sido amado, pero no es condición indispensable para amar haber sido antes amado; mucho más importante para poder amar es amarse antes a sí mismo, para lo cual es requisito previo establecer el valor intrínseco, el valor fundamental que es uno mismo. No otra cosa nos quiere decir el Evangelio cuando el precepto expresa: "amarás a tu prójimo como a ti mismo".
 

dELURIAN

Cogollito
5 Octubre 2003
3.800
98
58
46
netgrowshop.com
yo creo que si, pero ya no como antes, creo que por los dias que vivimos, nos alimentamos de alagos banales tales como , uaala tienes la play 3 que cabron, o un coche nuevo o tal y tal, y nos hace perder mucha capacidad afectiva con lo cual llegado el momento el amor no es mas que otro compañero de viaje........
saludos
 

zarbel

Cogollito
25 Agosto 2004
4.609
16
43
38
Près de la France
www.erowid.org
No hay NECESIDAD de ser amado, en todo caso será CONVENIENTE o BUENO o AGRADABLE, pero no se necesita, se puede vivir sin ser amado. Quien plantea su vida bajo el prisma de la necesidad de ser amado, se ha quedado en la niñez, no somos más ni menos por no recibir amor, nuestro valor intrínseco radica en SER.
 

Skalo

Semilla
1 Junio 2003
375
0
0
41
España(Madrid)^_^
no para mi lo material no es imporatente primo.....lo 1º es la salud y luego el amor...no sabes nada aun de mi asi no hables asi de mi mejor, cariño
 

Scorpion

Semilla
29 Septiembre 2004
908
10
0
42
V Reich
claro ke se puede vivir sin ser amado.. lo ke pasa es ke si amas seras amado y como bien dice zarbel hay ke empezar por amarse a uno mismo...
asi pues una persona ke viva sin ser amado significa ke no ama a nadie, possiblemente ni a si mismo,,,
 
-