No suelo viajar (psiconauticamente) a la bartola. Estudio mucho antes de probar algo nuevo, y si me decido sólo lo hago con el set y el setting en estado óptimo. No sacrifico mi bienestar físico ni psíquico por mero placer.
Vivimos en una época hedonista en donde todo debe ser placer por el placer mismo y al fin al cabo el placer es efímero, no nos modifica, no nos cambia ni es lo que nos hace crecer. Hay que abstenerse a lo difícil, decía Rilke, y Hofmann (no sólo el sintetizador del LSD-25, sino también uno de los mayores psiconautas de la historia) se daba cuanta: Yo he sacado el mayor provecho de los malos trips…
He visto gente de nuestra cultura entrar en pánico con la ayahuasca por darse cuenta que su existencia no tiene mayor valor que la hoja de un árbol. Llorar desconsoladamente ante la sensación de la perdida del Yo y he discutido mucho la idea de que quizá los Tsohon-djapa del amazonas tengan una existencia más real (y por lo tanto más feliz) que nosotros. Quienes al fin y al cabo vivimos una existencia falseada, creada y determinada para el consumo (en el sentido publicitario) y funcional a la codicia depredadora de unos pocos hijos de puta. Se nos enseña a pensar de una manera, a actuar a en consecuencia, a darle una falso sentido a nuestra existencia (quizá no haya sentido alguno).
Durante decenios los indígenas de América de norte consumieron el peyotl, un cactus que tarda 15 años en crecer lo suficiente para poder consumírselo. En pocos años, y sólo por una sensación placentera, el lophohora williamsii se encuentra en peligro de extinción. Poblaciones humanas enteras son subsumidas a una existencia miserable y ahora se vuelve a poner de moda la justificación biologisista. Los griegos habían escrito en el templo a Atenea la frase conócete a ti mismo y era esta la finalidad última del consumo de agentes psicodélicos de las poblaciones aborígenes.
La palabra psicodélica alude a un sentido de revelador de la mente: Estas sustancias permitirían revelarnos aspectos de nuestra mente que generalmente desconocemos en un estado normal de conciencia. Facilitarían el acceso a modos de percepción y concepción de la realidad diferentes a los habituales, en cierto sentido nos ayudarían a conocernos más y mejor a nosotros mismos, nos revelarían aspectos de nuestra personalidad y nos enseñarían aspectos de como percibimos el mundo, como le damos significado a las cosas, etc.
Y digo “permitirían, facilitarían, ayudarían” sin aseverarlo ya que no lo sé. Simplemente es un camino por el cual elegí buscar y al que llegué por casualidad. A que viene todo esto no sé, me fumé un churrete y me gusta empapelar las ideas por mas delirantes y fragmentadas que aparezcan.
Lo de la Ketamina lo vengo pensando hace rato después de leer que Timothy Leary dijo que la ketamina era la sustancia psicodélica más potente entre las que se conocen y leer en la guía de esencial de los psicodélicos a Turner decir sobre la ketamina "el viaje psicodélico definitivo". Turner terminó muerto claro y de todas esas muertes he aprendido que los psicodélicos son un medio y no un fin, que el Chulla Chaqui de la selva quizá solo se te aparezca para que percibas la realidad cotidiana con una cabeza más abierta, mas comprensiva.
El sentido de la ayahuasca, me decía un indio analfabeto, es entender que no hay nada que entender… y ese indio era feliz. Y ahí me di cuenta cuanto me faltaba aprender…
Quizá Natty tenga razón con su: “Cualquiera chabon”