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Marihuana y alcohol: peligroso cóctel
Conocidas son las consecuencias sobre el organismo humano tanto de la marihuana -aunque algunos la consideren una de las drogas "menos peligrosas" y defiendan su uso personalidades relevantes de muy distintos ámbitos- como del consumo excesivo de alcohol. Pero menos divulgados son los graves daños que provoca la mezcla de marihuana y alcohol.
En efecto, según las conclusiones del estudio realizado por el Servicio de Neurología del Hospital de Galdácano, Vizcaya, España, el consumo combinado de marihuana y alcohol podría elevar el riesgo de infarto cerebral isquémico entre los jóvenes, el grupo de consumidores más amplio de estas sustancias. El estudio, publicado recientemente por el Journal of Neurology Neurosurgery and Psychiatry, es significativo porque el paciente sobre el que se desarrolló la investigación, un hombre de 36 años, es un individuo sin factores de riesgo asociados que pudieran hacer más probable que sufriera un infarto cerebral. Los episodios de trombosis fueron hasta tres y siempre en circunstancias de consumo elevado de marihuana.
El paciente objeto de estudio era profesor de escuela primaria. El primer incidente ocurrió después de que hubiera fumado una cantidad considerable de marihuana en combinación con otras tres o cuatro bebidas alcohólicas. Las consecuencias se conocieron rápidamente: perdió su capacidad del habla y unas horas más tarde sufrió convulsiones. El docente fue tratado y se recuperó; pero un año más tarde, después de otra sesión de fumar marihuana, el paciente perdió otra vez la capacidad del habla y experimentó debilidad en uno de los lados de su cuerpo. Tras 18 meses de abstinencia, el paciente volvió a fumar una cantidad razonable de marihuana y consumió bebidas alcohólicas, lo cual le provocó una incapacidad para reconocer sonidos, trastorno conocido como agnosia auditiva. El scanner cerebral reveló un parche hemorrágico y daños provenientes de una hemorragia previa.
Paralelamente, en nuestro país, se difundió un estudio encargado por la Subsecretaría de Atención de las Adicciones (SADA) de la provincia de Buenos Aires, según el cual más de la mitad de los dos millones de jóvenes que viven en el territorio bonaerense toman bebidas alcohólicas, en tanto que el 30 por ciento de ellos se excede en el consumo y abusa del alcohol. La consulta abarcó a 2000 jóvenes de entre 16 y 26 años, de los cuales el 55 por ciento dijo que consume alcohol en forma regular.
En cuanto a las edades, el estudio señaló que entre los 16 y 17 años el consumo alcanza al 51,6%; entre los 18 y los 20, asciende al 52,3%, y entre los 21 y los 26 años, llega al 57,5%.
Además del alto nivel de ingesta, en el estudio se advierte un cambio en el modo de tomar: en la actualidad, los adolescentes buscan el efecto farmacológico del alcohol. Lo consumen con el objetivo de modificar su estado de ánimo y, así, divertirse más o animarse a hacer determinadas cosas.
Si se le presta especial atención a esta cuestión, puede conjeturarse que entre el consumo juvenil de alcohol y la iniciación en el consumo de drogas hay apenas un escalón.
Por lo tanto, además de las campañas tradicionales en contra del alcoholismo y la drogadicción, los organismos oficiales y las organizaciones no gubernamentales que luchan contra estos flagelos deberán empezar a enfatizar en los peligros que conlleva el uso combinado de ambos elementos.
Resulta indispensable que los controles que se realicen a través de las inspecciones para verificar el debido cumplimento de la normas que prohiben la venta de alcohol a menores sean rigurosos y eficaces. Sólo así podrá cumplirse con el objetivo primordial de disminuir la oferta y el nivel de consumo de bebidas alcohólicas.
Del mismo modo, será necesario buscar la erradicación de algunos falsos mitos, vinculados con los eventuales beneficios del consumo de marihuana.
En ese sentido, el investigador español Juan Carlos García-Monco concluyó que la utilización de marihuana en la práctica clínica "debería estar avalada por evidencias significativas de los beneficios y ausencia de riesgos asociados a él en los pacientes tratados", lo que todavía no ocurre.
Los resultados del estudio citado al comienzo de este editorial vienen a corroborar una vez más lo que ya se sabía: la marihuana, sola o acompañada, sigue siendo una droga peligrosa y su circulación en la sociedad no puede ser de ninguna manera irrestricta, no importa quiénes la avalen.
Marihuana y alcohol: peligroso cóctel
Conocidas son las consecuencias sobre el organismo humano tanto de la marihuana -aunque algunos la consideren una de las drogas "menos peligrosas" y defiendan su uso personalidades relevantes de muy distintos ámbitos- como del consumo excesivo de alcohol. Pero menos divulgados son los graves daños que provoca la mezcla de marihuana y alcohol.
En efecto, según las conclusiones del estudio realizado por el Servicio de Neurología del Hospital de Galdácano, Vizcaya, España, el consumo combinado de marihuana y alcohol podría elevar el riesgo de infarto cerebral isquémico entre los jóvenes, el grupo de consumidores más amplio de estas sustancias. El estudio, publicado recientemente por el Journal of Neurology Neurosurgery and Psychiatry, es significativo porque el paciente sobre el que se desarrolló la investigación, un hombre de 36 años, es un individuo sin factores de riesgo asociados que pudieran hacer más probable que sufriera un infarto cerebral. Los episodios de trombosis fueron hasta tres y siempre en circunstancias de consumo elevado de marihuana.
El paciente objeto de estudio era profesor de escuela primaria. El primer incidente ocurrió después de que hubiera fumado una cantidad considerable de marihuana en combinación con otras tres o cuatro bebidas alcohólicas. Las consecuencias se conocieron rápidamente: perdió su capacidad del habla y unas horas más tarde sufrió convulsiones. El docente fue tratado y se recuperó; pero un año más tarde, después de otra sesión de fumar marihuana, el paciente perdió otra vez la capacidad del habla y experimentó debilidad en uno de los lados de su cuerpo. Tras 18 meses de abstinencia, el paciente volvió a fumar una cantidad razonable de marihuana y consumió bebidas alcohólicas, lo cual le provocó una incapacidad para reconocer sonidos, trastorno conocido como agnosia auditiva. El scanner cerebral reveló un parche hemorrágico y daños provenientes de una hemorragia previa.
Paralelamente, en nuestro país, se difundió un estudio encargado por la Subsecretaría de Atención de las Adicciones (SADA) de la provincia de Buenos Aires, según el cual más de la mitad de los dos millones de jóvenes que viven en el territorio bonaerense toman bebidas alcohólicas, en tanto que el 30 por ciento de ellos se excede en el consumo y abusa del alcohol. La consulta abarcó a 2000 jóvenes de entre 16 y 26 años, de los cuales el 55 por ciento dijo que consume alcohol en forma regular.
En cuanto a las edades, el estudio señaló que entre los 16 y 17 años el consumo alcanza al 51,6%; entre los 18 y los 20, asciende al 52,3%, y entre los 21 y los 26 años, llega al 57,5%.
Además del alto nivel de ingesta, en el estudio se advierte un cambio en el modo de tomar: en la actualidad, los adolescentes buscan el efecto farmacológico del alcohol. Lo consumen con el objetivo de modificar su estado de ánimo y, así, divertirse más o animarse a hacer determinadas cosas.
Si se le presta especial atención a esta cuestión, puede conjeturarse que entre el consumo juvenil de alcohol y la iniciación en el consumo de drogas hay apenas un escalón.
Por lo tanto, además de las campañas tradicionales en contra del alcoholismo y la drogadicción, los organismos oficiales y las organizaciones no gubernamentales que luchan contra estos flagelos deberán empezar a enfatizar en los peligros que conlleva el uso combinado de ambos elementos.
Resulta indispensable que los controles que se realicen a través de las inspecciones para verificar el debido cumplimento de la normas que prohiben la venta de alcohol a menores sean rigurosos y eficaces. Sólo así podrá cumplirse con el objetivo primordial de disminuir la oferta y el nivel de consumo de bebidas alcohólicas.
Del mismo modo, será necesario buscar la erradicación de algunos falsos mitos, vinculados con los eventuales beneficios del consumo de marihuana.
En ese sentido, el investigador español Juan Carlos García-Monco concluyó que la utilización de marihuana en la práctica clínica "debería estar avalada por evidencias significativas de los beneficios y ausencia de riesgos asociados a él en los pacientes tratados", lo que todavía no ocurre.
Los resultados del estudio citado al comienzo de este editorial vienen a corroborar una vez más lo que ya se sabía: la marihuana, sola o acompañada, sigue siendo una droga peligrosa y su circulación en la sociedad no puede ser de ninguna manera irrestricta, no importa quiénes la avalen.