La producción de los campos de cannabis y lejos de las autoridades es muy lucrativa en el Líbano, pero los productores temen que legalizar su uso médico reduzca sus ganancias.
Al noreste del Líbano en el Valle de Bekaa y a las afueras de la ciudad de Yammouneh, se sitúa el epicentro de los cultivos de cannabis en este país. La producción esta controlada por poderosas familias.
“Todas estas casas de telas rojas que nos rodean han sido construidas con dinero de la marihuana”, dice un cultivador local, informa el Japan Today.
En el Líbano esta prohibido el cultivo, venta y el consumo de cannabis o hachís. Pero esto no ha evitado que crezca una multimillonaria industria a la sombra de esta planta y con su famosa resina libanesa a la cabeza. De hecho, es uno de los grandes productores y exportadores mundiales de hachís después de Marruecos y Afganistán.
En la actualidad y después de que la consultora internacional McKinsey recomendara legalizar el cannabis en el país para ayudar a la maltrecha economía, el parlamento libanes esta barajando muy seriamente esta opción.
Aunque, los productores temen que esta regulación gubernamental y las grandes corporaciones bajo el paraguas de esta medida, puedan reducir sus ganancias.
“No tenemos un problema con la legalización, pero el beneficiario principal debe ser el productor”, dice el vicealcalde de Yammouneh, Hussein Shreif a AFP.
Los productores prefieren el sistema actual de “mercado libre“, dice Shreif, porque pueden venderle a “grandes traficantes ganando 10 veces más dinero” y “Si el estado se involucra, la ganancia no será la misma”.
Muchos años siendo productor de hachís
La producción de cannabis en este país floreció durante la guerra libanesa de 1975-1990, y las autoridades lucharon para frenar el comercio una vez que terminó el conflicto.
La ONU ha tratado de persuadir a los agricultores, con poco éxito, para que cambien esos campos de cultivo de cannabis por otros cultivos como la vid. Pero los agricultores siempre han alegado que el terreno y el clima es muy árido para otros cultivos en esta zona oriental del Líbano.
“Si arrojas cannabis en una pila de guijarros, echaría raíces. Lo ves en el camino y en los montones de basura”, dice un productor.
En Líbano, el cannabis se siembra en primavera y se cosecha en septiembre, luego se seca al sol durante tres días, se enfría y se prensa.
Los agricultores de Yammouneh venden su producto a los distribuidores a un promedio de 340 euros por kilo, más si es de mayor calidad. Posteriormente estos compradores lo revenden o exportan a un mayor precio.
Los productores libaneses quieren que se les escuche
Los productores ya están estableciendo algunas condiciones. “Si la producción de cannabis debe convertirse en legal, al menos debería estar limitada a las áreas en las que crece actualmente”, dice Jamal Shreif, un funcionario en Yammouneh.
“Si alguien que nos lo compra ahora pudiera cultivarlo él mismo, dejaría de venir a nosotros”.
Los residentes del Valle de Bekaa en el Líbano también esperan que el proyecto de ley de legalización incluya una “amnistía” para más de 30,000 personas buscadas por cargos relacionados con las drogas, dice el vicealcalde, Hussein Shreif.
El presidente del Parlamento, Nabih Berri, anunció que el Parlamento discutirá la legalización del cannabis medicinal con el fin de impulsar la economía libanesa. Economía que ha estado descendiendo durante años por la guerra con Siria y que les ha llevado a ser uno de los países más endeudados del mundo.
“Si realmente quiere legalizar el cannabis, entonces cultivémoslo y exportemoslo”, dice el vicealcalde. “Los traficantes de drogas podrían pagar la deuda pública en un año”. “Nos han robado todo en el Líbano: solo queda el cannabis, y ahora también quieren robarlo”, dice Jamal Shreif.
